Catalunya ha obtenido los peores resultados de su historia en el último informe PISA, la evaluación internacional que la OCDE hace a los estudiantes de 15 años de unos ochenta países. En competencia matemática, los que tienen un mejor rendimiento medio estimado son Japón (536 puntos), Corea (527) y Estonia (510). El rendimiento medio de España (473) no presenta diferencias estadísticamente significativas ni con el promedio de la OCDE (472) ni con el total de la UE (474). Y de entre las comunidades autónomas, Catalunya cae hasta el puesto 15, de 22, con 469 puntos.
En comprensión lectora la situación es, si cabe, peor. El país con mejor rendimiento es Irlanda (516 puntos), seguido de Japón (516) y Corea (515). Los promedios de la OCDE (476), del total de la UE (475) y de España (474) son similares. Catalunya baja hasta el puesto 19 (462) solo por encima de Andalucía, Melilla y Ceuta.
Finalmente, en ciencias, el rendimiento medio más alto nuevamente corresponde a Japón (547 puntos), al que siguen Corea (528) y Estonia (526). España (485) no presenta diferencias estadísticamente significativas con el promedio de la OCDE (485) ni con el total de la UE (484). En este caso Catalunya baja hasta el puesto 17 (477 puntos).
Estas cifras, con una caída tres veces más que el conjunto de España, han levantado ampollas y han puesto en alerta a todo el sector educativo. ¿Qué se está haciendo mal? Y lo más relevante ahora, ¿cómo se debe actuar para revertir la situación?
La solución no es sencilla ni tampoco única. Cada alumno y cada familia, así como cada centro escolar, se debe estudiar en su contexto. No obstante, los profesionales coinciden en los puntos básicos. Las reflexiones que se recogen en este artículo son el resultado de conversaciones con Sylvie Pérez, psicopedagoga de El Vendrell y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC); Jordi Satorra, director de INS Antoni de Martí i Franquès, de Tarragona, el centro educativo público más grande de Catalunya de ESO y Bachillerato, con 1.400 alumnos, y Pablo Muñoz, director del centro concertado Col·legi Sant Pau de Tarragona. Ningún factor por sí solo explica los resultados ni mucho menos los justifica, pero su conjunción sirve para abrir el debate.
1. ¿Es la pandemia la culpable?
«No. La pandemia influye, pero no determina los resultados», responde Sylvie Pérez, quien añade que «la pandemia fue mundial, por lo que si fuera únicamente su culpa todo el mundo habría bajado y, por lo tanto, la proporción se mantendría igual. Ha influido, sobre todo, la gestión que hemos hecho tras la pandemia porque la presión que ha habido sobre los centros educativos para responder a cosas que no son propiamente aprendizaje ha sido mucho mayor. La sensación es que constantemente todo tiene que pasar por la escuela y se tiene que resolver desde la escuela. Y la pandemia agotó mucho el sistema».
2. Desigualdades
«Hay un factor socioeconómico cambiante», destaca Jordi Satorra, quien es testigo de ello en el centro que dirige. «Ha aumentado el porcentaje de alumnos con menos recursos económicos y con índices de pobreza, que no se alimentan de acuerdo a los criterios establecidos, con menos espacios vitales para estudiar y unos condicionantes familiares de tensión emocional mayores. Este año tenemos 150 alumnos con pobreza declarada y llegan 30 mochilas económicas de ayudas. No es un factor determinante, no es causa-efecto, pero obviamente es un condicionante». «Si no tienes acceso a los libros, a una estabilidad emocional en casa, si estás más pendiente de llegar a fin de mes que de que tu hijo se centre en los estudios, ese alumno tendrá más dificultad a la hora de poder estudiar y trabajar», puntualiza Pablo Muñoz.
3. Inmigración
«Cada año llegan 700 nuevos alumnos a la ciudad de Tarragona, la mayoría inmigrantes. Y es cierto que las aulas de acogida se han aumentado, pero también las necesidades porque los déficits lingüísticos son importantes, especialmente si la lengua materna es totalmente diferente. Tampoco es un factor determinante, pero hay que ponerlo en valor», manifiesta Satorra. Unido a esto, el director del Martí Franquès apunta que si bien años atrás se hablaba más catalán en los usos sociales externos a la escuela, esto se está reduciendo. «La lengua de interrelación de los adolescentes, en un 80% es la castellana y todo dificulta porque si un alumno que acaba de llegar necesita más horas de catalán, si no lo habla con los compañeros, solo se puede suplir con más recursos. La escuela tiene que compensar mucho más los déficits».
