Montse Mechó, la abuela paracaidista: ‘Hay que mirar más al cielo, es gratis’

A sus 83 años lleva a sus espaldas 934 saltos en paracaídas y es una habitual en las competiciones de natación. Está empeñada en descubrir a otros mayores el gusto por moverse y por probar cosas nuevas

27 mayo 2017 09:19 | Actualizado a 28 noviembre 2017 13:46
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«Hay que salir más, mirar más al cielo, que es gratis... Una vez que has subido y contemplado la Tierra desde arriba, sabes que allí es donde quieres estar... Yo he tenido la suerte de subir,  pero cuando no pueda seguiré mirando al cielo y disfrutando», explica Montse Mechó, barcelonesa de 83 años y bautizada por algunos como ‘la abuela paracaidista’.  A sus 83 años acumula 934 saltos a sus espaldas gracias a una afición en la que se inició cuando tenía 49.

Mechó ha sido nombrada embajadora de GAES Te Cuida, una campaña para fomentar hábitos saludables entre los mayores y está encantada con la idea, porque, reconoce, tiene amigas a las que es muy difícil sacarlas de casa y tiene la esperanza de conseguir que se muevan.

Aunque a Mechó se la conoce por el paracaidismo, esto es casi una anécdota en una vida dedicada a distintos deportes. Campeona española de salto de trampolín en 1951, ha hecho también natación sincronizada (entonces, ballet acuático), submarinismo, esquí, windsurf... Y no deja de nadar. El sábado de la semana que viene  se va a unos campeonatos en Sabadell y después a Extremadura. «Cada año hago peor tiempo, pero yo sigo yendo. En el momento que paras estás perdida». En estas competiciones explica sonriente que «todos los jóvenes se hacen fotos conmigo».

Reconoce que, como todo el mundo, se cansa, tiene algún dolor, pero le echa fuerza de voluntad y va cada día a nadar, primero en el mar y luego a cubierto.

Asegura que a su edad no hay que hacer alardes, sino ser constantes. Es suficiente con salir a unos jardines, a la playa «y es gratis», insiste, ella que vive de una pensión más que modesta. «Yo he tenido una fractura de cadera en cinco partes, me han puesto una prótesis de cadera, me rompí un pie, me quitaron la vesícula... Y todo lo he superado con el ejercicio».

El deporte también le ha ayudado a superar momentos duros como la muerte de un hijo haciendo pesca submarina a los 26 años.

 «Cuando sales a hacer un poco de deporte vuelves y dices: «Gracias que he ido; si no puedes correr, anda, y si no puedes andar, coge un bastón y sigue».

Pionera de la sincronizada

Pero aunque el deporte ha sido su vida (también trabajó como profesora de natación), su primera actividad física fue el ballet. La apuntó su madre, una profesora de piano de Reus. Después todos aquellos conocimientos los llevó a la piscina, donde estuvo con las pioneras de la natación sincronizada cuando todavía era ballet acuático. Todavía practica movimientos en el agua para luego emplearlos en las piruetas que hace en el aire.

Eso sí, no va de heroína, siempre pone la seguridad por delante y dice que hay que respetar al cuerpo. «Algún compañero me dice que ha hecho 20 piscinas y yo les digo que yo con cuatro tengo», apunta.

La otra gran premisa es disfrutar con la actividad, por eso recomienda a los padres que llevan a sus hijos a actividades deportivas estar sobre todo seguros de que están a gusto, de que se lo están pasando bien.

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