Para una mirada cercana a David Lynch

25 enero 2025 14:01 | Actualizado a 26 enero 2025 07:00
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Ahora que ya se ha dicho todo sobre David Lynch, no está de más que hagamos un viaje a su universo visual y sonoro. Con este fin, ofrecemos aquí, como homenaje, un catálogo de formas que permanecerán para siempre en nuestra memoria por su repetición y por su potencial de significación. Se trata de una pequeña muestra del compendio de los motivos que han vertebrado la obra de este emblemático cineasta; motivos que se nos presentan como un rompecabezas para ahondar en el misterio en el que vivimos.

Luces en la carretera. Los trayectos alucinatorios de atmósfera onírica y surreal que viven los protagonistas de sus films encuentran su mejor figuración en la luz de los faros de un coche proyectados sobre una carretera de noche. El discurrir de las líneas produce un efecto hipnótico de trance hacia otro mundo, como si fuera un caleidoscopio de formas que nos adormeciera lentamente hacia una pesadilla.

La casa en llamas. El gusto de Lynch de reciclar formas del cine negro de los cincuenta encuentra en la casa en llamas de Carretera perdida (1997) ecos de la brillante El beso mortal (1955) de Robert Aldrich. Su final con el bungaló ardiendo al lado de la playa reverbera en muchos de sus films como expresión de un mal interior incontenible por su voracidad y explosividad.

La caja. ¿Qué esconde la caja azul de Mulholland Drive (2001)? Lo que podría ser un macguffin al uso, en manos de Lynch puede adquirir tanto tintes metafísicos (misterios que no van a resolverse) como bromas desternillantes [como el pastel de manzana que salva la vida de Dougie Jones (alter ego de Dale Cooper) ante unos mafiosos en Twin Peaks 3 (2017)].

Las cortinas rojas. Si para Lynch el mundo no es más que un simulacro onírico, ¿quien es el mago de Oz que se esconde detrás de las cortinas? El color rojo aumenta la sensación de artificio y representación. Cruzar a través de ellas puede significar tanto el atravesar un umbral hacia otro mundo como la abolición del relato.

Parpadeos lumínicos. La electricidad es la energía que nos rodea de forma invisible, tanto en nuestro día a día como en la mecánica del propio universo. No es casual que un simple enchufe pueda abrir puentes hacia otras dimensiones. El parpadear de luces que en su flicker continuo apuntan hacia la desaparición y aparición continua del mundo.

El abismo oscuro. El interior del armario de Terciopelo azul (1986) o el pasillo de casa que cruza el protagonista de Carretera perdida son manifestaciones abstractas de la caída de los personajes en un mundo que los llevará a la mutación interior y exterior.

La taza de café. En su voluntad de alterar nuestra percepción de lo cotidiano y familiar, los momentos en que los personajes toman un café dejan en suspenso la acción que deriva hacia lo absurdo. Basta recordar el expresso de Mulholland Drive o los guturales e hilarantes sorbos de café de Dougie Jones.

El grito. El trabajo sonoro de Lynch merecería todo un tratado. El oído es imprescindible para adentrarse en su universo. De entre todos los sonidos, el grito sobresale como la manifestación más primaria de sus personajes a la hora de tomar conciencia de estar viviendo una locura identitaria que los escinde en dos. Basta escuchar los cierres de Carretera perdida y Twin Peaks 3.

Un teléfono sonando. El ring-ring inquietante y duradero de un teléfono solitario en la oscuridad de la noche provoca inquietud y tensión. ¿Quién está al otro lado del aparato? ¿Por qué nadie descuelga? Como si fuera el síntoma de un secreto o un complot, la omnipresencia del motivo apunta hacia un mundo controlado o vigilado por un demiurgo que mueve los hilos (telefónicos).

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