El primer semestre de 2022 quedará marcado en la retina de los inversores como uno de los peores de la historia de los mercados financieros, tanto por las negativas rentabilidades registradas como por el amplio abanico de activos afectados.
De las 38 subclases de activos, solo 4 han obtenido retornos positivos, una cifra más baja incluso que la observada en 2008. El índice bursátil estadounidense S&P 500 ha registrado la mayor caída semestral de los últimos 60 años, y en Europa los mercados de renta variable han experimentado la mayor caída desde 2008.
En renta fija, el bono del Tesoro americano con vencimiento a 10 años ha cerrado su peor primer semestre desde 1788. En conjunto, el comportamiento combinado de acciones y bonos a escala global ha sido el peor desde que Bloomberg tiene registros (1990).
Estamos asistiendo a un período histórico con una sucesión de eventos tan atípicos en pleno siglo XXI como una pandemia global, una guerra en el seno de Europa y unas políticas económicas fuertemente expansivas.
Tras la pandemia en marzo de 2020 y la paralización económica global, iniciamos una fortísima recuperación apoyada por extraordinarias medidas fiscales y monetarias que han generado una elevada inflación y restricciones en las cadenas de suministro. La posterior guerra en Ucrania no ha hecho más que aumentar estos desequilibrios en un momento en que éstos parecían reconducirse.
Ante este fuerte riesgo inflacionista, los bancos centrales, y especialmente la Reserva Federal, parecen decantarse por revertir la política monetaria laxa mantenida durante un largo período, de forma rápida e intensa, ante una inicial y esperada normalización de tipos de interés más prolongada en el tiempo y en cuantía. Esta velocidad y contundencia genera expectativas de fuerte desaceleración económica, e incluso potencial recesión técnica.
Las subidas de los tipos de interés oficiales inciden directamente en los activos de renta fija, e indirectamente, por sus efectos en el ciclo económico y las valoraciones, en la renta variable. En estos momentos, la clave de las bolsas se encuentra en las previsibles revisiones a la baja y evolución de los beneficios empresariales. En los próximos trimestres dirán si estaban alejados de la nueva realidad económica o son capaces de mantener el ritmo de crecimiento medio como ocurrió en anteriores acontecimientos recesivos (2002).
Los mercados a corto plazo deben continuar volátiles dadas las incógnitas que todavía hay que esclarecer, y hasta que aumente la visibilidad económica y empresarial en un esperado rango lateral-bajista. En este entorno, mantenemos todavía una visión de prudencia estratégica.
Sin embargo, después de las valoraciones alcanzadas, seguimos muy atentos a potenciales movimientos que parecen cada vez más cercanos. Dada la verticalidad de la caída, las valoraciones actuales ya descuentan e incorporan una parte importante de las malas noticias que puedan llegar.
Después de períodos tan negativos, históricamente los mercados se recuperan con fuerza, y con mayor razón cuando estamos tratando de la planificación de las inversiones a medio y largo plazo.