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El hombre del tiempo y la televisitis

Es una enfermedad ocular que hace que todo lo que ves se traduzca en tele: ver a Pep Guardiola e imaginar un director de programas excepcional, incluso cuando pierde como ahora o a Díaz Ayuso presentando las mañanas de Telecinco

01 marzo 2025 20:21 | Actualizado a 02 marzo 2025 07:00
Se lee en 5 minutos
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Tengo televisitis aguda. Se trata de una enfermedad ocular que hace que todo lo que ves se traduzca en tele. La televisitis me hace ver a Isabel Díaz Ayuso y no poder evitar imaginarla presentando las mañanas de Telecinco. O ver a Pep Guardiola e imaginar un director de programas excepcional, incluso cuando pierde como ahora. Cuando cada mañana llevo a mis hijos al colegio, detecto tertulianas entre madres y padres, veo la decoración de carnaval de la panadería de mi barrio y pienso que podrían ser grandes atrezzistas de tele.

Le pediría a Lady Gaga que fuese nuestra jefa de vestuario y a la youtuber TER nuestra escenógrafa. Mazón no sería un mal guionista, aunque sería un pésimo director. Lamine Yamal sería el animador de público perfecto y las cabeceras de Frida Kahlo habrían sido la mejor carta de presentación de cualquier programa.

Cuando veo a Francisco Cacho, el meteorólogo de la Sexta, me pregunto cómo habría sido Sálvame con él de presentador. Siempre he creído que los hombres y las mujeres del tiempo son los mejores comunicadores en la tele. Mi último descubrimiento ha sido Arnaitz Fernández que después de asomar la cabeza en TVE se ha convertido en una estrella de la meteo en ETB. Transpira verdad y pasión.

Mi televisitis viene de lejos. Algunos de los recuerdos más felices de mi infancia tienen que ver con la tele y con la meteo. Para mí la tele eran los telediarios. Ni las series ni los programas. Lo que más curiosidad me despertaba eran las noticias. Quizá por eso, cada uno de enero desde los 8 años editaba un informativo que resumía las andanzas familiares del año y lo presentaba en directo en casa de mi abuela Isabel en el nº 21 de la calle Trece de Bonavista en Tarragona. Somos una familia gigante y, entre primos, tíos, abuelos o hermanos, nos juntábamos cerca de 50 en ese improvisado teatro informativo de tramas y enredos familiares.

En esos años también me gustaba echar a correr con la bicicleta a la caza de los temidos cumulunimbos que en septiembre y octubre descargaban su furia en el barrio. Podía pasarme toda la noche despierto contando los segundos que pasaban entre cada relámpago y su inseparable trueno.

Será por eso que el primer casting al que me presenté fue para ser hombre del tiempo. Pero ni mi experiencia en la producción de infoshows familiares ni saber diferenciar los 10 tipos de nubes que existen fueron suficientes para superarlo. Tomàs Molina, gran meteorólogo de TV3, no debió ver en mí ninguna cualidad para ponerme delante de la cámara. No fue el único (jajaja). Y aunque durante un tiempo me aferré a ese sueño pronto supe que no sería ni Alfred Rodríguez Picó, ni Mario Picazo, ni Mónica López.

Me licencié en Derecho para hacer feliz a mis padres. Luego me gradué en Periodismo porque soñaba con crear, dirigir y presentar un programa informativo.

Limitaciones y fortalezas

Siempre he creído que todos tenemos algún talento aunque no todos valemos para todo. Ni siquiera para lo que uno quiere o desea. Desear mucho algo no garantiza lograrlo por mucho que te esfuerces.

Está muy bien eso de perseguir y persistir en tu sueño pero también está bien contemplar la opción de cambiar de sueño. A veces crees estar seguro de lo que quieres hasta que te mueves o te mueven y te das cuenta de que lo que querías era otra cosa. Siempre quise diseñar una ventana informativa para hacer de director y presentador. Aunque no tardé en darme cuenta de que no valía para lo último. Por lo menos en ese momento. Sigo fantaseando con esa idea y seguramente hoy estoy mejor preparado pero ya no me atrevo –ahí lo dejo por si alguien del sector me lee y sí se atreve conmigo... jajaja–.

Lo más importante es ir dándose cuenta de tus limitaciones y de tus fortalezas. Ah, y que el camino no siempre es el más recto y el más obvio. Si quieres trabajar en televisión, si quieres vivir constantemente subido en una montaña rusa, prueba a entrar por cualquiera de sus puertas, aprovecha cualquier oportunidad, aunque no sea exactamente el puesto en el que te ves. Entra y ya irás viendo. Mi primera oportunidad fue de cámara de fin de semana en Informativos Telecinco y mi primera cobertura, un partido del Barça (cuando entonces dejaban entrar a los cámaras para grabar las mejores jugadas); no fue mi mejor comienzo. A la frustración de sentir que no era lo que quería se sumó que se me escapó un gol porque me distraje. No me despidieron. Y menos mal porque aquello fue el principio de todo.

Disculpad que esto parezca más un manual de autoayuda que una tribuna de tele pero cuando fui honesto conmigo mismo y asumí que mi sueño era hacer tele, aunque no fuese yo el que estaba delante de la cámara, mi sueño se cumplió. Y aún sigo disfrutando de él cada segundo de mi vida. Televisitis en estado puro.

