A pesar de que las reservas de última hora aún pueden hacer mejorar las estadísticas generales, la temporada turística de este 2023 no registrará los datos de récord con los que se cerró la de 2019, la última antes de la llegada de la pandemia.
Sin embargo, eso no significa que vaya a ser un año débil turísticamente hablando: en agosto, la ocupación en hoteles, campings y apartamentos rozará el 90% en toda la costa tarraconense, un dato que, pese a no cubrir las expectativas que se marcaron a principios de año, estabilizará la recuperación iniciada en 2022, quizás con un ligero descenso.
La pérdida completa del público ruso y las dudas con respecto a la respuesta del resto son las principales causas de la incertidumbre que viene sobrevolando el sector. Además, la problemática en toda Europa con la inflación también provoca que las estancias no se prolonguen tanto y que los turistas se lo piensen dos veces antes de partir.
De enero a septiembre del pasado año, las pernoctaciones en la demarcación fueron más de 17,5 millones –un 7,6% menos respecto al mismo período del año 2019–. Desgranado por territorios, en la Costa Daurada, el descenso fue del 9,1%, mientras que, en la zona de les Terres de l’Ebre, se registró un incremento del 16,5%. Según datos de la encuesta de ocupación hotelera elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), este año ya han llegado 1.217.365 viajeros a la demarcación –un 12% de los que han llegado a Catalunya–. Son 49.702 turistas más que en 2022 y 24.793 más que en 2019. Las pernoctaciones, por otra parte, se han reducido levemente.
A finales del pasado curso, ya se habló de «incertidumbre» para este 2023 por diferentes motivos: la fidelización de los profesionales, las consecuencias del conflicto en Ucrania y el encarecimiento de los precios de la energía y de los suministros. «Somos muy conscientes de que la situación macroeconómica en Europa hará que las familias pierdan poder adquisitivo y, por tanto, puedan destinar menos presupuesto a sus vacaciones y ocio», expuso el año pasado la presidenta de la Federació d’Empresaris d’Hostaleria i Turisme de Tarragona, Berta Cabré.
Las previsiones han acabado correspondiéndose con la realidad. Pese a que los primeros meses del año hacían prever que la de 2023 iba a ser una temporada de récords y de superación del 2019 –se rozó el lleno en Semana Santa–, las cosas no han acabado yendo según lo esperado. «Conviene aclarar que 2019 fue un año excepcional», opina el presidente de la Associació d’Apartaments Turístics de la Costa Daurada i les Terres de l’Ebre, Joan Calvet.
En palabras del presidente de la Associació Hotelera Costa Daurada i Terres de l’Ebre, Albert Savé, «una de las noticias positivas es que se ha recuperado el mercado británico, que, junto al irlandés, es uno de los más potentes y de los que mejor responden en la costa tarraconense». El británico cayó cerca de un 20% el pasado año, mientras que el irlandés creció un 15%. El holandés sigue siendo fiel y el francés también, además del portugués, que ha subido mucho, según los empresarios del sector.
«Uno de los motivos de esta mejora han sido los datos del Aeropuerto de Reus», añade Savé. Según Aena, el equipamiento reusense finalizó 2022 con un total de 911.827 usuarios, lo que supuso una recuperación del 87,2% en comparación con 2019. 903.215 de esos vuelos –un 87,4%– fueron internacionales. En contraposición, Sans destaca que «en los campings sí que persiste la caída del visitante británico».
La climatología puede ser un factor importante, y es que muchos turoperadores aseguran que el buen tiempo en Europa puede frenar el ritmo de reservas en España o incluso eliminarlo. El impacto real de esta casuística no está probado, ya que algunas voces en el sector aseguran que es mínimo.
«Las expectativas de la primera mitad de año fueron muy altas, parecía que esta temporada iba a ser de récord y estamos viendo que las cosas no van a ser bien bien así», remarca Savé. A partir de la segunda mitad, las reservas han ido enfriándose, cosa que hace pensar que las estadísticas finales estarán algo por debajo de las del pasado 2022. «Será un buen verano, a secas», apunta la presidenta de la Associació de Càmpings de la Costa Daurada i Terres de l’Ebre, Mireia Sans.
«La disminución del poder adquisitivo de la población ha sido el principal inconveniente de la temporada estival», añade. «Creemos que mercados como el nacional, el francés y el del resto de Europa se han visto perjudicados por la situación económica inflacionaria que estamos viviendo», argumenta Savé.
Todas las problemáticas que se han dado con la escalada de la cesta de la compra y con la revalorización al alza de muchas hipotecas han afectado, como no podría ser de otra manera, a los gastos relacionados con el ocio. Las familias han tenido que abrocharse los cinturones. «No es que la gente no vaya de vacaciones, ya que todo el mundo quiere salir, pero sí que, en muchos casos, reducen las estancias», afirma el presidente de la asociación hotelera, quien coincide con la presidenta de la asociación de campings en que está habiendo más reservas de última hora. En cuanto a los apartamentos, Calvet confiesa que «la estancia media se ha reducido de los cinco a los cuatro días».
La pérdida del turismo ruso ha hecho mella. Y es que eran un público que solía realizar estancias largas y que era muy proclive a gastar en el territorio. Según Savé, «siempre tenían ganas de visitar monumentos típicos y puntos tradicionales de la zona». «No pierdo la esperanza de que vuelva el mercado ruso, pero, de momento, está costando que haya un reemplazo», confirma.
Con la Covid-19, el turismo del público peninsular se incrementó. Los visitantes nacionales y portugueses cubrieron la falta de turistas internacionales. Es un mercado que siempre había existido, pero que se volvió mayoritario y ahora conserva una presencia mayor que antes del coronavirus.
Un inicio de verano incierto
A lo largo del mes de junio, la ocupación en la demarcación se situó alrededor de un 60%, más o menos. En 2019, por ejemplo, ya se había llegado al 70% a esas alturas. En julio, el dato ha rozado el 80% y, en agosto, se prevé que se acerque al 90%. Son datos inferiores a los del año pasado, pese a que aún se confía en que haya reservas de última hora que puedan aumentar el porcentaje. El público de proximidad es el que más suele apurar a la hora de planificar sus vacaciones. En esta línea, Calvet expone que prevé una ocupación entre el 85% y el 90%.
La desestacionalización también es un factor que reduce la congestión de turistas durante los meses de verano. «Para muchos establecimientos, desestacionalizar es no jugárselo todo a una carta», expone el presidente de la Associació d’Empresaris d’Hostaleria de la demarcació de Tarragona, Magí Mallorquí. La bajada de precios, de afluencia de visitantes y la persistencia de un buen clima en mayo o septiembre son los principales motivos que aúpan a muchos turistas a venir antes o después del verano.