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Jan Escala rescata un punto utópico para el Calafell

Un gol verdiblanco a falta de dos décimas para el final deja en empate el derbi (3-3). El Reus defiende que es acción ilegal

25 febrero 2024 16:38 | Actualizado a 25 febrero 2024 16:38
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El hockey genera muchas sospechas sobre su capacidad recreativa, aunque en el derbi, las eliminó por completo. Restaban dos décimas para el final y el Calafell dispuso de una última falta que precisaba ejecutar de forma directa. Disparó de pala Jan Escala y la pelota perforó la portería de Càndid Ballart. Se desató el delirio en el Joan Ortoll porque los colegiados dieron validez al acierto ante la incredulidad de la expedición del Reus. Tal y como marca el reglamento, esa acción sólo podía adoptar el título de tanto si algún jugador rojinegro tocaba esa bola. Si entraba sin desvío previo, no valía.

Ribó y Burgos, los jueces, interpretaron que el arquero Càndid Ballart rozó la pelota y consumaron la decisión. Mientras el Calafell festejaba, el Reus derramó sus hostilidades hacia la pareja de árbitros, sobre todo el técnico, Jordi Garcia, absolutamente desesperado en cada protesta. De hecho, hasta amagó con enseñarles las imágenes con un Ipad, pero se frenó. Garcia también defendió un matiz previo, el crono se encontraba a cero y eso, con la norma actual, obliga a resituar el tiempo pendiente. Desde el Reus argumentan que si el reloj hubiera marcado esas dos décimas, no hay espacio real para armar el tiro.

En todo caso, para los verdiblancos el punto contiene un sabor a éxito brutal, porque parecía utópico cuando restaban poco más de dos minutos. Su rival dominaba por 1-3 y ejercía con jerarquía, no había indicios de reacción local. Sólo la décima falta del Reus auguró un final cardíaco siempre y cuando Xaus culminara el mano a mano ante el meta reusense. Lo hizo, batió a Ballart por su palo diestro.

Entre el ramillete de situaciones paranormales que se produjeron en ese suspiro final, los rojinegros disfrutaron de otro tiro libre para el 2-4 a 23 segundos para la conclusión. El portero del Calafell, Gerard Camps, arriesgó y fue al rincón para pujar por una bola a la desesperada. Cometió infracción y vio la azul, con el agravio de que Martí Casas volvía a postularse como ejecutor. Aspiraba al cuarto gol. La expulsión de Camps provocó que el segundo arquero local, Marc Solans, se comiera ese gigante marrón. Lo solventó para sorpresa de todos, y dejó con vida al Calafell. Se convirtió en un héroe inesperado. La pala de Jan Escala ya la conocen todos los especialistas del juego.

Máxima igualdad

Antes de ese desenlace con tintes surrealistas, el derbi respondió a alto voltaje de casi siempre. Dos plantillas parejas, muy orgullosas del escudo que defienden y con la ambición intacta por convertir sus ciudades en capitales del hockey provincial. El Ortoll, por cierto, daba gusto, pocos envites gozan de un clima tan caliente, tan tradicional, tan a la vieja usanza. Acostumbrados al cemento y al frío de cada fin de semana, la rivalidad entre Reus y Calafell ofrece aire fresco y esperanza.

Mientras los dos protagonistas imponían su capacidad organizativa, el envite se descosió también con polémica. Pascual le robó el botín a Guillem Jansà en media pista y definió para el 1-0 a los 11 minutos de juego. Hubo falta a Jansà en la previa al gol, aunque los lamentos visitantes sirvieron de poco.

El Reus halló en el colmillo de Martí Casas, un aliado diferencial. En Calafell ejerció de ídolo no hace mucho y de verdugo en el presente. El atacante igualó antes del descanso y devolvió la incertidumbre el duelo.

En Calafell también contaron motivos para reclamar injusticias arbitrales, sobre todo en dos azules directas a Jepi Selva y Sergio Miras, ya en el segundo acto. Algunas de ellas evitables. Curiosamente, en esos resquicios Martí Casas halló la efectividad que se le presupone para otorgarle al Reus un tesoro que auguraba celebración. 1-3 y tres minutos por delante. Nadie adivinó el efecto superviviente de un Calafell que nunca planta la bandera blanca y menos en su pista, ante la fidelidad de sus hinchas. La pasión del equipo de Ferran López generó la imposible. Un punto utópico que sabe a vino de Rioja.

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