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«Bruce Springsteen, t’estimem»

‘The Boss’ volvió a enamorar a las 58.000 personas que llenaron el Estadi Olímpic

21 junio 2024 19:40 | Actualizado a 21 junio 2024 21:00
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Después de tres horas de Rock & Roll, nadie de las 58.000 personas queríamos irnos a casa, aunque al día siguiente había que trabajar. Bruce bromeaba diciéndonos que era momento de “go home” pero todos y cada uno de nosotros gritamos que no para que nos oyera. ‘The Boss’ insistía en decir que sí, que había que recoger los bártulos y marcharse a casa y entonces cuando le preguntó a sus músicos, éstos también decían que lo de «go home» ni pensarlo.

Ver a Bruce en directo con su maravillosa banda, la E Street Band, es simplemente mágico; es ver a un tío de New Jersey disfrutando de lo que hace, sintiendo la música en cada poro de su piel, dejando claro que con 74 años uno puede hacer lo qué le dé la gana si le apetece y cantando y contando historias a las 58 mil almas que le arropamos. Salió al escenario del Estadi Olímpic con la energía de un chaval y dejando claro que la noche iba a ser larga, bonita y cargada de sus grandes temas de una carrera de más de 60 años.

«Hola Barcelona, com esteu, com esteu, com esteu?», eran sus primeras palabras en catalán para dar las gracias a una ciudad que siempre le recibe con todas las entradas vendidas para los dos shows y habiendo venido hace poco más de un año. Vestido con pantalón oscuro, camisa blanca, chaleco negro y corbata del mismo color Bruce arrancaba con su habitual «One, two, three...» y con su guitarra tocó primeros acordes del Lonesome day y de ahí No surrender, Ghosts, The promised land hasta llegar a uno de sus momentazos con Hungry Heart que provocó que si quedaba alguien sentado, levantara el culo de la silla.

«Es una bestia parda», me dice Xavi quien viaja desde Tarragona y lo ve por primera vez. Económicamente no me iba muy bien comprar la entrada pero quería verlo aunque fuera una vez en la vida. Estoy flipando con cada tema, con él y la banda y el problema es que me parece tan majestuoso todo, que ahora cualquier concierto me sabrá a poco”. A su lado, Rous Mery, canadiense afincada de Valls, quien me cuenta que «lo he visto cinco veces. Cada concierto es un recuerdo especial en mi vida, me gusta todo de Bruce, pero su conexión con la gente me parece lo más».

En las gradas, en la pista, cerca, lejos, arriba, abajo; da igual donde estuvieras sentado, la gente era muy feliz y casi todo el mundo estaba en pie bailando y coreando cada uno de sus temas. Por si el ‘The Boss’ no tuviera suficiente repertorio, se sacó de la manga tres covers, versiones de artistas que él admira; la primera fue Nightshift de Commodores, minutos después arrancó la locura con el clásico de Patty Smith Because the Night y ¡claro! puso el Estadi patas arriba con el Twist and Shout de The Beatles; ésta la tocó como fin de fiesta y no vean los bailes que se pegó moviendo culo y caderas. Hay que decir que en ese momento se vio al Bruce más canalla, el que juega, con su guitarra y sus compañeros de banda, a divertirse, de paso hace música y lo convierte todo en una fiesta a lo grande.

Los 180 minutos de concierto dieron momentos de emotividad y melancolía

También los 180 minutos dieron momentos de emotividad y cierta melancolía; sobre todo cuando Bruce habló se su banda de los 15 años, The Castiles contando que con el fallecimiento de George Theiss ya solo quedaba él y ahí sonó Last man standing. Thunder Road, Born to Run, Glory Days... no faltó ninguno de sus hits, ninguna de esas canciones que forman parte de nuestro ADN y que se heredan de generación en generación. Por cierto, en las primeras filas del show, muchos padres con niños coreando los temas del ‘The Boss’ y a quienes Bruce regaló su armónica o les ponía el micrófono para hacer los coros. Despliegue de ternura, buen rollo, cercanía y cariño, mucho cariño, con cada uno de los fans que le miraban y le sentían tan cerquita.

De esta primerísima fila hablamos con Joan, viene desde Constantí y me cuenta que «me he pedido fiesta en el trabajo para poder llegar pronto y verlo bien. Lo he tenido delante, lo he tocado y es un tío maravilloso porque se mezclaba con nosotros y se le veía disfrutar muchísimo. Tengo que decirte que no he sacado el móvil ni un momento porque quería disfrutar todo el concierto por si acaso era el último».

Fans incondicionales de medio planeta, gente que cogió aviones, trenes y coches para ver al ‘jefe’; gente joven, otra más mayor, familias enteras con niños y niñas pequeños que se sabían las letras y un público de lo más variopinto en el Estadi Olímpic, porque al final, ver a Bruce es ver a un mito, es como ver a Messi jugar a fútbol o a Pau Gasol en la NBA.

El tiempo iba pasando y nadie, nadie se movía del sitio; si el ‘The Boss’ toca en Barcelona hay que quedarse hasta el final; esa parecía la premisa. Faltaban los himnos del de New Jersey como Born in the USA y Dancing in the Dark y, por supuesto, los tocó. Otra vez, 58 mil personas saltando, moviendo los brazos y cantando al unísono bajo la atenta mirada y sonrisa del cantante.

«Lo vi en el 92 y sigue teniendo la misma fuerza y energía. Para mí Bruce es de esos artistas que no escuchas cada día en casa pero que sabes que el día que vas al concierto es garantía de diversión. No falla nunca y creo que tiene cuerda para rato. Es espectacular», nos cuenta Javi de Tarragona.

Pero todo lo bueno acaba y sabíamos que en algún momento el show llegaría a su final. Igual que la Cenicienta en su cuento, Bruce a las doce de la medianoche decía adiós por un rato porque esta noche volverá a estar ahí tocando. A pesar de despedirse, presentar a los componentes de la E Street Band, decir repetidamente «gràcies Barcelona, us estimem», Bruce no quería marcharse; el amor entre él y la ciudad es mutuo y por eso volvió a enfundarse su guitarra y solo ante el peligro nos regaló I’ll see you in my dreams. Bruce volvió a dar las gracias, se apagaron las luces del escenario y todos y cada uno de nosotros aplaudimos un buen rato a este ser humano que va regalando Rock & Roll y, sobre todo, felicidad.

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