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Corina Oproae: «Con Ceausescu los sanatorios eran centros de tortura»

La autora se alzó con el último Premio Tusquets con ‘La casa limón’, sobre la descomposición del comunismo en Rumanía

01 febrero 2025 05:38 | Actualizado a 01 febrero 2025 06:04
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Refugiada bajo la mesa y rodeada de libros en el comedor familiar, una niña piensa que ha provocado la enfermedad de su padre sin querer. Tal vez todo se torció cuando se tuvieron que trasladar a un bloque de viviendas y abandonar su casita. La casa limón cuenta los años de descomposición del régimen de Ceausescu desde los ojos de una niña que trata de entender lo que ocurre a su alrededor, entre restricciones y el peligro real de la Securitate.

Es una novela de Corina Oproae (Transilvania, Rumaní, 1973), escrita en castellano, que le valió el último Premio Tusquets. «Un texto poético a pesar de que lo que cuenta está bajo el signo del terror y la desgracia.

La poesía recorre todo el libro a través de los sueños de la pequeña, a través de su visión mágica que tiene del mundo y que hace que el lector no la lea como una tragedia», expresa la autora.

Los libros salvan a la niña de ‘La casa limón’.

Es una realidad llena de dolor, de catástrofes y los libros son un refugio, son amigos con los que interpretar el entorno. En los niños hay ese asombro, que los escritores necesitamos para poder mirar el mundo como si lo viéramos por primera vez. Con una sorpresa nueva cada vez, los niños tienen esa mirada. Tampoco juzgan, reciben aquello que viene tal como viene, lo viven con cierta normalidad y eso es lo que a mí me interesaba para poder contar esta historia.

El sistema hacía que hubiera delatores que podrían ser personas con las que perfectamente tenías relación en el día a día

¿Qué esgrimía el régimen para derribar las casas unifamiliares, para derribar la casa limón?

Lo hacían por diferentes razones, en Rumanía y en todos los países del Este. Fueron unas demoliciones sistemáticas porque con el comunismo la propiedad privada pasaba a ser del Estado y entonces, la idea era que todos teníamos que ser iguales. Derribaron las casas desde el sur hacia el norte y las reemplazaron por bloques de pisos de estética soviética. En Rumanía sucedió incluso en las ciudades. Se levantaron estos mastodontes para tapar, por ejemplo, las iglesias. Luego, para poder construir la casa del pueblo, un edificio megalómano en Bucarest, arrasaron con todo un barrio entero. Fue una práctica habitual.

El personaje del padre dice: ‘Algunos somos más iguales que otros’.

Es una referencia a la Rebelión en la granja, de Orwell. Es lo mismo en una dictadura de izquierdas que de derechas. Siempre quienes padecen son unos y quienes tienen las ventajas, otros.

¿Lo que plasma en la novela son sus vivencias?

La novela es de carácter autobiográfico y, al mismo tiempo, no lo es. Hay muchos episodios que no son vivencias personales, pero sí de personas cercanas. Creo que todo aquello que nos impacta en nuestro cerebro se transforma en vivencia propia, por lo tanto, el límite entre biografía y ficción es algo que se puede concretizar poco. Borges decía que no tenemos memorias primeras, sino recuerdos de los recuerdos y ahí entra en juego la imaginación. Pero sí que quería que todo aquello que sucede fuera verídico y creíble, dentro de la ficción. Aunque la memoria muchas veces juega malas pasadas y con personas con las que has vivido las mismas experiencias, lo compartes y los recuerdos son diferentes.

¿Tenían presente la Securitate?

Sí, y tanto. Lo que recuerdo es que delante mío mis padres se guardaban de decir ciertas cosas o de hacer bromas porque había chistes que circulaban sobre Ceausescu, pero yo tenía la costumbre de airearlo todo enseguida. Y los teléfonos, dependiendo del historial personal o de la familia, estaban pinchados. Era habitual que entraran en casa y veías objetos cambiados. Todo esto en la literatura de Greta Muller es muy, muy evidente. Todo estaba organizado en torno a la escuela, teníamos que cantar el himno por las mañanas, había un gran cuadro de Ceausescu, el gran dirigente, teníamos asignaturas de conocimiento social político y grandes festivales para ensalzar su figura. El sistema hacía que hubiera delatores que podrían ser personas con las que perfectamente tenías relación en el día a día, esto también se refleja en la novela.

