Bienvenidos a la nueva era de la Selección Española. Una segunda época en la que volver a ganar está más cerca que nunca. Una etapa en la que no hay nada que temer porque hay una serie de futbolistas que han nacido sin complejos. Han visto ganar a los Casillas, Ramos, Puyol, Xavi, Iniesta, Villa, Torres... A esos ídolos que les dijeron hace unos años que no había imposibles y que siendo fieles a un estilo conquistaron dos Eurocopas y un Mundial.
La cuarta Eurocopa está en camino porque España se metió en la final de Berlín del próximo domingo tras remontarle a Francia un tanto inicial que quedó en anécdota. Luis de la Fuente ha creado un equipo que no titubea nunca. Les han dicho tantas veces que es un país sin futuro, que estos jugadores han decidido construirse ellos mismos uno propio. Uno en el que la alegría impera y en el que ganar importa, pero también el camino.
Lamine Yamal es un reflejo de la inocencia del ser humano. Juega sin temor al que pasará. Tiene un presente tan brillante que hablar de su futuro sería infravalorarlo. Con solo 16 años, cumplirá 17 solo un día antes de la final, actúa con una madurez impropia de su edad. Es un padre disfrazado de niño. Se ha bajado del coche de tope y se ha subido a un Ferrari que pilota sin haberse sacado el teórico porque directamente ha pasado a la práctica.
El extremo catalán apareció cuando Francia había encontrado premio sin apenas esperarlo. Mbappé encontró un resquicio en el costado izquierdo para meterle un centro a Kolo Muani que no perdonó en boca de gol. Fabián lo había hecho antes y eso suele tener un final escrito. Con el 0-1, España siguió a lo suyo. Proponía e intentaba desordenar a la siempre estricta Francia. Al orden se le rompe con el talento y ahí emergió Lamine Yamal para clavar un golazo por la escuadra con su zurda de seda. En tiempos de amenazas de la derecha, emergió un hijo de inmigrantes marroquíes para marcar con la izquierda. Poesía pura. Para que luego digan que el fútbol no explica la vida.
No había digerido España el primero, cuando se encontró con el segundo. Esta vez emergió otro de esos jugadores que empujan con fuerza. Dani Olmo vive lejos del foco en la Bundesliga, pero en esta Eurocopa está demostrando que su fútbol merece portadas. Marcó y asistió ante Alemania en los cuartos de final y volvió a clavar la daga ante Francia en otra jugada de pura virguería. Domó el balón y encontró el hueco para sacarse un disparo seco al segundo palo que Koundé solo pudo empujar hacia dentro. El gol era suyo pese a contar con la colaboración del defensa francés.
No había mejor plan de partido para España que el que se dibujaba con el 2-1 en el marcador. Había remontado un 0-1 en contra y su refuerzo emocional reforzaba su estilo futbolístico. Francia había planteado un encuentro con el resistir y sorprender. Todavía interiorizó más ese plan de partido con el 0-1. Así que cuando se vio con el 2-1 en contra permaneció con el rostro desencajado. Incrédulo. Es un equipo que se siente vencedor cuando no pasa nada. Ahora le tocaba a él escribir la historia, proponer, hacer algo que no acostumbra a hacer.
Con ese guion de partido, España decidió combinar dos estilos. Se defendió con la pelota cuando pudo, pero tampoco le hizo ascos a juntarse en defensa para no concederle espacios a la veloz Francia. Dejó claro que su estilo ha evolucionado a la par que el fútbol. Ahora toca y toca, pero también corre y defiende si hace falta. Ha entendido que querer el balón está bien, pero que saber jugar sin él cuando toca, está mejor.
El paso de los minutos solo evidenció que España estaba cómodo y Francia quería y no podía. Ni la entrada desde el banquillo de Camavinga, Griezmann y Barcola pudieron cambiar el signo del partido ante una España que se arropó en el orden y en el poco riesgo para ir contando los minutos.
Francia apenas generó peligro porque Mbappé no encontraba espacios y sus acompañantes de ataque tampoco le ayudaban. Solo tuvo una el crack francés en una de sus típicas diagonales con balón, pero apretó el gatillo con tanta fuerza que encasquilló la bala. El cuero salió muy por encima del larguero.
Ni siquiera en la agonía se le vio a España cambiar su rostro. Los niños siguieron divirtiéndose en unas semifinales de la Eurocopa. Cuando el árbitro pitó el final saltaron de alegría porque les espera una final.
Doce años después, España está de vuelta. Ahora toca ponerle el broche a esta historia de soñadores. Hoy se conocerá el rival. Países Bajos o Inglaterra. Nada que temer.