La ducha es la actividad de higiene general más usada con mayor frecuencia en nuestra vida habitual. Además, el agua es el producto de belleza más económico del mercado, sin contar con que también es el mejor y el que más aplicaciones tiene. Según se regule su temperatura, puede estimular, relajar, despertar o vigorizar. Para ello, nada mejor que convertir la ducha en una buena aliada.
Ducha matutina
Mientras dormimos, nuestras funciones corporales se ralentizan considerablemente, nuestra piel excreta células muertas y grasa. Por eso, para despertarnos en un momento y animar nuestra piel, lo mejor que podemos hacer por las mañanas al saltar de la cama, es darnos una ducha que estimule miles de terminaciones nerviosas repartidas por toda la piel, dando vida al cuerpo adormilado. La ducha de aseo diario nunca la prolongaremos más de 5 minutos. No utilizar agua muy caliente, ya que la piel, al abrir los poros, tiende a deshidratarse en exceso. La temperatura ideal es entre 28 y 35 °C.
Ducha alternante
Esta ducha es preferible tomarla por la noche. Es bueno ducharnos primero uno o dos minutos con el agua tan caliente como nuestra piel pueda soportar, a continuación nos duchamos con agua fría. Volvemos a ducharnos con agua caliente y luego, otra vez, con agua fría. Repetiremos la operación varias veces, alternando el agua caliente (de 38 a 43 °C) con agua fría (menos de 18 °C).
Ducha con aceite
Consiste en ducharnos primero con agua caliente (temperatura de 29 a 38 °C) y un jabón suave. Cerramos la ducha para aplicarnos el aceite corporal deseado sobre la piel húmeda. Nos volvemos a duchar con agua caliente y luego otra vez con agua fría. Al terminar, la piel quedará tersa, suave y totalmente hidratada.
Ducha para activar la circulación
Nos ducharemos primero con agua caliente (36 °C aproximadamente) y jabón muy suave. A continuación, nos daremos un masaje por todo el cuerpo con un guante de crin o un cepillo corporal. Comencemos por la base de los pies y nos paseamos por todo el cuerpo. No hay que dejar ni un rincón por estimular. Al terminar, nos ducharemos con agua fría.
Ducha exfoliante
Es conveniente ducharnos con un gel revitalizante. Después, con el cuerpo húmedo, nos aplicaremos un exfoliante para retirar las células muertas de la piel y dejarla luminosa. Si queremos preparar un exfoliante corporal casero, seguimos las pautas (la temperatura entre 25 y 29 ºC). Mezclemos azúcar o sal marina con el gel revitalizante y utilicemos una esponja vegetal o un guante de crin. Para que haga más efecto, extenderemos la mezcla con movimientos circulares ascendentes desde los pies hasta el cuello. Lo realizaremos dos veces por semana y notaremos como la piel absorbe mejor las cremas hidratantes y tratantes. Por último, aclararemos bien y terminaremos la ducha con un chorro de agua fría. Aconsejamos: Gommage Tonic Corps, de Clarins. Consiste de un exfoliante corporal con aceites esenciales que elimina al instante las células muertas y las impurezas. Su textura de gel untuoso y fundente, aporta sensación de confort.
Ducha a toda presión
La presión alta es de efecto tranquilizante y casi tan beneficiosa como un masaje manual, pero es perjudicial para personas con una piel muy sensible y delicada. Evitaremos el agua excesivamente caliente, ya que una elevada temperatura sumada a la presión fuerte, elimina en exceso la grasa y la humedad. La temperatura ideal del agua oscilará entre los 35 °C y los 38 °C. Procuraremos prolongar la ducha hasta 15 minutos.
Ducha efecto frescor
La temperatura ideal es de 24 a 29 °C. Utilizaremos productos para la ducha que contengan sustancias revitalizantes, nutritivas e hidratantes, y, por lo tanto, no resequen. Aconsejamos: Gel de Baño Reina de Egipto, de Alquimia. Inspirado en la belleza y el misterio de las reinas egipcias. Está formulado con ingredientes naturales seleccionados para limpiar suavemente la piel mientras la hidrata y la deja con una sensación sedosa y suave al tacto.