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El lector por horas

El Cura y el Barbero. José Sanchis Sinisterra es uno de los dramaturgos más representativos del teatro español y su obra gira de nuevo por todo el país de la mano de Carles Alfaro

27 noviembre 2023 08:26 | Actualizado a 27 noviembre 2023 08:29
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José Sanchis Sinisterra es uno de los dramaturgos contemporáneos más representados en el teatro español. Buena prueba de ello es que El lector por horas, obra escrita en 1996 y estrenada tres años después en el Teatro Nacional de Cataluña, gira de nuevo por las tablas de nuestro país de la mano del director Carles Alfaro, quien ha confiado en Mar Ulldemolins, Pere Ponce y Pep Cruz para dar vida a los protagonistas de esta singular pieza. El propio dramaturgo confesó su convencimiento de que El lector por horas sería una obra destinada a un público minoritario. Erró en su afirmación.

El argumento de la pieza es aparentemente sencillo. Celso, un importante hombre de negocios, contrata a Ismael para que lea novelas a su hija Lorena, quien ha perdido la vista tras un trágico accidente. Condición sine qua non es que sea capaz de hacer una lectura totalmente neutra, en la que no se atisbe ningún tipo de emoción o de interpretación que pueda influir en la recepción de los textos por parte de la joven invidente.

Comienza así una extraña relación entre los personajes, un juego de poder que terminará con un enigmático intercambio de papeles. En el inicio es Celso quien selecciona las lecturas para su hija y quien controla la acción. Se diría que la invalidez de la joven le permite sentirse importante pues de nuevo es útil para ella. Cree que su rol de padre está completo y lo ejerce con autoridad y con un espíritu controlador.

Lorena es una joven algo inestable, a veces caprichosa, voluble y rebelde que mantiene con su padre una tensa relación marcada por la embriaguez de este y por el maltrato al que sometió a la madre de Lorena. Ismael es un apocado señor que se pone a disposición de esta familia y acepta con sumisión, al principio, los deseos de Celso y Lorena. Ésta va ejerciendo una influencia mayor en el lector.

Incluso se atreve a aventurar, tras varias sesiones de lectura y gracias al desarrollo de su oído –tiene una capacidad especial para descubrir secretos en la pronunciación de los verbos, los adjetivos, los adverbios–, que Ismael es un profesor que oculta un oscuro pasado. Este, lejos de desmentir las acusaciones, se muestra totalmente obediente a las órdenes y caprichos de la joven. He aquí una de las claves de la obra.

¿Son reales las inculpaciones que Lorena vierte sobre Ismael? A lo largo de la pieza no se sabrá con certeza. Se abre, pues, una gran incógnita en cuya resolución debe participar el espectador. No se ha de olvidar que la obra se asienta en los postulados de la Estética de la Recepción, la cual concede una gran importancia al lector/espectador en el proceso de comunicación literaria, quien debe rellenar los huecos argumentales.

El propio dramaturgo habla de la «Poética de lo translúcido» pues en esta pieza juega con la ambigüedad constantemente, nada es opaco ni transparente sino que se abre un abanico de sugestiones y posibilidades en las que el espectador tiene un papel central.

Ya Bernard Shaw había definido el teatro como una «fábrica de pensamiento» en la que el espectador debe que reflexionar sobre la función y en la que los finales han de ser abiertos para que el público se involucre mucho más en las acciones representadas. Esto, sin duda, lo consigue Sanchis Sinisterra.

Al interrogante ya mencionado se suman otros, como quién selecciona realmente los textos, qué finalidad tiene la lectura –¿salvar a la joven o condenarla todavía más al sufrimiento que padece por su ceguera?–, quién tiene realmente el poder en la casa, quiénes son seres dominados y dominantes –tema característico en la producción de Harold Pinter, quien influye en Sanchis Sinisterra–, si funciona o no el teléfono...

Las lecturas de fragmentos de grandes obras de la literatura ocupan un lugar central en la representación. En el montaje de Alfaro, una pantalla anuncia los títulos de las obras para facilitar su reconocimiento al público. El Gatopardo, Madame Bobary, El corazón de las tinieblas, Pedro Páramo, Relato soñado y un último libro cuya autoría no desvelaremos en estas líneas, van emocionando, entristeciendo, subyugando, inquietando, enfureciendo a Lorena, pero también al espectador que sea capaz de reflexionar sobre los fragmentos leídos.

Se demuestra así cómo la experiencia literaria también es una experiencia vital, cómo la lectura puede influir en la vida o ¿acaso no son lo mismo?

Mi blog literario: http://cesotodoydejemefb.blogspot.com

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