En la Ametlla de Mar hay 30 calas y playas repartidas en 16 km de litoral. Ahora imagínense recorrerlos con la brisa del mar golpeando su cuerpo y contemplando esos increíbles parajes no desde la orilla, sino desde el mar pilotando una moto acuática. Créanme, la experiencia es literalmente, alucinante. Quien busca descargar adrenalina a la vez que sentirse invadido de una sensación de libertad plena, tiene el plan perfecto: Nàutic Parc ofrece la posibilidad de realizar rutas en moto acuática desde Salou o desde el puerto de Calafat y puede reservarse en la web www.nauticparc.com. Yo hice esta última gracias a la empresa Liberty Wings, y lo que descubrí fue impresionante. ¡Comencemos!
Cuenta la leyenda que hace centenares de miles de años, Neptuno creó un animal fantástico que surcaba los mares atacando a los piratas que osaban acercarse a la costa de l’Hospitalet de l’Infant. Era el Lobo Marino, una bestia que se refugiaba en la cueva que lleva su nombre y que solo es accesible por mar. Hoy en día solo algún pescador asegura haberlo visto acechando al horizonte para defender la costa de posibles atacantes. Pero eso es, como hemos dicho, una leyenda. Lo que es real es la existencia de su guarida, la Cova del Llop Marí, una impresionante cavidad que se adentra en las rocas marinas y que puede visitarse a nado dejando la moto amarrada.
Y ahora, salgamos de la cueva y volvamos a surcar el mar a bordo de la moto. Mientras dejamos que el viento golpee nuestra cara, observamos fascinados el litoral rocoso entre el cual se esconden infinidad de calas algunas de arena fina y otras de piedra como cala Llobeta o cala Xelín, esta última una de las más idílicas de la zona por sus aguas cristalinas y su envidiable vegetación.
Seguimos sintiéndonos parte de todo ese entorno a bordo de la moto y llegamos hasta las conocidas como las tres calas: La primera, cala Forn, tan preciosa que en su día fue escenario de la grabación de uno de los anuncios de Estrella Damm. La segunda, cala Vidre: ¿Cómo es el cristal? Transparente, ¿cierto? Imagínense pues como son las aguas de esta cala. Y la última, cala Sant Jordi, a los pies de un castillo del siglo XII, ahora restaurado, que fue la sede de la Orden de Sant Jordi de Alfama. Curiosamente se conocen así porque, aunque desde tierra no puede apreciarse, a vista de pájaro sí que se ve como, juntas, forman perfectamente un trébol de tres hojas. No es de cuatro, pero desde luego estar en ese lugar te hace sentir una de las personas más afortunadas del planeta.
