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Lecciones del asesoramiento en tiempos de incertidumbre

24 marzo 2025 16:51 | Actualizado a 24 marzo 2025 18:15
Se lee en 2 minutos
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Cada crisis financiera, cada episodio de volatilidad en los mercados y cada momento de incertidumbre traen consigo lecciones valiosas. El problema es que, en algunas ocasiones, las olvidamos justo cuando más falta nos hacen. Sin embargo, como dice el refrán, de lo que se trata es de «hacer de la necesidad virtud».

A lo largo de los 25 años que ya hemos consumido del siglo XXI, los mercados han experimentado caídas abruptas, recuperaciones inesperadas y burbujas que parecían prolongarse en el tiempo hasta que, de repente, estallaban. En todas estas situaciones hay una constante: quienes han logrado atravesar estos momentos con éxito no han sido los que han intentado predecir lo impredecible, sino los que han aprendido a gestionar su dinero pensando en el largo plazo y tratando de entender el papel de las emociones como el miedo antes de tomar cualquier decisión, en lugar de dejarse llevar por ellas.

Esa es la primera lección que deja cualquier crisis financiera, desde el punto de vista de los ahorradores y los inversores: evitar la toma de decisiones precipitadas. Lo que no quiere decir tampoco que la incertidumbre tenga que paralizarnos.

Si echamos la vista atrás, podemos ver cómo quienes se mantuvieron al margen del mercado tras la crisis de 2008 tardaron años en recuperar la confianza para invertir, perdiéndose uno de los ciclos alcistas más largos de la historia. Lo mismo ocurrió tras el desplome de los mercados con la pandemia en 2020, mientras el pánico se apoderaba de algunos inversores, otros confiaban en su estrategia y aprovecharon la posterior recuperación. En estos momentos de máximo estrés, la planificación a largo plazo siempre se ha demostrado como una estrategia ganadora.

Sin duda, el miedo y la euforia son dos caras de la misma moneda y ambas conducen, casi siempre, a la toma de malas decisiones. Lo normal es que el miedo nos haga deshacer posiciones inversoras en los peores momentos, renunciando a una recuperación que puede llegar antes de lo esperado. De igual modo, la euforia nos empuja a asumir riesgos excesivos, convencidos de que las subidas nunca terminarán. La realidad es que, a largo plazo, ni el pánico ni la codicia construyen riqueza, sino que lo hacen la constancia y la planificación.

Y ahí entra en juego la importancia de la diversificación. Una de las lecciones que nunca deberíamos cansarnos de repetir. Repartir nuestras carteras de inversión en diferentes sectores y geografías será una de las formas más efectivas de protegerse frente a la incertidumbre. Apostar todo a una sola carta, por muy prometedora que parezca, es un error recurrente. Basta recordar los inversores que, durante la burbuja tecnológica de los años 2000 o más recientemente con las criptomonedas, pusieron todas sus esperanzas en un solo activo.

Otra lección muy importante que nos deja cualquier crisis es que el asesoramiento profesional marca la diferencia siempre. Porque invertir no es solo una cuestión de números, sino de saber manejar la incertidumbre con cabeza fría y la ayuda de un profesional que posea los conocimientos y experiencia contrastados y certificados.

Un buen asesor financiero no solo ayuda a elegir dónde invertir, sino que también actúa como un freno ante decisiones impulsivas y como un guía para mantener el rumbo cuando todo parece tambalearse. Es fácil confiar en la estrategia cuando el mercado sube, pero el verdadero valor del asesoramiento se ve cuando las dudas se apoderan del inversor y necesita alguien que le recuerde que, a largo plazo, lo más importante es no desviarse del camino. Con el asesoramiento profesional, la incertidumbre no desaparecerá, pero tendremos las herramientas para aprender a gestionarlo mucho mejor.

Xavier Nicolás - Presidente del Comité de Servicios a Asociados de EFPA España

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