Más allá de deleitar el paladar, la gastronomía también es una exquisitez para la vista. Apasionados del arte culinario, los fotógrafos Pep Escoda y Nani Nolla apelan a los cinco sentidos y la creatividad en la exposición Parem taula!, que hasta el próximo 11 de octubre se puede visitar en la Sala Àgora del Ayuntamiento de Cambrils. La muestra coincide con la sexta edición de la Biennal d’Art Gastronòmic, que busca dar a conocer propuestas artísticas relacionadas con la gastronomía.
De esta manera, la exposición se centra en el ritual diario de poner la mesa y sentarse a su alrededor, creando un tiempo y espacio compartido que incide en la comunicación y en la relación afectiva. «Ya sea a través del trabajo conceptual de Pep Escoda, o mediante el mío, inspirado en la comida del día a día, ambos ponemos nuestros trabajos encima de la mesa para invitar a la gente a disfrutar», afirma Nani Nolla, quien es miembro del colectivo Photo KM0 dedicado a la fotografía relacionada con el Camp de Tarragona.
En sus imágenes, la fotógrafa «juega con el arte de distribuir las luces y las sombras de manera que producen un efecto armonioso», condimentando con claroscuros unos apetitosos membrillos que en su día acapararon la portada del libro Codonys a l’armari de la misma autora.
Nani Nolla es aficionada a la fotografía desde siempre. A principios de los años noventa cursó estudios de fotografía analógica y otras técnicas en el IDEP Escola de Fotografia, en Barcelona. Además, ha realizado fotografías para libros de otros autores, como Las recetas de Glutoniana (2019) de Mònica Roig, con recetas aptas para celíacos, sin gluten y sin lactosa, y La melmelada a la cuina (2015) de Bet Carbonell y Mireia Jordana.
Durante años también hizo fotografía de viajes. Por ello, sabe de buena tinta que a través de la comida también es posible apreciar la cultura de cualquier destino. Inspirándose en el nexo entre Gyo (pescado) y Taku (frotar), Nolla anuncia una serie de pescados siguiendo la tradición japonesa, cuando «a mediados del siglo XIX los pescadores imprimían con tinta negra de calamar o sepia o tinta china las especies que habían capturado, para que los clientes pudieran identificarlas».
Volviendo al siglo XXI, y haciendo bandera de los alimentos de temporada y de proximidad, la también autora del blog La cuina violeta invita al público de la exposición a ponerse el delantal y cocinar un sabroso Pollastre al vermut, porque en palabras de la fotógrafa «en nuestra mente guardamos todo aquello que hemos comido de pequeños, somos memoria de la cocina donde se ha escrito la historia de cada casa».
Una sabiduría de la que también goza Pep Escoda, a quien el anuario por excelencia Foodprint ha nombrado por cinco años consecutivos uno de los mejores fotógrafos de Europa en la especialidad de fotografía gastronómica. «Los fotógrafos, fotografiemos lo que fotografiemos, nos fotografiamos a nosotros mismos», opina el tarraconense, quien ha publicado sus imágenes en más de 150 libros, para editoriales como Taschen, Daab, Teneues o Harper design New York, New York Times, Forbes Magazine, ICON Magazine, entre otras. Una trayectoria que se alimenta de sus orígenes. Por eo, en la exposición Parem taula! también deja su impronta marinera en el mural Identitat, al mismo tiempo que, al estilo de La Gioconda, enmarca y rinde culto a una dorada cuchara.
Por otro lado, como símbolo de la soledad gastronómica, Pep Escoda presenta After eating (després de menjar). «Desde el punto de vista experimental, tras cocinar la comida y comérmela, hacía la digestión fotografiando el plato tal y como había quedado», explica él mismo, porque como es bien sabido a la taula i al llit, al primer crit!. En cambio, la colección An abstract process of wine captura el proceso natural del vino hasta que se hace líquido, fruto de la gente que ama la tierra y la cultura del vino con nombre propio: Clos de l’Obac, Priorat.
Y de un hecho a otro, el tarraconense tiene también la exclusiva Crime scene. «A quién no le ha caído una copa de vino sobre la mesa», reflexiona el fotógrafo, quien -testigo de dicha inocente torpeza- confiesa que «a la joven que me tiró la copa de un vino del Priorat la maté a besos por crear esta obra de arte».