Torroja del Priorat se vestirá hoy de gala para recibir a la cantaora Mayte Martín. La artista presentará, en el marco del Festival Terrrer Priorat y a partir de las 19.30 horas, Tatuajes. Se trata de su último proyecto que, con un formato de cuarteto, incluye títulos inmortales de un repertorio que todos atesoramos en la memoria. Una colección sonora de obras de arte universales que acontecen un viaje emocional lleno de matices. El concierto contará con una cata de vinos de las bodegas Aixalà Alcait, Bravo Escòs y Escoda Pallejà.
Hoy presenta ‘Tatuajes’ en Torroja del Priorat. Un proyecto que escapa de ‘lo que nos tiene acostumbrados’.
Creo que a la gente ya no la tengo acostumbrada a nada. Con esto quiero decir que, a lo largo de mi trayectoria, aunque mi primera palabra musical fue el flamenco, de muy joven empecé a interesarme también por otras músicas. Entonces, me considero una persona que se expresa a través de la música, cantando, y por ello, también como cantautora, me interesan muchos otros estilos.
¿No le gustan las etiquetas?
En este caso, cada vez menos se me etiqueta dentro del ámbito flamenco. Tengo al público acostumbrado a que puedo salir por cualquier lado. Gracias a Dios, puedo ejercer la libertad creativa y artística que es natural en mí.
En esta ocasión, en formato cuarteto, ofrecerá un viaje a través de canciones que todos conocemos y que nos interpelarán un amplio abanico de emociones.
Tatuajes es una colección de canciones de toda la vida, que ya se han convertido en clásicos que todo el mundo conoce. Son canciones a las que todos somos sensibles por una u otra razón, como Ne me quitte pas, de Jacques Brel; Gracias a la vida, de Violeta Parra; Te Recuerdo Amanda, de Víctor Jara; así como otras composiciones italianas, brasileñas, etc. Todas las canciones son clásicos de la música universal, con los que todo el mundo conecta. Son obras de arte maravillosas que quería recuperar.
Destaca la variedad de autores y autoras, así como de estilos. ¿Qué reto le ha supuesto hacer esta compilación?
Entre ellos y ellas no tienen nada que ver los unos con los otros. El reto que me ha supuesto ha sido llevarlas hasta un lugar digno y respetuoso con cada obra y con cada autor, así como con todas las interpretaciones que se han hecho anteriores a la mía.
¿Ha sido una selección natural?
Absolutamente. Poco tuve que pensar, ya que las canciones, que han sobrevivido al tiempo y que sobrevivirán, iban saltando solas al saco de esta colección.
Siempre desde el más absoluto respeto.
Sí, desde el respeto y la admiración, que es desde donde yo siempre trabajo.
¿Se marcó alguna línea roja para no ‘maquillar’ estas canciones?
Yo misma soy la línea roja. Soy tan sumamente respetuosa con lo ya construido, que tengo una sensibilidad extrema para darme cuenta de cuando las cosas no admiten mi intervención. Entonces, las canciones estuvieron ahí, de manera atemporal, hasta que entendí que no malograría ninguna con mi versión y mi aportación. Esta es la línea roja que tengo en todos mis proyectos. Lo importante no soy yo, es la obra; yo soy un vehículo para transmitirla.
Esto requiere de mucha honestidad y humildad.
Cuando uno se enfrenta a una obra de arte construida, y tan bien hecha como estas canciones, el ego no existe. El ego y el arte son dos cosas que se contradicen, no son conciliables. Hay que ser humilde con el arte porque es más grande que quien lo interpreta. El arte es la razón y las personas somos vehículos, no somos protagonistas.
¿Qué emociones lleva tatuadas con estas canciones?
Cada canción se tatuó en mi alma por una razón diferente y en una época concreta. Son canciones que conectan a las personas con su yo más profundo, no hay nada banal en ellas.
‘Tatuajes’ también es una manera de mantener vivo el recuerdo de los y las artistas que dieron vida a estas canciones.
Naturalmente. Mantener viva la memoria es fundamental en el arte. Aunque existan nuevas formas, es muy importante que todos sepamos de dónde venimos, y, sobre todo, que nuestros jóvenes conozcan la historia de la música y las grandes obras que se crearon en su momento. Es imprescindible y necesario conocer la historia del arte, lo que nos ha precedido, porque está en peligro. Hoy en día, la gente, de una manera generalizada, consume productos comerciales sin ningún fuste ni fundamento. Esta situación hace peligrar nuestra historia y recorrido, así como aquellas obras que están destinadas a atravesar el tiempo y a sobrevivir a él. Me preocupa que los jóvenes no tengan referentes, ni memoria cultural, ni musical.
¿Es consecuencia de que las nuevas generaciones ambicionan demasiado el éxito?
Por supuesto. Se está dando una imagen totalmente distorsionada de lo que es el arte y la música, por ejemplo a través de programas con jóvenes que saltan a la fama a los cinco minutos. La música es algo profundo y sagrado, y hay que formarse muy bien. Entonces, el éxito puede ser una consecuencia o no de tu trabajo. Por ello, hay que entender el éxito de otra manera.
¿De qué manera?
Si entendemos el éxito como la cantidad de discos que vendemos o de seguidores y likes en las redes sociales, estamos absolutamente vendidos y perdidos.
¿Por qué la música debe ser un valor atemporal?
La deriva que ha tomado la sociedad por las cosas inmediatas, y de que lo que interesa es la cantidad y no la calidad, pone en peligro muchas cosas, como la música. Hay que conducir a los jóvenes y ayudarles a descubrir las cosas esenciales, para que esta sociedad continúe siendo humana.
En esta línea, una de las peculiaridades del Festival Terrer es Priorat es que pone en valor el patrimonio y el paisaje que forma parte de nuestro pasado.
Con el certamen, comparto la filosofía de que es importantísimo conocer nuestras raíces, es decir, de dónde venimos. Por ello, debemos tener mucha consideración hacia el lugar del que procedemos, el vino, la arquitectura, la naturaleza, etc. Es importante que los festivales y los programadores hagan una apuesta por aquello verdadero, y no por aquello que atraerá más público.
¿Cuál es el deber de los festivales?
Tienen la obligación moral de mantener la esencia del arte y de la música.
¿No hemos aprendido nada de la pandemia?
No es verdad, ni nunca lo ha sido, que la pandemia nos ha hecho mejores personas. Cualquier cosa extrema que ocurra, lo que nos hace ser es más quienes somos, es decir, quien tiene el don de conectar con sus raíces, la pandemia le ha ayudado a mejorar esta introspección; pero quien es egoísta, lo es mucho más. Las cualidades y los defectos de cada uno se han vuelto más extremas como consecuencia de la pandemia.