En plena naturaleza, enmarcado por las montañas de Prades, encontramos uno de esos rincones gastronómicos que son un regalo para aquellos que nos gusta disfrutar de una buena mesa y degustar las maravillas de un buen ágape: una exclusiva merluza negra que no se consigue fácilmente y que se convierte en el plato estrella, unas suculentas albóndigas coreanas, un meloso risotto de trufa fresca, unas equilibradas anchoas acostadas sobre una cama de brioche, una refrescante ensalada de berenjena.
Un espacio para tan solo 44 comensales en una acogedora sala donde se tienen en cuenta todos los detalles y «donde no se repite mesa». Una interesante carta fija con varios primeros y segundos que van variando en función de la temporada y de la disponibilidad de los productos. Una propuesta que fusiona los platos de la gastronomía catalana tradicional con la influencia mediterránea y una gran presencia de la cocina asiática más auténtica. Regado por sus propios vinos, cinco propuestas del Priorat y de Prades, «unos vinos redondos que reflejan la esencia y características de la zona». Y todo bajo la batuta de Totó Marqués, empresario local que decidió dar un giro total a su vida y dedicarse en exclusiva a algo que le apasiona: la cocina.
Recuperar el vino de Prades
Marqués cuenta con un gran bagaje gastronómico, cultural y personal, pues por motivos profesionales ha estado viajando durante toda su vida: Asia y Estados Unidos fueron algunos de los lugares donde más tiempo estuvo viviendo, sin embargo, «siempre que volvía intentaba ir a Prades los fines de semana porque era un lugar que me encantaba por su paz, por su ubicación genial a 1.000 metros de altura, pero cerca del mar, por su clima y porque rompía con el ambiente de las grandes urbes. Decidí que en algún momento de mi vida viviría allí». Dicho y hecho: en 2010 compró una casa en pleno bosque y afirma que toda su familia es muy feliz allí.
La propuesta gastronómica fusiona cocina catalana con toques asiáticos
Pero su historia de amor con Prades se inició unos años antes, en 2006, cuando decidió comprar sus dos primeros viñedos, Les Vinyes y Els Estepans, donde junto a su hijo Guillermo, se propusieron un bonito reto: «hablando con gente de la zona, me comentaban que en los años 50 y 60 se elaboraba vino autóctono, así que pensamos en recuperarlos y elaborar vinos de altura en plena montaña». Y funcionó: en 2011 empezaron a trabajar sus primeros caldos y actualmente (tras complementarse con otro viñedo en Poboleda, donde elaboran vinos DOQ Priorat), cuentan con seis propuestas: un blanco (Cel de Prades) y cuatro tintos. Elaborados con distintas variedades donde predomina la garnacha, son todos ecológicos.
Entre sonrisas, Totó asegura que ya «sólo por los vinos ya vale la pena subir al restaurante», por ello quieren empezar a organizar catas, complementando así la oferta del restaurante, que actualmente abre los viernes noche, sábados mediodía y noche y domingos sólo a mediodía. Una suculenta ‘parada i fonda’ con unas vistas únicas.