4. Esfuerzo y exigencia
«La sociedad está cambiando. La exigencia es cada vez menor y por eso vemos que en países donde es mayor, los resultados son mejores», apunta Pablo Muñoz. Tenemos que incrementar el nivel de exigencia, pero también las familias. Para mí es el foco principal. Como sociedad debemos centrarnos más en el esfuerzo, el trabajo y la autodisciplina». En la misma línea se pronuncia Jordi Satorra, quien destaca «el esfuerzo y la responsabilidad».
5. Profesorado
«Ha habido una mala planificación. Se sabía desde hace mucho tiempo que había un boom, que los niños que estaban en Primaria iban a llegar a Secundaria. Ante la falta de docentes se ha permitido que personas que tenían acreditados unos conocimientos pudieran dar clase. Y claro, una cosa es saber cocinar y otra distinta es enseñar a cocinar», comenta Sylvie. «Cuando estamos en emergencia educativa, es mejor un profesor que ninguno. Pero cuando es una persona que no es de la especialidad y probablemente trabajará mucho tiempo, se tiene que formar, la administración debe facilitar esa formación», expone Satorra.
6. Metodología
«Es una de las reivindicaciones», explica Pablo, quien añade que «las situaciones de aprendizaje que promueve el Departament están muy bien para tener una serie de competencias, siempre que no perdamos de vista lo esencial porque si no lees bien, no escribes bien y no utilizas el razonamiento matemático, el resto está perdido». «El proyecto por sí solo no es la solución, debe estar muy bien trabajado. En algunos momentos puede tener ventajas, pero también las clases magistrales. La dieta variada es la que nos salvará. La innovación tiene que dialogar con la tradición. Sí a los cambios, pero probados y asimilados», puntualiza Satorra. «No podemos ir en contra del proceso social de cambio. El que es buen profesor lo es haciendo una clase magistral o con herramientas tecnológicas. En definitiva, lo que se busca es que el alumno sea parte activa del aprendizaje», señala Sylvie.
7. Injerencias externas
«Tenemos que tranquilizarnos y no hacen falta tantos expertos de fuera. La experiencia y los expertos están en todos los centros educativos, en la dirección y el equipo docente», dice Satorra. «Todo el mundo cuestiona las metodologías, todo el mundo se siente autorizado a opinar, a hablar de educación. Falta confianza en el mundo docente», añade Sylvie.
8. Pantallas y móviles, el gran debate
Memorización, ¿sí o no?; pantallas, ¿sí o no?; móviles ¿cuándo y dónde? El debate se ha intensificado a raíz de los resultados de PISA. Sylvie Pérez, Jordi Satorra y Pablo Muñoz coinciden en que no se le debe dar la espalda a la tecnología, aunque hay que utilizarla en su justa medida, cuando aporte un valor añadido. Otro tema más espinoso son los móviles. Al respecto, Satorra considera que «hay un debate hipócrita en la sociedad porque estamos muy preocupados por si en el patio utilizan el móvil, pero, ¿qué ocurre desde las 14.30 horas que salen del centro hasta las 3 de la madrugada? Aquí aparece la pandemia de miopía. Y especialmente los niños pequeños, cuando han estado muchas horas en casa delante de un móvil, han hablado menos y tienen menos vocabulario, así como más dificultad de atención. Es un hecho constatado por los colegios».
9. ¿Y ahora qué?
«Hace falta un plan educativo real, no podemos estar cambiando las leyes cada dos por tres y dotar de recursos. Faltan más profesores para poder bajar un poco las ratios y con ello no digo que bajar las ratios sea la solución», defiende Sylvie. Mientras, Pablo Muñoz aboga por «recuperar una serie de principios que son la lectoescritura, la comprensión, el lenguaje matemático y el cálculo», una opinión compartida por Satorra, «tenemos que volver a lo básico, a leer, a escribir bien y a hacer números. Y no pensar que el sistema educativo puede arrastrar todas las circunstancias porque en el momento que dedicamos más horas a otras cosas, invertimos menos en lo esencial».