El Teatre Fortuny de Reus dejó de ser un simple escenario, este martes, para convertirse en una tierra estéril y mágica, habitada por las palabras eternas de Federico García Lorca y por el cuerpo vibrante de una mujer que no cesa de buscar un hijo que nunca llega. La nueva versión de Yerma, interpretada por una sobrecogedora Alba Aluja y con la banda sonora en directo de Sara Sambola y Aleix Bové, traspasó los límites del teatro convencional para convertirse en un acto de exorcismo emocional. Fue un espectáculo donde la palabra se volvió carne, la música se hizo suspiro, y el dolor se derramó sin filtros sobre cada rincón del Fortuny.
Esta versión no fue una simple puesta en escena, sino un acto de poesía viva. Aluja ofreció una actuación magistral y desgarradora, encarnando con una fuerza sobrecogedora a una Yerma atrapada en el eco de una felicidad lejana que nunca existió, una nostalgia irreal, profundamente característica de la lírica lorquiana. En su interpretación, el dolor no era solo psicológico, sino físico, visceral, como si cada palabra pronunciada fuera una espina más clavada en la carne de una esperanza marchita.
La belleza lírica de los escritos de Lorca brilló con intensidad en cada línea. El lenguaje, cargado de metáforas y silencios, se convirtió en una brillante joya de espinas, donde cada palabra acariciaba y hería a la vez. Aluja supo navegar ese territorio con una sensibilidad feroz, fundiendo palabra y cuerpo, alma y tierra.
Uno de los momentos más potentes de la noche fue la ruptura del espacio tradicional. En esta versión, Aluja abandona el limitado escenario: no hay cuarta pared, no hay distancia. El teatro entero se convirtió en su propio universo, en una extensión de su angustia, su deseo y su impotencia. Caminaba entre el público, habitaba rincones del Fortuny que rara vez son tocados por los actores, convirtiendo el espacio escénico en una metáfora viviente de la prisión sin barrotes en la que Yerma se consume.
La música de Sambola y Bové tejió un telón sonoro que se deslizaba entre la melancolía y la tensión, sin invadir nunca el protagonismo de la palabra, sino elevándola. Cada acorde parecía surgir del subsuelo andaluz, como si brotara desde el mismo corazón árido de Yerma.
Esta Yerma no se limita a ser una versión moderna del clásico de Lorca; fue un itual contemporáneo de resistencia poética de dolor, deseo y derrota. Una joya teatral que nos recuerda que, en Lorca, como en la vida, la belleza y el sufrimiento son inseparables. Y que nos recuerda,que hay dolores que solo pueden expresarse a través de la belleza.