Durante el funeral de su abuelo, Simon descubre que escondía un gran secreto: a finales de la Segunda Guerra Mundial tuvo un hijo no reconocido con una joven alemana, cuando era soldado de las fuerzas aliadas. Intrigado, Simon empieza a hurgar en el pasado y a medida que va dando pasos se enfrenta a la resistencia de la propia familia. Es la historia de El nen del taxi/El niño del taxi, de Sylvain Prudhomme, publicada en catalán por Les Hores y en castellano por AdN. La novela quedó finalista del premio de los libreros en Francia 2024.
Últimamente han salido a la luz las violaciones durante la ocupación alemana. Usted ha elegido una historia de amor.
Es cierto que hay muchas historias dolorosas, duras. Muchos niños nacieron fruto de violaciones. Pero esta está inspirada en una historia de amor, real. Malusci y la mujer alemana siempre siguieron en contacto, escribiéndose. Al mismo tiempo, hay una criatura no reconocida, es el relato de un abandono.
¿Habló con los implicados?
Sí. El libro es una ficción, pero basada en un hecho real. De hecho, en el entierro de mi abuelo una persona me dejó caer esta historia de un niño escondido, un poco como hace Franz en la novela. Y el libro se inspira en todo lo que provoca esta relación en la familia.
Simon le prometió a su abuela que no iría a Alemania...
También habla de la obediencia y la desobediencia, de cuándo hay que desobedecer estas órdenes. La abuela no puede autorizarlo y lo que espera, en el fondo, es que se desobedezca. A menudo somos nosotros mismos quienes no nos atrevemos a hacer las cosas. El impedimento viene de nosotros mismos.

La abuela se lo prohíbe en pos de la paz familiar. ¿Qué es para usted esta paz?
Es un argumento muy potente. Pedir la paz, pedir tranquilidad, no provocar sacudidas. Esto ocurre en todas las familias, en todas, y esta de la novela es una cualquiera. Cuando se invoca la paz es una manera de borrar los sufrimientos, todos los dramas y el que quiere romper este silencio es el molesto. Pero necesitamos la verdad para poder construir relaciones sanas y la verdad siempre acaba siendo violenta. Quizás te permite encontrar la paz, pero hay que pasar esos momentos. Los que escribimos novelas estamos convencidos de que es mejor hablar, pasar a la palabra y poner nombres, decir las cosas tal y como son.
¿El niño que crece sin padre es el gran damnificado?
Está clarísimo que el sufrimiento está en la banda de ese niño que toda su vida ha vivido y ha crecido sin padre. Para mí no hay color, es él quien sufre. Y también la abuela, en el sentido de que sabe que ha habido esta otra mujer en Alemania, conoce la relación. Sufre por si aún se quieren. Tiene siempre presente esta otra faceta de su marido.

Ahora entiendo por qué no pone los nombres. Solo las iniciales: M.
Hay una criatura detrás de toda esta historia y no quería poner su nombre. Tampoco quería cambiárselo porque para mí habría sido una segunda violencia. Esta M es la manera de introducirlo en la historia, de no borrarlo, de dejarle su lugar con esta inicial. M también es la inicial de su padre y una cosa añadida es que en francés M quiere decir amor, es una abreviatura. Aunque esto solo funciona en francés.
El dibujo que hace del abuelo es aterrador, severo.
El de un patriarca. Y considero que es un tanto injusto porque son estas personas «aterradoras y malas» sobre las que siempre escribimos libros. Ya es el segundo que escribo sobre él.
En cuanto al estilo ¿por qué no pone puntos? ¿Es alérgico?
Es una pregunta muy importante. Gracias. Hay capítulos en los que sí pongo. Es el momento en que Simon organiza su pensamiento, cuando pone las cosas en orden. Y cuando no hay puntos, cuando soy alérgico a los puntos, son momentos de vértigo, es el entierro, cuando se entera de que tiene un mundo escondido. Es el momento en el que su abuela le echa en cara lo que tiene previsto hacer y lo amenaza con expulsarlo de la familia. Son situaciones de combate de boxeo, recibe golpes a izquierda y derecha.