Cuando a su bebé de 11 meses le diagnosticaron asma, Cristina Alejandra Maruf Arias (Caseros, Argentina, 1971), no sabía que su vida iba a dar un giro total. «No podía usar aerosoles, ni aromatizantes, ni si quiera sprays... y un día pensé: ‘y si lo hago yo’?»
Afincada en España desde hace casi 25 años, Maruf empezó a fabricar velas 100% vegetales, de soja procedente de agricultura ecológica, «cuando todo el mundo las hacía de parafina, que no dejan de ser algo tóxicas y poco respetuosas con el medioambiente, porque derivan de un aceite mineral obtenido de un compuesto que proviene del petróleo y del carbón». Ese compromiso con el bienestar de las personas y del planeta hace que sólo utilicen aceites y grasas vegetales, nada derivado de animales - «ni si quiera leches» - mechas trenzadas compuesta por algodón y papel reciclado, pabilos de madera de nogal ecológicos y envases reciclables. «Como todo el proceso de elaboración de nuestros productos es totalmente artesanal, de principio a fin, nos permite ser 100% eco friendly», explica.
En 2008, Maruf empezó a elaborar las velas en la cocina de su casa como un hobbie, pero cada vez que alguien la visitaba, celebraba el agradable perfume que percibían y le fueron encargando para regalar. Hasta que llegó un gran evento: una novia le encargó 80 velas para su boda y a partir de ahí, la afición se fue transformando en un negocio que vendía, principalmente, en ferias de productores artesanales y a través de su página web. Fue en 2022 cuando abrieron su primera tienda física, en Calafell, que también es su obrador y donde imparte talleres para aprender a hacer velas aromáticas naturales. Próximamente esperan abrir un segundo local, esta vez en Barcelona.

Actualmente, Mommy’s soaps & candles tiene una línea de producto permanente y además, elabora de 3 a 4 colecciones nuevas anualmente, con distintas fragancias. «Trabajamos con un perfumista, que nos ayuda elaborar diferentes muestras con el aroma que buscamos en el laboratorio y después, en casa, hacemos varias quemadas para ver cómo queda». Todos están libres de parabenos y ftalatos, no llevan químicos artificiales y se aseguran que el laboratorio no testa en animales. Dejan reposar una semana la fragancia y de ahí escogen la colección. Maruf explica que esa calidad hace que sus velas «huelan encendidas y también apagadas». Para la emprendedora es uno de los puntos más importantes, porque «el olfato es lo que más recuerdos nos trae» y le emociona que le digan que una vela «huele como su abuela, como su hijo cuando juega en el parque...».
Calidad vegetal: semanalmente elaboran, aproximadamente, 500 velas y 50 kilos de jabón
Cada semana preparan unas 500 velas disponibles en 3 tamaños (150, 250 o 500 ml), a los que también se suman los wax melted. Conjuntamente con su marido Jorge, «quien se encarga de la parte administrativa, económica y las redes», también diseñan las etiquetas y el tipo de bote, siempre «con un estilo simple y minimalista, porque la estrella es la vela».
Con el paso de los años, el hijo de Maruf y Jorge también desarrolló dermatitis. Cuando el médico le recetó varios jabones, ella le preguntó si podía utilizar alguno que ella elaborase. «Me dijo que por supuesto, que cuanto más natural, mejor». Así surgió la segunda línea de la empresa, jabones artesanales, con hasta seis aceites esenciales cada uno, «cuando lo habitual es que lleven, como máximo, tres». Cada jabón se adecua a un problema dérmico, «porque si usas lo correcto, la piel se mantiene sana», asegura.
Ponerle remedio a los problemas médicos de su hijo, se convirtió en su profesión y en un negocio comprometido.