«La tele es caprichosa, contradictoria, enigmática e infiel. Los que la hacemos también»

Diría que la honestidad es el valor más útil para dedicarse a la comunicación televisiva –y para vivir también–. Tanto delante como detrás de la cámara, la versión que se parezca más a lo que piensas y eres es la que más posibilidades tiene de hacerse un hueco y triunfar. Cualquier intento por ser otro, por aparentar ser quien no eres será mucho más difícil que conecte con la audiencia.

Es lo que más valoramos cuando Adrián y yo buscamos talento para alguna de nuestras producciones. Da igual que esa autenticidad sea fea o políticamente incorrecta. Da igual que seas insoportable, adorable, antipático o encantador. Lo importante es que seas de verdad.

«Al final, cuando el casting sostiene una mentira el programa hace aguas»

Recuerdo nuestra primera aproximación a Risto Mejide en verano de 2009. Asumimos el reto de construir un programa con el personaje televisivo más detestable de aquel momento. Recién salido de la edición más polémica de OT, autor de frases brillantes pero humillantes, despectivas e incluso homófobas.

El género olvidado

No salió bien. Con G-20 nos equivocamos porque hicimos un programa a medida del personaje y no de la persona aunque de eso me daría cuenta años más tarde. Para entonces, Risto y yo ya éramos muy amigos. Y fuera de la tele nos veíamos, conversábamos y compartíamos nuestra vida. Por eso, cuando Risto me dijo que el equipo de i+D de Mediaset no daba con la fórmula para encajarle como presentador de un programa, le dije directamente: «es que no vales para presentar. No eres un presentador y es inútil insistir en ese rol».

Sin saberlo, esa respuesta sin filtros nos dio la solución. Al día siguiente le llamé porque se me había ocurrido algo para él. «Olvídate de presentar, lo que mejor sabes hacer es conversar». Y así nació Viajando con Chester, el programa que recuperó un género olvidado, el de las entrevistas, y que lideró audiencias en el prime time. Sin presentador, solo con un excelente conversador que nunca miró a cámara. Otra historia es cómo logramos que la cadena apostara por Risto sentado en un sofá durante más de una hora entrevistando sin ser periodista.

«La tele es el paraíso de los flipados y los frikis. Y los que hemos conseguido llegar somos muy felices»

Chester fue el paso que permitió a Risto hacer la transición para años más tarde hablarle de tú a tú al espectador en Todo es Mentira. Ahora, recoge orgulloso el premio de la Academia de la Televisión a ‘Mejor programa de actualidad’.

Haciendo repaso de todos los comunicadores que han trabajado con nosotros durante los últimos 20 años me doy cuenta de que todos los que han brillado tienen algo en común: una personalidad única no impostada. Jorge Javier Vázquez, Nuria Marín, Sandra Barneda, Carlota Corredera, María Patiño, Jordi González, Gloria Serra o Belén Esteban. Ninguno de ellos responde al perfil de presentadores normativos ni al artificio que a veces impone la televisión. Son artesanos de la tele. Más artísticos que algorítmicos. Con menos IA y más humanidad.

Empatía con alguien real

No sé si existe un don natural para traspasar la pantalla o sólo es cuestión de dominar una técnica imprescindible en cualquier caso. Lo que sí sé es que el espectador necesita empatizar con quien está al otro lado y que es más fácil que empatice con alguien real. Alguien que se atreva a derribar prejuicios en la era de las etiquetas. El espectador necesita sentir. Necesita que le provoquen. Y al final, cuando el casting sostiene una mentira el programa hace aguas. Ser presentador de televisión es muy difícil pero ser presentador de mentira es imposible...Bueno... se me ocurren un par de nombres que han triunfado de forma incomprensible siendo un bluf, pero no los diré.

«Da igual que seas insoportable, adorable, antipático o encantador. Lo importante es que seas de verdad»

La televisión es un trabajo vocacional al que acaban llegando los niños que jugaban a hacer informativos como yo, los que imitaban a Hermida o a la Campos, los que cantaban goles en la ducha, trabajaban en la radio de su barrio y se grababan con la vieja handycam de los 90, los que dibujaban decorados fantásticos, utilizaban las cortinas viejas para hacer el vestuario de ficciones improvisadas o se sabían de memoria los diálogos de Faemino y Cansado en El orgullo del tercer mundo. La tele es el paraíso de los flipados y los frikis. Y los que hemos conseguido llegar somos muy felices.

La tele del futuro

Ya sea delante de la cámara, haciendo los diseños gráficos de los programas, montando vídeos, construyendo decorados, convenciendo a famosos para que vengan a los programas o directamente inventando formatos... el trabajo en televisión es apasionante. Desde La Osa Producciones Audiovisuales y en colaboración con Infojobs hemos puesto en marcha un proceso de selección para identificar el mejor talento para construir la tele del futuro. Queremos localizar a todos aquellos afectados por televisitis. Si soñáis con crear tele delante o detrás de las cámaras, incluso si queréis ser hombres del tiempo y no tenéis suficiente aptitud para ello no dudéis en aplicar e intentarlo.

«Si quieres trabajar en televisión, si quieres vivir constantemente subido en una montaña rusa, prueba a entrar por cualquiera de sus puertas»

El talento no siempre acompaña a la belleza ni se mide en followers o el impacto fugaz de un post. La tele es caprichosa, enigmática, contradictoria e infiel. Los que la hacemos también. Y los que la veis más todavía. Descifrar ese enigma, surfear los caprichos o lidiar con las contradicciones cada día es lo que hace de esta profesión una auténtica adicción. Pero solo es tele.

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