«Los casos de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) se han agravado desde el inicio del confinamiento». Así lo aseguraba, hace unos días, la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia a través de un comunicado. En el mismo texto, la entidad también hacía referencia a que «el distanciamiento social ha provocado que, en algunos casos, ante la imposibilidad de llevar a cabo terapias presenciales, hayan empeorado los síntomas y que la irritabilidad, la ansiedad y la dificultad para comer sean mayores en estos días de convivencia». Al respecto, Lola de Muller Montemayor, especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria, terapia familiar, terapia de pareja y psicología de la imagen en el centro Psicomedsalud: Psiquiatria, Psicologia i Nutrició de Tarragona y en el Centro Médico Rambla Nova, recuerda que «la situación de confinamiento viene acompañada de una alta reactividad emocional e inestabilidad. Además, vivimos múltiples estresores, como pueden ser pérdidas laborales y económicas y el contacto excesivo con personas con las que convivimos, que pueden conllevar relaciones conflictivas». Sobre dicha situación y su relación con los Trastornos de la Conducta Alimentaria, según la especialista hay que tener en consideración que «son personas que no cuentan con los suficientes recursos psicológicos o estrategias de afrontamiento que les permitan gestionar estas emociones y estresores, por lo que recurren a los síntomas alimentarios como una forma desesperada de lograr, aunque sea momentáneamente, la calma interna».
En este sentido, Lola de Muller hace el siguiente inciso: «Muchas veces se piensa que los motivos que llevan a las personas a dejar de comer pueden ser frívolos o estéticos, mientras que las motivaciones son mucho más profundas y estas personas encuentran en los Trastornos de la Conducta Alimentaria una forma de anestesia de todas estas emociones que sienten».
Sintomatología
Desde dietas restrictivas hasta medidas compensatorias, pasando por hiperactividad, vómitos, atracones… Son algunos de los síntomas alimentarios de los Trastornos de la Conducta Alimentaria. «Los episodios de ansiedad, generalmente, suelen impulsar a comer en exceso, mientras que en los episodios de más intensa tristeza se suele restringir más la ingesta de alimentos», explica la especialista.
Sobre si la cuarentena puede ser un desencadenante de esta sintomatología, Lola de Muller advierte que «lo que sí que puede pasar, y está pasando, es que el confinamiento saque a la luz trastornos que hasta el momento habían estado ocultados. Al estar encerrados en nuestros hogares, la movilidad física es menor, y puede hacerse más evidente el miedo hacia la comida o la tendencia a realizar algún tipo de conducta compensatoria que hasta el momento no había aparecido».
Asimismo, añade la especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria que «el trastorno también será más evidente para la familia al producirse una mayor convivencia durante el período de confinamiento».
Prevención
Una adecuada planificación del día a día contribuirá a consolidar hábitos saludables. Establecer un plan de alimentación que incluya las cinco comidas al día, que todos los miembros de la familia puedan participar de estas comidas y que coman el mismo tipo de alimentos, facilitar un ambiente tranquilo durante las comidas, evitar el uso de tecnología o escuchar noticias televisivas que puedan tener un alto impacto emocional son algunas de las pautas que Lola de Muller aconseja seguir. «Tener un plan alimentario actúa a nivel preventivo, ya que decidir lo que vamos a comer de una forma improvisada va a hacer que esta decisión esté influenciada por el momento emocional que atravesamos», asegura la especialista, por lo que aconseja ir al supermercado con una lista de alimentos previamente elaborada para «no dejarnos llevar por la histeria que impulsa a comprar más alimentos de los que son necesarios o a los que estábamos acostumbrados». «Una despensa llena de víveres hará más difícil que podamos tomar decisiones respecto a lo que vamos a cocinar de manera saludable», añade. Sin olvidar que –según palabras de la especialista– «si estamos más ansiosos comeremos más alimentos procesados, más calóricos y mayor cantidad, mientras que si estamos tristes comeremos de forma simbólica o nos saltaremos alguna ingesta».
Y aprovechando que estamos en casa, Lola de Muller anima a cocinar de una forma más creativa y experimentar con nuevos alimentos. Por último, destaca los beneficios de mantener cierto nivel de actividad física en personas diagnosticadas. «Si no hay infrapeso, pueden seguir una tabla de ejercicios guiada a través de algún tutorial de internet, en compañía de algún familiar o en streaming, para asociar la actividad a una experiencia lúdica y no como una compensación».
Oportunidad
En el caso de los pacientes diagnosticados, la especialista explica que «es interesante no desaprovechar la oportunidad única, que se nos brinda, de que estos pacientes pueden tener un seguimiento las 24 horas al día porque los familiares pueden controlar cuestiones relativas a las ingestas, medidas compensatorias o rituales de comprobación» y añade que «si conseguimos que estos pacientes pasen libres de síntomas todo el período de confinamiento va a ser luego más fácil mantener los resultados, por lo que es una oportunidad que no debemos desaprovechar».