Era una de las últimas ocasiones de arrimarse al play-off, pero se escapó. Pese a ponerse por delante en el marcador con un tanto de Guillermo, el Nàstic no logró asegurar el resultado y acabó cediendo dos puntos casi decisivos para sentenciar el final de temporada grana (1-1).
No hicieron méritos, ni uno ni otro para más. Los dos se encontraron con el gol casi sin querer. El Nàstic en el primer tiempo y Osasuna en el segundo. Reparto de puntos entre dos equipos que propusieron lo mismo.
Dani Vidal no pudo contar para el partido con Quintanilla. El central vasco lleva semanas con molestias. Ha ido forzando para jugar, hasta que el riesgo de lesión y los dolores le han obligado a echar el freno de mano. Una baja sensible que el técnico grana reemplazó con Èric Montes. Tiró por lo seguro y no hay nada más fiable en la reserva de centrales que el jefecito de Manresa. Un jugador que juegue donde juegue impone una intensidad que levanta hasta los espectadores que están en el sofá de su casa viendo el partido por televisor. Fue corrector y primer distribuidor. Cubriendo los centímetros que le faltaba para medirse a Jony con anticipación.
Ninguno de los equipos se caracterizan por cansar al balón con mil toques. Son directos. Británicos. Ese fútbol que trata de llegar cuanto antes al campo rival. Con los pases justos. Ni más ni menos. Verticalidad pura.
Eso presentó un partido físico. De cuerpeo constante, ya que todo se jugaba en la medular. Ahí se iba a decidir el duelo. En esas disputas aéreas que abrían espacios a la espalda de las defensas.
Los de Santi Castillejo andaban más versados. Mejor situados y más acertados. Suyas fueron las mejoras ocasiones de los primeros minutos. Eneko se quedó a un pie de rematar a placer en el segundo palo, mientras que Muñoz cabeceó por encima del travesaño.
Los delanteros granas peleaban sin suerte. No ganaban ni una y tampoco conectaban con los pases de la medular. Las bandas andaban desaparecidas. Osasuna presionaba alto y aunque no recuperaba sí que generaba dudas en la salida del Nàstic. El equipo estaba mejor colectivamente que a nivel individual.
No fue hasta los últimos segundos del primer acto que consiguieron imponerse a los defensas. Lupu era el más insistente. No desistía. Ni a golpes. Peleaba por la pelota como si no hubiera un mañana. Así se llevó una que nadie daba un duro. Aguantó dos embestidas para hacerse hueco y pegarle al cuero. El balón salió rebotado y acabó en los pies de Guillermo. El delantero vasco cargaba con mucho peso de jornadas sin marcar. Tenía ganas de liberarse y poder gritar un gol que llegó con un golpeo exquisito. Justo antes del descanso el marcador se ponía 1-0 y dibujaba un segundo tiempo con el escenario predilecto de los granas. Aunque solo duró un cuarto de hora. Barbero, en el primer balón que tocaba, marcó el empate. La jugada fue dudosa. El balón pareció salir del terreno de juego antes del centro de Sánchez.
El ataque del Nàstic con Pablo Fernández es otro mundo. El asturiano ofrece unos recursos incalculables. Sobre todo en el tipo de fútbol que practica el Nàstic. Baja balones, remata, ofrece criterio, etc. Medio ataque. Él solo generó más espacios que toda la primera mitad. Todo el peligro tarraconense pasaba por él, como hombre referente. No había más.
El técnico grana quiso añadir recursos en los extremos, pero al minuto de salir, Robert Simón salía en camilla con las manos en el rostro.
El partido se fue calentando por obra y gracia del árbitro. Pulido Santana quiso ganarse el ‘cariño’ del Nou Estadi con decisiones unidireccionales que sacaron de quicio a más de uno. Osasuna agradeció el ‘gesto’ para matar el partido y llevarse un punto. Lo que habían venido a buscar.