En este hogar de La Floresta, en Tarragona, no salen las cuentas. El marido cobra 720 euros del paro y la mujer 300 de una ayuda. Esos 1.020 euros apenas dan para cubrir los 450 del alquiler, los 50 de la luz, los 35 del gas y los 210 que se le deben al banco por préstamos. Y, todo ello, manteniendo a tres hijos. «En casa somos cinco y es muy difícil llegar a final de mes. En noviembre dejé de trabajar y ahora estoy buscando, pero es imposible. Envías el currículum y no te llaman, nadie contesta, todo está cerrado. La situación es inaguantable, lo llevamos muy mal», cuenta él. Durante el verano pasado, estuvo trabajando en el campo, en la recogida de fruta en Valencia. Tampoco ahí cuadraban demasiado los balances. «Cobraba 800 euros, pero tenía que pagar una habitación para alojarme, además de la comida. Y además mantener el alquiler de Tarragona», reconoce. Su mujer trabajaba en el sector de la limpieza dos días a la semana, insuficiente para aliviar la situación doméstica, pese a todos los esfuerzos. El hijo mayor, una vez acabados los estudios, también está buscando empleo, hasta el momento infructuosamente. Solo la beneficencia sale al rescate. «Vamos a Càritas a pedir comida y eso nos ayuda, porque así no tenemos que gastar en alimentación. También hay un amigo que nos da algo a veces, pero luego le tengo que devolver el dinero. La situación es muy difícil y se hace complicado tirar hacia adelante con tan pocos ingresos».
La crisis del virus arrasa económicamente a familias al completo. Los hogares con todos su miembros en paro, como este del barrio tarraconense de La Floresta, subieron en 7.000 en la provincia durante 2020. Es un incremento de casi el 42%, según la comparativa de las EPA. Si en el último trimestre de 2019 había 16.700 familias tarraconenses con todos sus miembros en el paro, en el mismo momento de 2020, en pleno impacto de la pandemia, la cifra se había disparado hasta los 23.700 casos. Por comparar con la anterior crisis financiera: a inicios de 2013, en pleno agujero de aquella recesión, había 27.500 domicilios en esa situación, teniendo en cuenta que actualmente los ERTE ‘dopan’ de alguna manera la economía y enmascaran una situación mucho peor.
El aumento de las cifras de todas las familias en paro es mucho mayor en Tarragona que en el global de España, que se limita a un 18%, algo comprensible dado el impacto que ha tenido la pandemia en sectores clave en la provincia como la hostelería o el turismo.
«Todo se nos vino abajo»
Laura y Omar son otro perfil que sirve de ejemplo: matrimonio en El Vendrell con tres hijos, cinco en casa, y sin ingresos fijos. «La pandemia nos afectó en un 80%, todo se nos vino abajo hace un año. Mi esposo estaba terminando unas prácticas y en mayo iba a entrar a trabajar en una empresa internacional, de ingeniero, como su formación. Era un buen trabajo pero llegó el virus y todo eso se cortó», narra Laura. Ella también tiene estudios. Es odontóloga pediatra. «Lo estamos pasando muy mal. Tengas formación o no la tengas, la situación es muy complicada para nosotros. Somos un cero a la izquierda, cuando realmente lo que queremos es integrarnos, trabajar y pagar impuestos», explica Laura.
«Seis meses sin poder pagar»
En un hogar sin una cantidad fija de ingresos, abonado irremediablemente a la economía sumergida, los 417 euros de alquiler que hay que pagarle al banco se hacen cada mes muy cuesta arriba. «Hace seis meses que no podemos pagar. Ahora nos acaban de cortar la luz pero por suerte los servicios sociales han intervenido y nos hemos podido conectar de nuevo. Vivimos al día, sin una cantidad fija de dinero, y tampoco tenemos familia cerca que nos pueda ayudar. Lo estamos pasando muy mal», confiesa Laura, madre de una familia con un bebé y dos niños. Ambos, mexicanos que llevan tres años instalados aquí, están pendientes de la regularización de los permisos de trabajo que les permita obtener un empleo, aprovechando también la mejor perspectiva de la pandemia.
Abundan los impagos del alquiler de la vivienda para poder comprar alimentaciónSon rostros y testimonios para la cruda cascada de estadísticas económicas aciagas. Un reciente informe de la Cepta califica la evolución de «muy negativa», sobre todo porque hay mucha precariedad y escasez que se escapa de la estadística oficial de la EPA. «Hay una bolsa significativa de personas en situación de ERTE , que fácticamente son parados, ni que sea temporales, pero que cuentan como ocupados», expone el análisis de la patronal.
Tarragona, peor que la media
El observatorio de la Cepta indica que «una vez más, el mercado de trabajo de la provincia vuelve a comportarse peor que en Catalunya y que en el resto de demarcaciones catalanas». En ese sentido, remarca que «el diferencial de la tasa de paro entre Catalunya y Tarragona alcanza los 3,6 puntos». El propio balance de familias en paro lo certifica. Si Tarragona firma un aumento interanual de un 42% de todos los hogares en paro, Barcelona se queda en un 29%, Girona en un 31% y Lleida en un 18%, proporciones sensiblemente inferiores que muestran la virulencia de esta crisis con las comarcas tarraconenses.
Juan Gallardo, economista del gabinete de estudios de la Cepta, es contundente en el diagnóstico, como ya apuntó la propia URV al inicio de la pandemia: «El mercado de trabajo tarraconense vuelve a evidenciar un comportamiento claramente estacional».
La pesadilla turística
Sobre este cuarto trimestre de la EPA, indica: «La población ocupada en el sector de la construcción mejora marginalmente, rompiendo una dinámica negativa que se había evidenciado en los últimos años. Contrariamente, la ocupación en la industria cae de forma perceptible, aunque su participación continúa siendo relevante, con un mayor peso sobre la población ocupada que en otros ámbitos de Catalunya». Pero la auténtica pesadilla en la provincia, la que está generando más desempleo y más necesidades son los servicios: «Se hace evidente el elevado nivel de terciarización de la actividad económica».
El comercio o la hostelería se han visto golpeados durante 2020 por las sucesivas oleadas del virus y los respectivos cierres o medidas de contención impuestas. «La tendencia negativa, que se inició en el primer trimestre de 2020, se mantiene y no se vislumbra ningún cambio a corto plazo, ya que el próximo trimestre, el primero de 2021, aún suele ser más negativo», explica Juan Gallardo.
¿Hay esperanza en el horizonte, con los datos epidemiológicos mejorando y con la distribución de la vacuna aumentando? «Las incertidumbres son extraordinarias», concluye el informe de la Cepta, nada halagüeño en relación al futuro próximo. «Se da casi por perdido el periodo de vacaciones de Semana Santa, con el consiguiente impacto sobre el sector turístico, especialmente importante en Tarragona», explica el informe.
El sector turístico admite que se están disparando las reservas del mercado británico para España, si bien aún manda la incertidumbre. «La temporada veraniega solo será posible de afrontar con éxito si el nivel de vacunaciones, no solo en España, sino en los países del entorno, alcanza cifras relevantes. Un retraso persistente en la vacunación puede llegar a hundir la temporada turística estival, que es la más importante en términos cuantitativos, retrasando notablemente la recuperación económica», sentencia la Cepta en este último informe sobre la EPA del cuarto trimestre de 2020.