Había interés en saber cuáles serían las líneas maestras de un festival como el de Berlín bajo la nueva dirección de Tricia Tuttle. Entre otras cosas, porque su tarea se presentaba como poco sencilla: sustituir a Carlo Chatrian y a su equipo, que aunque levantó ciertas suspicacias en ciertos entornos cercanos al festival, había propuesto una línea de programación sólida. La 75 edición de la Berlinale, en cambio, parece atravesada por una suerte de indefinición. Las mejores películas han sido las que ya se sabía sobre el papel que serían, las de tres cineastas consagrados: Richard Linklater, Radu Jude y Hong Sang-soo. Lo preocupante, sin embargo, no es tanto la falta de grandes títulos, sino las apuestas que, claramente, definen la nueva línea de programación y que en la mayor parte de los casos son películas inocuas.
El festival comenzó con una sorpresa momentánea. Dreams, la última película de Michel Franco relata la historia de amor entre una estadounidense de clase alta y un joven mexicano que cruza la frontera para estar con ella. La primera parte de la película es pura fisicidad: a través de los encuentros sexuales entre ambos, y de la danza, pues él es bailarín. Los cuerpos de esas dos personas, que viven una suerte de romance imposible (ella lo ama, pero es incapaz de hacer pública su relación), sirven de vehículo para la película, que por desgracia termina tomando un camino truculento.
En Dreams sobresalen las figuras del joven actor Isaac Hernández y de Jessica Chastain, que acepta con generosidad el envite de rehuir su estatus de estrella. Otra actriz, Rose Byrne, ha sido uno de los nombres importantes de la Berlinale. En If I Had Legs I’d Kick You, ella lo es todo. La cámara se pega a su rostro, el de una mujer en crisis, perdida en su mundo: su hija está enferma, el techo de su casa se ha venido abajo dejando un agujero y una de sus pacientes se ha perdido. Byrne, que hasta el momento había destacado por papeles en comedias y en películas de terror, hace aquí su primer rol dramático totalmente protagónico, y eso es motivo de celebración.
El resto de la programación, con las excepciones arriba citadas, ha sido fundamentalmente anodina. What Marielle Knows es una suerte de comedia con premisa fantástica –la de una niña que tras un incidente es capaz de sentir y escuchar todo lo que sus padres experimentan cuando están sin ella– en la que se pone en juego la distancia entre la fantasía y la realidad. La película no logra ir más allá de su planteamiento inicial, y quizá el fondo de la cuestión le queda grande. Sin embargo, es una película que sirve de síntoma de algunas ideas apuntadas en distintas películas de la Berlinale de este año. En Dreams (Sex, Love), la última película de la trilogía del noruego Dag Johan Haugerud iniciada con Sex y presentada precisamente en la Berlinale el año pasado, una adolescente se enamora de su maestra y decide poner por escrito lo que está experimentando: su primer amor. La película se divide en dos partes: la de la gestación del deseo y la del recuerdo de aquello que se sintió. La primera parte se gesta sobre los anhelos de la chica, mientras la segunda versa en torno a la reacción de los adultos a aquello que la chica ha escrito. Dreams es una película sobre el deseo, pero que en ningún momento se atreve a profundizar precisamente sobre esa frontera entre lo anhelado y lo sucedido, entre lo que una vive y lo que observan los demás. Hacia el final de la película, de hecho, hay una escena crucial, en la que la madre de la chica habla con la maestra. Ahí, en lo que creyó, comprendió o experimentó la profesora hay un terreno, frágil o incierto, por explorar, pero parecería que a Haugerud le interesa más lo literal que lo imaginado (¡en una película titulada sueños!). Es quizá por eso que “El mensaje”, la película del argentino Iván Fund, es un título fundamental para esta edición del festival: porque en ella se confía plenamente en ese espacio de la duda y de la imaginación. De nuevo, hay una joven, una chica de la que dicen que sabe comunicarse con los animales y que viaja en caravana con su familia, que se gana la vida ofreciendo los servicios de “mediadora” de la joven con las mascotas. Hay algo en “El mensaje” de profundamente tierno, y sobre todo hay mucho más cine que en la literalidad nórdica de otras películas de la programación
Los dos hitos de la Berlinale
Blue Moon
La última película de Richard Linklater trata sobre Lorenz Hart, autor de las letras de algunas de las canciones más hermosas de la música popular americana (la misma “Blue Moon”, “My Funny Valentine”...). Con un Ethan Hawke en estado de gracia, en el que puede que sea el mejor papel de su vida, “Blue Moon” es un prodigio de la puesta en escena de la palabra, una película que discurre eminentemente en un bar, a comienzos de los cuarenta, y que versa precisamente en las distancias entre aquello que se dice y aquello que se siente. Profundamente divertida y tierna, no es una película espectacular, sino que su fascinación transcurre en el espacio de lo íntimo y en su retrato de un hombre y de su época.
Kontinental ‘25
Ganador en 2021 del Oso de Oro en Berlín, Radu Jude ha vuelto al festival con una película que indaga, como pocas, en el signo de nuestros tiempos. “Kontinental ‘25”, comienza con un mendigo, al que la cámara sigue mientras este deambula por Cluj, en un entorno tan real como a ratos absurdo. Parecería que él es el protagonista de la película, pero no es exactamente así: al poco rato, el hombre se suicida con un alambre tras ser desahuciado. A partir de aquí, la película sigue a la alguacil que autorizó el desahucio, que intenta lidiar no solo con la muerte que ha presenciado, sino con la violencia del sistema.