Si alguien sabe lo que es subir en Tarragona, es Manolo Martínez. El exjugador de Bigastro, retirado en 2017 después de 120 partidos con la camiseta del Nàstic, logró tres ascensos, «y un casi (a Primera», añade, con el conjunto grana en dos etapas distintas. Una carrera brillante en el Nou Estadi de un jugador necesario para cualquier proyecto futbolístico importante. Manolo era carácter, raza, sacrificio y dureza, ¿por qué no decirlo? Siempre al servicio del colectivo. Centrocampista defensivo y central le tocaba llevarse la peor parte. Esa tarea oscura de acoso y derribo de los adversarios que provocaba las maldiciones de la grada, en Las Palmas le coreaban «Manolo, carnicero», y hasta de los entrenadores rivales, como José Bordalás que estando en el Elche no pudo soportar la ‘caña’ que el alicantino les dio a sus chicos. Pero todos los compañeros que compartieron vestuario en las grandes citas saben que sin él, sin ese Manolo de presa, probablemente, no hubiera llegado el éxito. Ni en 2003/04 cuando Vinyals llevó al Nàstic a Segunda División. Ni ese recordado día en Xerez, en la 2005/06 con el ascenso histórico a Primera, ni tampoco en 2014/15 cuando el Huesca mordió el polvo en el Nou Estadi ante una plantilla casi perfecta, dirigida por Vicente Moreno que ascendió a Segunda División con una contundencia pasmosa.
Siete años más tarde, relajado en el Restaurante Besso de Salou, de su propiedad (además de las discotecas Kiss y Bessito), y que se ha convertido en uno de los ‘templos’ nastiqueros, con más de una conjura de la plantilla entre sus paredes, recuerda esos días de gloria que viéndole, parece que fue ayer. Empezamos por la pregunta del millón: «¿Con qué ascenso te quedas?». Respira. «Es muy difícil decir. Es como si me preguntas a quién de mis dos hijos quiero más. Incluso añadiría el año que casi subimos a Primera. No subimos por un gol», responde. El primero llegó nada más aterrizar al Nou Estadi en la 2003/04. Un pipiolo de 23 años con muchos partidos en Segunda B y Segunda con el Hércules, pero que salía por primera vez de casa. Pronto se vio que esa juventud no sería reparo para convertirse en un futbolista fundamental Jordi Vinyals. «El ambiente que se creó, la semilla que supuso aquél primer ascenso fue importante para el club», asegura. Luego llegó el logro de su vida: el ascenso a Primera. Años más tarde (2008/09) repetiría con el Tenerife, pero el primero siempre es especial. Casi una década después de marcharse de Tarragona, «cuando te crees que estás retirado y con la pierna rota apuesto de nuevo por el Nàstic y vuelvo a ascender». Por eso, por esas tres hazañas de grana tan distintas pero igual de emotivas le resultad imposible quedarse con una, hacerlo «sería demasiado egoísta», dice.
La más cercana en el tiempo, la del 2014/15 centra la atención. Es la más reciente y los recuerdos aún perduran frescos, pese a los siete años pasados. Y porque en las pantallas del Besso se repite una y otra vez el documental ‘Fins al final’, producido por Evenfilms, que recoge ese ascenso a Segunda División en la eliminatoria de campeones frente al Huesca. Entre las primeras escenas de la película aparece el momento en el que los futbolistas aragoneses celebran el emparejamiento contra el Nàstic efusivamente. Demasiado efusivamente. Manolo Martínez no quiso ver el vídeo. «Ya estaba suficiente excitado para el partido», cuenta. Vicente Moreno sí que se refirió a esas imágenes en las charlas previas y al final, justo antes de salir al campo, tres jugadores consiguieron hacer que el futbolista de Bigastro viera el vídeo. Con la rabia que le provocó se plantó en el túnel de vestuarios del estadio El Alcoraz, donde se jugaba la ida de la eliminatoria. Codo con codo de los jugadores del Huesca. Sin mirar a nadie gritó: «Estos se han creído que somos la perita en dulce, chavales». «Me sentía poderoso. Era Goliath», afirma con media sonrisa. Un gigante que aguantó el segundo partido con la clavícula rota. «Me la fisuré a los cinco minutos del partido, pero tenía que seguir en el césped, así que en el descanso ‘pinchacito’ para el dolor y a jugar», detalla. Le costó tener que ir a la fiesta del ascenso con el brazo en cabestrillo. Duró poco. «A la noche ya no me dolía», se jacta.
Los goles de Lago Júnior, Rocha y Marcos De la Espada en el partido de vuelta en el Nou Estadi se suceden en la pantalla. «Se creó una plantilla con pocos veteranos, pocos había que teníamos partidos en categorías superiores, la mayoría eran jóvenes con mucha proyección, pero todo estaba muy bien confeccionado. Jugadores con una mentalidad fuerte y un cuerpo técnico muy competitivo. Fue un ascenso merecido».
Este fin de semana, como un ‘nastiquero’ más, Manolo Martínez seguirá el encuentro entre el Villarreal B y el Nàstic (21.00 horas/ Estadio Balaídos), al tiempo que el Tenerife, otro de sus exequipos juega el ascenso a Primera con el Girona. En las pantallas los granas, en el ordenador los canarios. Ese es el plan. Tiene buenas sensaciones. «Creo que la historia está escribiendo un nuevo ascenso», suelta. Sabe que la temporada no ha sido de rosas. Al Besso se han acercado directivos y jugadores. «Han sufrido mucho. Los ‘inputs’ que tenía a veces era que no funcionaba pero que dentro eran una familia, que el cuerpo técnico trabajaba bien y la directiva se mantuvo tranquila, no se puso nerviosa. Y ahora todo acompaña».
Solo falta que siga acompañando durante los últimos 90 minutos para volver a celebrar un ascenso. Una fiesta en la que no faltará Manolo Martínez, el señor de los ascensos del Nàstic.