Hace unas semanas dejamos a Antonio Penadés despidiéndose de Emre, el singularísimo y providencial turco de castellano perfecto que había socorrido a nuestro autor de la vorágine de la antigua capital de los imperios romano, bizantino, latino y otomano. Estambul había sido la última parada de un viaje que había dado inicio en Mileto, y que había ido recorriendo parte de Asia Menor tras los pasos de la figura de Heródoto y el superlativo pero muy poco fiable ejército de Jerjes. En su anterior libro, Tras las huellas de Heródoto, Antonio Penadés, pertrechado de incontables lecturas -recordemos aquel «hay sitios que solamente pueden disfrutarse si han sido leído antes»-, la presencia siempre omnipresente del de Halicarnaso y la musa de la Historia transformada en un Renault Clio como único compañero de fatigas, nos había regalado un recorrido imprescindible y de inusitada belleza por la cuna de la civilización occidental.
En este nuevo libro, Antonio Penadés retoma ese viaje que había empezado a tomar forma muy pronto en su vida, en sus años de adolescencia, cuando un día en la biblioteca, mientras estudiaba para los exámenes de turno, se había topado con un tomo más bien voluminoso que llevaba por único título Historia. Dividido en nueve libros, su autor daba detallada cuenta de las Guerras Médicas, a la vez que profundizaba en el estudio de los grandes nombres que la protagonizaron y los pueblos respectivos que tomaron parte. Con el relato de esta guerra sin precedentes que enfrentó a griegos y persas, Heródoto se convirtió en el padre de todos los cronistas. Su influencia alcanza todavía a los más grandes de nuestro tiempo. Kapuscinski, uno de los de cabecera de siempre, supo tenerlo cerca, prueba de ello es el libro que le debe el nombre: Viajando con Heródoto. Y también lo tiene muy cerca Antonio Penadés, que, con sus dos libros, Tras las huellas de Heródoto y Viajando a la Grecia clásica, le rinde un fantástico homenaje al de Halicarnaso.
Título: Viaje a la Grecia clásica
Subtítulo: Del monte Athos a Termópilas
Autor: Antonio Penadés
Editorial: Almuzara
Páginas: 400
Viajando con Heródoto y Tras las huellas de Heródoto. La semejanza entre ambos títulos termina ahí, en el título. Poco tienen que ver, en realidad, más allá de la feliz coincidencia que los hermana. Lo que sí que comparten ambos es la mirada profundamente empática de Heródoto -necesariamente empática-, pues este se vio obligado muy pronto a abandonar su hogar para vagar por el mundo sin patria a la que poder regresar. Pero de esta necesidad -la de un hogar, una patria o simplemente la de un lugar al que volver de sus viajes- supo hacer virtud, y el mundo terminó por convertirse en su casa. La trascendencia de Heródoto, y lo que hace su lectura profundamente moderna y muy necesaria hoy, reside en la aceptación del Otro, en esa voluntad de dejarse traspasar y afectar por la otredad. La suya es una mirada diversa y plural, empática y libre de juicio. Siempre busca entender más allá de la diferencia más epidérmica. Es una mirada que no se limita a captar los hechos, sino también la condición humana de los que los protagonizaron.
Y es esa mirada la que captura Antonio Penadés cuando acude al centro de refugiados de Drama en el puesto fronterizo de Idomeni o cuando visita el monte Athos, donde los monjes siguen llevando la vida que llevaban en plena época bizantina. Oday, un joven kurdo de veinte años que se había visto obligado a huir de su hogar, y Sergei, miembro de la minoría rusa de religión ortodoxa de Letonia que siempre había anhelado ver Athos con sus propios ojos, como Emre en su libro anterior, no son únicamente dos nombres, son dos testimonios de primera mano que humanizan más si cabe el libro y que particularizan todo lo que está mal en el mundo. El viaje, después de esos dos encuentros, toma una dimensión distinta. Mucho más consciente y precisa de estar viviendo algo verdaderamente especial. Y es que ningún viaje que se precie debería devolvernos a casa indiferentes o iguales a nuestro punto de partida.
Como ya ocurriera en Tras las huellas de Heródoto, Antonio Penadés nos regala un viaje maravilloso que no es solamente físico, sino también emocional. En un diálogo constante con el pasado, Viaje a la Grecia clásica, y por extensión su antecesor, despliega una humanidad muy necesaria hoy, cuando día a día parece que el mundo se abisma a su fin. También es un recordatorio de que figuras como la de Heródoto nunca estarán de más.