Tarragona: de dibujante a as de la aviación mundial

Manuel Orozco combatió en la Guerra Civil y en la II Guerra Mundial, en los bandos republicano y soviético. Un libro, ‘Ales Lleials’, relata su apasionante vida

23 abril 2022 20:19 | Actualizado a 24 abril 2022 11:36
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

De nacer en la Part Alta de Tarragona a combatir contra las tropas franquistas sobre los cielos de España durante la Guerra Civil y los de Rusia,  Bielorrusia, Polonia, Lituania, Letonia y Hungría en la II Guerra Mundial, para luego residir en Cuba y Chile, antes de volver a su ciudad natal en plena Transición. De diseñar el sello del cincuentenario del Nàstic a estar con Salvador Allende poco antes de que el presidente chileno se suicidara cuando estaba acorralado en el Palacio de la Moneda por las tropas del sangriento Augusto Pinochet... La vida de Manuel Orozco es apasionante.

Orozco era un as de la aviación. Fue capaz de salir sano y salvo de un aterrizaje sin timón tras chocar con un avión enemigo y de posarse sobre un campo minado cubierto por la nieve. Abatió a diez aparatos enemigos en la Guerra Civil y a otros once en el conflicto mundial. Pero también ejerció de director teatral, dibujante y profesor de Economía. Un libro de mayo de 2021, Ales Lleials, narra el periplo vital de Orozco y de otros pilotos tarraconenses. El libro cuenta con la colaboración e imágenes del Grup de Recerca de les Terres de Ponent y de ADAR (Asociación de Aviadores de la República). Lo ha escrito Lluís Orozco Delclòs, sobrino de Manuel. 

30 de diciembre de 1915. En el corazón de Tarragona, en la Part Alta, nace Manuel. Es el cuarto hijo de una familia enraizada en la ciudad. El padre, Manuel Orozco, es un enólogo nacido en Sevilla que se trasladó a Tarragona. La madre, Carme Rovira, es de la familia Malé, propietaria de la conocida tienda de ropa.

Manuel tiene talento artístico. El 4 de marzo de 1933, con solo 17 años de edad, ya expone sus caricaturas de personajes conocidos de la Tarragona republicana. Poco a poco va adquiriendo prestigio en la ciudad y las críticas son positivas. «Evidencia facultades innatas sorprendentes» o «se revela como caricaturista notable», dicen los expertos. 

Orozco también es diseñador. Un cartel de Casa Malé, la tiende su familia materna, y el sello del 50 aniversario del Nàstic son  creaciones suyas. Parece que su futuro se moverá en las Bellas Artes. Pero el estallido de la Guerra Civil lo cambia todo. 

La República necesita, entre otras cosas, pilotos de combate. Parte de los aviadores del momento apoya el golpe de Estado. Manuel, comunista sin experiencia militar alguna, se alista primero en las milicias que combaten en el frente de Aragón y luego se apunta al desesperado llamamiento de la Aviación republicana.
Antes, explica Ales Lleials, salva a dos cuñadas de su hermano, ambas religiosas carmelitas del Sagrado Corazón, de un piquete revolucionario. También impide, junto a unos amigos, que un grupo de anarquistas prenda fuego a los tapices de la catedral.

Los mandos republicanos envían a Orozco y decenas de otros voluntarios a la Unión Soviética para que se formen como pilotos de los Polikárpov I-15 e I-16 (los conocidos como ‘Chatos’ y ‘Moscas’). En cuatro meses y medio (del 18 de julio al 30 de noviembre de 1937) aprenden lo que en condiciones normales se tardan cuatro años. Vuelven a Barcelona el 27 de diciembre. Poco después entran en combate.

Una de las batallas aéreas en la que participa Orozco tiene lugar el 21 de febrero de 1938. Se enfrentan 41 aparatos franquistas y 45 cazas republicanos sobre el cielo de Alfambra (en el frente de Teruel). En pleno combate, Orozco queda rodeado por ocho Messerschmitt alemanes. Solo tiene una opción: la maniobra conocida como ‘tarán’, es decir, embestir con su avión al aparato enemigo. Así lo hace. Ambos caen en picado. El piloto alemán se estrella. Orozco logra enderezar su ‘Chato’ a solo 400 metros del suelo, pero ha perdido parte del plano inferior, la quilla está rota y no puede manejar ni el timón de dirección ni el de profundidad. Parece imposible aterrizar. Pero Orozco lo logra. Sin un rasguño.

La hazaña tiene repercusión en toda la prensa republicana, incluido el Diari de Tarragona: «No solo sus compañeros sino también sus jefes quedaron tan agradablemente sorprendidos de su serenidad y competencia que allí mismo (en el campo de aviación) se le ascendió a comandante», escribe el entonces director del Diari, Lluís de Salvador. El jefe de la Aviación Republicana, Ignacio Hidalgo de Cisneros, contempla in situ el avión destrozado.

Orozco participará en más combates y es enviado de nuevo a la URSS para ampliar su formación como piloto. Ya no podrá volver a España. En la Unión Soviética se entera de la derrota republicana. Poco después estalla la II Guerra Mundial. La URSS es reacia en un primer momento a que los pilotos republicanos luchen en su bando, pero finalmente acepta. Orozco, que se ha dedicado a enseñar a volar a los pilotos soviéticos, demuestra también su habilidad en el Ejército Rojo. Y su suerte.
Escribe Orozco: «En 1943, tuve un combate con un avión de reconocimiento alemán que cayó en su territorio y por falta de gasolina tuve que aterrizar cerca de una estación de ferrocarril sobre la nieve, donde resultó que cubría un campo minado». Sus compañeros ironizan con su buena estrella: «Esto no se le puede ocurrir a nadie más que a Orozco... aterrizar en un campo minado como si lo hubiera hecho en una pista de hormigón».

Tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial, Orozco deja el ejército soviético, se doctora en Economía e imparte clases en países como Cuba y Chile. Allí, explica su sobrino en el libro, estuvo con Salvador Allende en pleno golpe de Estado de Pinochet. Junto a otros enviados soviéticos intenta convencer a Allende de que abandone el poder y se exilie. Allende prefiere morir al pie del cañón.

En 1977, una vez muerto Franco, Orozco vuelve por primera vez a su Tarragona natal. Entonces le conoce su sobrino. «Era encantador y te atrapaba su personalidad. En aquella época no hice mucho caso de las historias que me contaba», relata Lluís. Años después, Lluís se arrepiente de aquella poca atención y decide escribir Ales Lleials. Manuel se instaló en un apartamento de la Part Alta de Tarragona en los 90. Falleció el 16 de abril de 1994.

Hubo otros varios pilotos tarraconenses. Por citar dos ejemplos: Leopoldo Morquillas, nacido en Tarragona en 1914 y fallecido en Tula (Rusia) en 1989. Si Orozco era un as de la aviación, Morquillas le superó. Abatió 21 aviones enemigos en la Guerra Civil y también combatió en la II Guerra Mundial con los soviéticos. Rafael Sanromà, de la conocida saga farmacéutica, defendió con su avión a la propia Tarragona de un ataque aéreo nocturno. Murió en 1937 en un hotel de Valencia en un bombardeo.

Ambos, y otros aviadores, fueron héroes. Como concluye Lluís Orozco: «No tienen patria, bandera, ni ideología valores como la lealtad, el coraje, la bondad, la compasión y la amistad y, por qué no, también el amor».

Comentarios
Multimedia Diari