$!Corina Oproae: «Con Ceausescu los sanatorios eran centros de tortura»

‘La casa limón’

Autora: Corina Oproae

Editorial: Tusquets

La poesía está en todas partes y a veces hay mucha poesía, no en un libro, en un poema, sino en el día a día

También trata las enfermedades mentales...

A los enfermos mentales se les encerraba en sanatorios, en manicomios, pero con el añadido de que eran centros de tortura. Ahí también estaban ingresados presos políticos. Por ahí viene la negación de la madre, en la novela, de llevar al padre a un centro de este tipo. Evidentemente, ha sido un tema tabú y en ese momento era algo de lo que no se podía hablar. Son los silencios que se producen en las dictaduras como en Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, relacionados con la dictadura de Franco.

Por eso el padre dice ‘¿qué vamos a hacer con esta niña?’

En Rumanía y en los países del Este, en general, ha sido todo una aberración, cuánto ha podido durar la dictadura y pensar que, de hecho, eran personas que no tenían estudios, que habían aprovechado un momento histórico tras la Segunda Guerra Mundial y que habían conseguido implementar un sistema del terror igual que en Rusia. Es incomprensible pensar que eso ha podido durar tantos años.

Cuando cayó el régimen, ¿cómo se adaptó la sociedad?

Fue en el 89, pero había empezado antes. Un mes antes ya había habido protestas en Brasov, una ciudad muy cercana a donde vivía yo. Fue una revolución que venía del espíritu de la gente, de no poder tolerar más aquello, de una necesidad tremenda de libertad, de sublevación del pueblo. Esto es real. Pero en Rumanía fue una revolución truncada.

¿Qué quiere decir?

Los que hicieron la revolución eran neocomunistas y todavía tardarían muchos años en llegar a una libertad real. Y también fue la única revolución sangrienta, en la que hubo tiroteos y heridos. Acabó con la ejecución de Nicolae y Elena Ceausescu, que es el episodio que más o menos cuento. En la transición hacia un nuevo régimen se tomaron diversas medidas. Justo después del fusilamiento de los dirigentes se abolió la pena de muerte, se legalizó el aborto, se permitió el multipartidismo y se crearon organismos, como una especie de ayuda hacia la democracia, en los que participaron escritores. Pero los que empezaron a gobernar a partir de ese momento eran antiguos miembros del Partido Comunista que habían sido disidentes, que habían caído en desgracia. Crearon el Frente de Salvación Nacional, donde también en su mayoría eran excomunistas. Entonces, se puede entender que no hubo un cambio drástico, sino que tardó muchísimo en ser una democracia real.

‘La casa limón’ le ha valido el premio Tusquets.

Es una gran alegría. Es la posibilidad de llegar a muchos lectores y de estar rodeada de otros premios Tusquets que en los últimos años han sido casi exclusivamente mujeres. Me parece una cosa maravillosa. Y para mí es una lengua adquirida, que no me pertenece por nacimiento. Entiendo este premio que han ganado, escritores y escritoras que admiro, como una compensación acorde con alguna ley no escrita del universo porque esto de perder la lengua materna no es algo de lo que pueda salir indemne.

En Rumanía y en los países del Este ha sido todo una aberración, cuánto ha podido durar la dictadura y pensar que eran personas que no tenían estudios

¿Cómo entró en contacto con la lengua castellana?

Estudié Filología Hispánica e Inglesa. Con 18 años aprendí español y me enamoré de la lengua y la literatura. En el 97 me dieron una beca de doctorado en la Complutense, que cambié para ir a Barcelona y desde entonces vivo aquí. Ha sido una transición natural. No es la lengua en la que nací, pero sí la de creación.

¿Ha vuelto a Rumanía? ¿Tiene familia allí?

Mi familia emigró a Canadá, a la parte francesa, tras el 89. A Rumanía he vuelto más de forma literaria, para presentar poemarios, para participar en festivales y por mi vinculación también de traductora. He traducido, sobre todo, al castellano y al catalán.

Poesía, uno de los géneros más difíciles tanto de escribir como de entender.

Hay mucho miedo. En la poesía no hay que entrar queriendo entender, sino viendo qué hacen los poemas contigo. Y a partir de ahí entender. La poesía está en todas partes y a veces hay mucha poesía, no en un libro, en un poema, sino en el día a día.

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