Una hubiese esperado que, siendo las cinco y media de la tarde, la plaza Corsini hubiera estado, al menos, un poquito más concurrida de lo habitual.
Al fin y al cabo, esa es la hora en que, según el programa de fiestas, se iban a ofrecer cortes de sandía fresca por un euro, además de un vale para disfrutar de tres intentos en el Surf Mecànic, una actividad hinchable que iba a poner a prueba el equilibrio de sus usuarios.
No obstante, aún no había rastro de las sandías prometidas, y a excepción de la presencia del stand, del hinchable y de una agradable música de guitarra, nadie hubiera dicho que ayer era un día diferente a los demás.
Tras unos pocos minutos, se produjo una inesperada y extraña transformación en el ambiente, y unas cinco familias empezaron a hacer cola frente al stand. Entre ellas, estaba la de Tahiré García, madre de dos niños de entre siete y once años.
Era la primera vez que venía a la Sindriada, aunque ya había oído hablar de ella. Esta vez, se había animado a venir gracias a la app TGN Agenda. Explicó que sus hijos iban a subir al hinchable. «Les hace gracia», comentó mientras los niños reían tímidamente.
De repente, las sandías hicieron su aparición. Salían de enormes cajas de plástico azul que hasta entonces habían estado resguardadas del sol en la fresca nevera del Mercat Central.
La cola se hacía cada vez más y más larga, y acabó por superar la mitad de la longitud de la plaza. Parecía que la Sindriada estaba siendo todo un éxito. Claramente, el evento había conseguido seducir a un perfil específico: familias de descendencia muy joven. No obstante, la de Tahiré García no era la única que había venido por primera vez. De hecho, lo difícil era encontrar a alguien que estuviera repitiendo.
Quizás parte de la razón se encontraba en las palabras de Montse, una madre acompañada por su pareja y sus criaturas, ubicada al final de la cola.
Explicó que esta era también la primera vez que venía, puesto que sus hijos son extremadamente jóvenes. Respecto al mayor, alegó: «como nació en plena pandemia, no tuvimos la oportunidad de venir.»
Al fin y al cabo, la mayoría de las familias que acudieron ayer al llamado de la sandía tenían hijos muy pequeños, así que resultaba reconfortante ver como recuperaban el tiempo perdido durante el confinamiento a base de surf y sandía, un plan excelente para una tarde de agosto.