Sería curioso un encuentro entre Donald Trump y Deadpool. El primero, un ‘peculiar’ presidente de los Estados Unidos; el segundo, el superhéroe del universo Marvel más macarra y deslenguado creado por Rob Liefeld hace dos décadas. ¿De qué hablarían semejantes personajes tan políticamente incorrectos?
Pero, sin duda, quien más llamaría la atención sería Deadpool, el superhéroe-antihéroe más callejero y terrenal que saltó de los cómics a la gran pantalla manteniendo su espíritu o incluso aumentando las dosis de lo irreverente. Su presentación, hace dos años, consiguió que fuera no recomendada para menores de 18 años (en Estados Unidos, si quieren verla tienen que ir acompañados de un adulto) y se convirtió en la película de esta categoría más taquillera de la historia, con unos 630 millones de euros de recaudación.
Atrajo a un público que las historias convencionales de superhéroes le parece demasiado edulcoradas.
La nueva entrega de este particular superhéroe está dirigida por David Leitch, responsable de dos éxitos de taquilla como John Wick y Atómica.
Deadpool 2 ahonda en la misma temática de la primera parte. Un superhéroe que intenta salvar con un estilo muy peculiar su pequeño mundo y que recibe la visita de Cable, un ser mitad humano y mitad robot que viene del futuro para cumplir una misión (¿les suena de algo el personaje?). Y para rematar: el motivo de su enfrentamiento no será otro que un niño, un joven al que Deadpool querrá proteger y Cable matar.
Ryan Reynolds no sólo es el actor protagonista del filme, también es productor y guionista del mismo.
El actor canadiense encaja a la perfección en el personaje. «Es el papel de mi vida. La gran estrella es el personaje y no las escenas de acción. Yo nunca he encontrado un papel que me haya dado tanta libertad como éste», recuerda el propio Reynolds.
Comunión con el espectador
Porque, sin duda, Deadpool habita en un espacio que nadie -entre los superhéroes- ocupa. Es cómico, se dirige directamente al espectador y piensa como él. Rompe la cuarta pared y otras muchas barreras, algo verdaderamente impensable en el universo Marvel y DC.
La película comienza con el personaje reventado en trozos después de un intento de suicidio provocado por la muerte de su novia; su amigo X-Men ‘Coloso’ recoge los pedazos y lo recompone, en un intento más de que el antihéroe se incorpore al grupo de los mutantes invencibles. Pero, evidentemente, Deadpool es incapaz de seguir cualquier tipo de norma lógica.
El espectador se va a reír con este personaje gamberro y desmesurado en un filme que resulta un continuo disparate de bromas contra los X-Men.
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