Casi siete años han pasado desde el mes de octubre del 2017. Casi siete años en los que hemos vivido un Dragon Khan de emociones. Hoy es el día. Carles Puigdemont anunció ayer que hoy estará en el Parlament y, en función de la hora en la que lean estas líneas, ya sabrán si ha sido así, si ha conseguido entrar en el Parc de Ciutadella, si ha sido detenido por los Mossos d’Esquadra y si está camino de Madrid o en Barcelona o dónde. Ustedes ya saben algo más que yo, pero todos compartimos algunos interrogantes.
Qué puede pasar
Son muchas las incógnitas que aún no tienen respuesta en torno a una jornada que puede marcar un punto de inflexión en la política catalana. Justo después de que la Diputación Permanente del Parlament hubiese convocado formalmente el debate de investidura para esta mañana a las 10.00 horas, Puigdemont difundió un vídeo de dos minutos en redes sociales en el que anunciaba que ya había «emprendido el viaje de retorno del exilio» para intentar asistir al pleno, aun siendo consciente de que podía ser detenido, porque el Tribunal Supremo no le está aplicando la ley de amnistía aprobada por el Congreso.
Puigdemont ha hecho las cosas como le gusta hacerlas. Tiene mucha cultura fílmica encima: sus puestas en escena generan un cierto misterio (su paradero, los maleteros, los cambios de coche). Es un cinéfilo empedernido y sabe jugar con la escenografía, cosa que suele acabar por desconcertar a todos sus adversarios. Los guiones de Puigdemont solo los escribe Puigdemont y el de su regreso no iba a ser de menos. La única certeza, por ahora, es que Puigdemont tiene previsto irrumpir en el acto de recibimiento convocado hoy a las 09:00 h en el paseo Lluís Companys de Barcelona, muy cerca del Parlament.
¿Conseguirá llegar hasta el escenario montado delante del Arco de Triunfo y pronunciar su primer discurso en Catalunya desde que huyó a finales de octubre de 2017? Insisto, ustedes ya lo saben. Pero si lo consigue, él y sus miles de seguidores lo vivirán como una «victoria». En lo simbólico es difícil ganarle la mano a Puigdemont. Lleva siete años soñando con este momento y si bien las cosas no han salido como él quería, no va a dejar de aprovechar la poca posibilidad que le brinda un retorno bajo la espada de Damocles de una detención.
Algunas veces se ha comentado que Puigdemont no quería gobernar, quería regresar. Este matiz es importante también para comprender todo lo que pueda ir sucediendo durante la jornada. No son pocos los militantes de Junts que no entienden esta decisión de regresar a cualquier precio, sobre todo cuando el regreso (la auténtica arma atómica en manos de Puigdemont) en otros momentos de estos últimos siete años, hubiese provocado una repercusión internacional mucho mayor. Regresar en agosto tampoco es que sea el mejor momento del año. ¿Qué sentido tiene hacerlo ahora? Es difícil que pueda hacer algo más que retrasar unos días la investidura de Salvador Illa. En ese sentido poco se puede esperar. Habrá ganado en la guerra de los titulares, por unas horas a la espera de la próxima crisis. Podríamos asegurar que ha regresado para cerrar un ciclo de legitimidad histórica. Eso es cierto. Le llaman cerrar el ciclo abierto por la aplicación del artículo 155 de la Constitución. De alguna manera fuerza la Historia a ser escrita a su favor. Las horas que nos esperan dirán si esta vez le sale bien el guion.