‘Mucho que ver’: cuando la ceguera se cuenta con humor y sin filtros

Campaña. La ONCE lanza una serie de once vídeos que retratan, con ironía y realismo, las situaciones cotidianas de las personas con discapacidad visual

12 abril 2025 20:47 | Actualizado a 13 abril 2025 13:21
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Un día Consol Alonso, una mujer ciega afiliada a la ONCE, cayó dentro de una alcantarilla sin tapa. «Fue un salto limpio, aterricé de pie y no me hice daño, pero también fue un golpe simbólico», afirma. Eso es un recordatorio de los problemas que viven las personas con discapacidad visual cuando la ciudad no esta pensada para ellos. Se quedó quieta en el agujero. «Un hombre me preguntó qué que hacia allí metida y, con ironía, le dije que intentaba salir. El hombre, sin darse cuenta de mi ceguera, me dijo que vale, me deseó los buenos días y siguió caminando», recuerda ella entre risas.

La escena podría parecer parte de una comedia. Y en cierto modo lo es. Porque muchas de las situaciones que viven las personas ciegas en su día a día rozan lo surrealista. Y porque, a veces, solo desde el humor se puede mostrar lo dolorosamente cotidiano. Por eso, la ONCE ha creado Mucho que ver, una producción de once capítulos pensada para acercar a la sociedad la realidad de las personas con ceguera total o parcial.

Pero detrás de la ficción hay vidas reales. Vidas como la de Consol, que tras años yendo y viniendo del trabajo por la misma calle aprendió a leer el espacio con los pies, el bastón, los sonidos y el instinto. Aun sí, siempre puede fallar algo. Y cuando falla, el golpe puede ser físico o emocional. «Un día estaba en una parada de autobús y un hombre le dijo a una mujer que tuviese cuidado conmigo porque, según él, no soy del todo ciega, como si fingiera», narra Alonso, quien seguidamente reivindica que si no llevas gafas oscuras o no tienes unos ojos que la sociedad identifique como ceguera, no se te cree ni se te ayuda.

La discapacidad visual no define una personalidad, ni una forma única de vivir

David Ramírez también lo sabe. A veces, dice, tiene que recordar constantemente que no ve. Le ha pasado con amigos que están a punto de irse de un sitio y lo dejan atrás sin querer. «Me ven como uno más, y lo soy, pero se les olvida que no veo si se van», dice sonriendo pero en su voz hay una mezcla de humor y resignación. Como cuando recuerda a aquella mujer que le dijo que le daría un beso y un abrazo, pero que no lo hacía porque sabia que a los ciegos no les gusta el contacto físico. «Será al que conocía ella. ¡Porque yo soy súper sobón!», cuenta entre carcajadas. Añade que «me encantan los abrazos. Cada persona ciega es distinta, como todo el mundo».

Esa es precisamente una de las grande ideas que Mucho que ver quiere derribar: la discapacidad visual no define una personalidad, ni una forma única de vivir. Lo que sí condiciona, en cambio, es la manera en que el entorno, las ciudades, el transporte, la sanidad y la sociedad responde o no a sus necesidades.

David vivía en Valencia antes de mudarse a Tarragona. Asegura que las grandes ciudades son una auténtica gincana para alguien que no ve. «La gente no mira por dónde va, los cubos de basura aparecen de repente, igual que lo hacen los patines eléctricos». En las consultas médicas también se multiplican los obstáculos: si va solo, tiene que pedir que lo llamen por voz, porque si el aviso se da solo de forma visual por una pantalla, no se entera y pasan al siguiente paciente. Y no es raro que el personal sanitario se dirija a la persona que lo acompaña, como si él no pudiera responder.

Ayuda en los súpers

En los supermercados, tanto David como Consol han vivido el contraste entre verse obligados a pedir apoyo para localizar un producto, una caja o simplemente el camino de salida y trabajadores que les ayudan de manera espontánea. «Son muchos los empleados que no dudan en ayudarnos a pesar de que nos informan que sus superiores les dan instrucciones de no hacerlo», expresa Ramírez mientras Alonso asiente con la cabeza. Son pequeños gestos, pero marcan una gran diferencia.

Incluso los trayectos en autobús, algo tan cotidiano, pueden resultarles complicado. Consol declara que en los de larga distancia, donde los pasillos son estrechos, su perro guía apenas puede pasar sin molestar. «Así que a veces lo dejo en casa y voy con bastón. Me sabe mal que el perro moleste. Pero no debería tener que elegir», comenta ella.

La serie: Grandes barreras

La serie de la ONCE pone el foco en estas barreras que a menudo pasan desapercibidas. No lo hacen con dramatismo, sino con ironía, ternura e inteligencia. Con la intención de que el espectador se ría, sí, pero también se cuestione. Josep Vilaseca, director de la entidad en Tarragona, lo defino como «un proyecto que nace de la escénica de lo que es la vida cotidiana de las personas con ceguera». Consol Alonso cree que esta mirada es necesaria: «La serie está muy bien, pero las personas ciegas también tenemos que poner de nuestra parte. No podemos ser soberbias y no aceptar que a veces necesitamos ayuda». David Ramírez reivindica que quieren que se les tenga en cuenta siendo ellos mismo quienes expliquen sus vivencias. Y en eso, esta serie, como sus vidas, tiene mucho que mostrar.

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