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Ponent ya sabe qué hacer si hay un accidente químico

El simulacro fue un éxito, tanto por el seguimiento que tuvo como por el estreno del sistema de avisos por teléfono móvil. La Generalitat anuncia otra prueba para el 2023

02 noviembre 2022 19:49 | Actualizado a 02 noviembre 2022 22:27
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Un ejercicio ejemplar de civismo. Así podríamos definir lo qué ocurrió ayer en los barrios de Ponent y en otros puntos y municipios del Camp de Tarragona. El simulacro de confinamiento por accidente químico fue un éxito, tanto por el seguimiento como por la prueba de las alertas al teléfono móvil. La hipótesis era una fuga de cloro en el polígono sur. Y lo cierto es que se pudo constatar que la población sabía lo que estaba ocurriendo y sabía cuál era su función. Muestra de ello es que el 112 solo recibió medio centenar de llamadas preguntando porqué sonaban las sirenas. Ayer fue un día importante para los barrios de Ponent. Pusieron en práctica cómo actuar si vuelve a ocurrir algo parecido al fatídico incidente en Iqoxe, el pasado enero de 2020, donde murieron tres personas.

Minutos antes de que sonaran las sirenas, en Torreforta todo estaba listo para el gran momento. Los camareros iban avisando a los clientes –que estaban tranquilamente tomando algo en la terraza–, de que en cuestión de minutos deberían entrar dentro del bar. En el Centre Cívic del barrio también se respiraba un ambiente distinto al habitual. De fondo, tanto en un sitio como en otro, se oía Tarragona Ràdio. Querían estar informados.

La de ayer ya no era una tarde normal y corriente. Menos gente en la calle y algún que otro bar cerrado con el cartel de: «Abrimos a las siete». Pese a ello, en la Plaça Pilar Pradells Sabaté –delante del Centre Cívic de Torreforta– había cierto movimiento de madres yendo a buscar a sus hijos a la biblioteca o grupos de jóvenes jugando.

A las seis y media en punto, sonaron las esperadas sirenas y la vida en Ponent quedaba paralizada. «Dentro del Centre Cívico hay, ahora mismo, unos setenta niños. A parte de algunos que estaban por fuera y han entrado al oír las alarmas. Hemos cerrado puertas y ventanas y, por el sistema de megafonía, estamos explicando lo qué ocurre», comentaba Georgina Martí, animadora sociocultural de la Xarxa de Centres Cívics, quien añadía que «un ejercicio como este es importante para estar preparados y ser responsables».

A unos metros, cerca de una veintena de personas se refugiaban al interior del bar Nou Centre de Torreforta. Los propietarios del establecimiento cerraban puerta y bajaban persiana. Cinco segundos después de las sirenas, los allí presentes recibían la alerta en el móvil. «Ostras, me han mandado la notificación en inglés», decía uno. Al cabo de unos minutos, lo volvía a recibir en español y catalán.

También se paraba la actividad en los autobuses municipales. Un inspector de la EMT entraba dentro de uno de los vehículos y explicaba a los presentes lo que estaba ocurriendo. Todos lo sabían, aunque algún incrédulo decía: «¿De qué servirá esto? El día que pase algo de verdad, no sonarán ni las alarmas».

$!Ponent ya sabe qué hacer si hay un accidente químico

Durante los quince minutos que duró el simulacro, solo se vieron cuatro personas en todo el entorno del Mercat de Torreforta. El primero era Pedro, un agente jubilado de la Guàrdia Urbana quien decía estar controlando la zona. La segunda persona era Vasilca, la madre de una niña de 7 años que estaba en la ludoteca. «He escuchado las sirenas y he venido rápidamente a buscarla», decía Vasilca, nerviosa. Cristina y Àfrica –la tercera y la cuarta– le explicaban que justo esto es lo que no tenía qué hacer. Ellas eran dos de los cincuenta observadores que estaban repartidos por todo el territorio. Valoraban que el seguimiento había sido un éxito.

Otro simulacro el año que viene

Durante todo el simulacro, el conseller de Interior de la Generalitat, Joan Ignasi Elena, estaba reunido en el edificio 112 con los alcaldes de los municipios afectados. Elena confirmaba entonces que habían sonado todas las sirenas previstas, 20 de las 45 que hay en el territorio, y que la prueba de alerta de móvil había ido bien. Tanto él como el resto de autoridades agradecieron a la ciudadanía su participación en la prueba. «Lo de hoy ha sido una muestra de madurez y concienciación», decía el conseller. Elena anunció que el año que viene volverá a celebrarse otro simulacro, pero esta vez en el polígono norte.

Por su parte, el alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, dijo que «se ha demostrado que cuando la ciudadanía se queja es porque quiere un cambio. Y vamos por el camino». El resto de alcaldes del territorio insistieron en la importancia de la «cultura de la prevención» para que no se repita un episodio como el de Iqoxe.

«Si suenan las sirenas hay que confinarse, lo dicen en el cole»

«Si suenan las sirenas hay que irse a casa o algún sitio cerrado y confinarse», explica Oliver, de 6 años. Se lo han dicho en el colegio y se lo ha recordado su abuela. Ella cuenta que acaba de recogerlo de la academia de baile y las alarmas que anunciaban el simulacro les han pillado en plena calle, así que han decidido aparcar y meterse en el supermercado, el sitio más cercano.

Oliver y su abuela compartían espacio con los clientes a quienes el ejercicio les sorprendió en el supermercado Consum de La Canonja. Un empleado por megafonía anunciaba que se trataba de un simulacro y explicaba que, en caso de una emergencia real, confinarse es la mejor medida de autoprotección. Antes de eso las sirenas ya habían advertido de que comenzaba el ejercicio y muchos teléfonos móviles recibían el aviso de alerta. De hecho quienes querían inmortalizar el momento se percataron de que el mensaje es persistente y hasta que no se lee y se da ‘aceptar’ no se puede usar el móvil para hacer fotos, vídeos o cualquier otra cosa.

$!Oliver y su familia entraron a confinarse al supermercado y de paso compraron. Foto: Alfredo González

Aunque a esa hora no había mucha afluencia, la mayoría de los presentes estaban informados del simulacro «por el boca oreja», «por la prensa» e incluso otros como Sandra, se habían enterado porque los voluntarios de Protección Civil habían salido en coche a recordarlo por el pueblo.

La práctica totalidad de los clientes se quedaron a esperar a que terminara el simulacro, como Miguel, Sergio y Otman, tres adolescentes que habían ido a comprar la merienda. De hecho también supieron identificar cómo sonaban las sirenas que anunciaban el final. Aseguraban que ya se los habían explicado en el instituto.

La percepción, de entrada, es que la ciudadanía del municipio cumplió, aunque hay que esperar a los informes de los 14 observadores de Protección Civil que había apostados en diferentes zonas, como explicaba la regidora de seguridad ciudadana Lucía López, quien agradecía el esfuerzo que han hecho en los últimos días para que los vecinos estuvieran advertidos.

Aunque había quienes como Antonia García, una de las clientas, rodeada de periodistas, reconocían que «me he puesto un poco nerviosa... Venimos de donde venimos».

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