«Cuando estoy en fase maníaca, siento que Messi a mi lado no es nadie. Tengo mucha energía y me veo capaz de todo. Pero cuando llega la fase depresiva, no tengo ganas de nada, ni de vivir». Este es el testimonio de Òscar Cid Perpinyà, un joven de 43 años y vecino de Tarragona, que lleva 25 años conviviendo con el trastorno bipolar de la personalidad. Asegura que hasta hace poco sentía vergüenza por su condición, pero que ahora, después de una mala experiencia laboral, quiere contar su historia para poder ayudar a otros. Cid nos abre su corazón justo hoy, día mundial del trastorno bipolar.
Òscar Cid fue un niño normal, aunque asegura que siempre vio que había alguna cosa distinta en él. Estudió en el Col·legi Sant Pau Apòstol de Tarragona y siguió su formación a la Escola d’Hoteleria i Turisme de Cambrils. Allí aprendió su oficio, el de metre. Trabajó en varios hoteles hasta llegar a uno de los mejores de Suiza. Fue allí donde, por primera vez, se vio las caras con el trastorno. Tras tener un ataque por estrés y sufrir un ingreso hospitalario, los médicos le diagnosticaron un trastorno mental. Todavía no tenía apellido.
El siguiente episodio tuvo lugar unos años más tarde, en 2007, después de que Cid perdiera una hija de corta edad. «Me costó mucho asimilarlo. No supe cómo gestionarlo. Tuve otro ataque y aquí sí que me dijeron lo que me pasaba: sufría un trastorno bipolar».
Cuando llega el diagnóstico, algo cambia. Así lo aseguran todos los que lo sufren. «Es un tema tabú que quieres esconder. No quieres que nadie lo sepa porque tienes miedo de que se burlen de ti. Te lo comes tu solo, encerrado en tu casa, muerto de vergüenza», explica Cid.
El trastorno
Hoy se celebra el día mundial del trastorno bipolar, una afección que afecta a más del 1% de la población española y que florece entre los 15 y los 25 años, por norma general. Se trata de una enfermedad mental que causa cambios en el estado de ánimo de forma extrema. Incluyen subidones emocionales, también conocidos como fase maníaca, o bajones, que es la fase depresiva.
«Cuando estoy eufórico, me veo capaz de todo. Energía excesiva, multitud de ideas y pensamientos acelerados que no cesan. Pero esto es una montaña rusa. Cuanto más subes, más bajas después. En el momento de la depresión, no quieres ni seguir viviendo», explica Cid, quien añade que «exagero mucho las emociones, tanto las buenas como las malas».
Para el protagonista, la estigmatización es uno de los principales enemigos de este trastorno. «No es lo mismo decir que tienes cáncer a que sufres una enfermedad mental. Tampoco es lo mismo haber estado ingresado en el Hospital Joan XXIII que en el Institut Pere Mata. Las cosas cambian y las caras de la gente también», explica Cid.
El protagonista asegura que hasta hace poco lo escondía, pero que ahora lo dice abiertamente. «Es curioso ver como personas que creías que lo aceptarían, acaban distanciándose. Incluso me han llegado a decir que les da miedo estar conmigo. Me da rabia, no soy una persona violenta», dice Cid. También explica cómo en las entrevistas de trabajo se ha visto obligado a contarlo. «Insisten mucho hasta que acabas confesando. Cuando les dices que sufres una enfermedad mental, la expresión de la cara del entrevistador cambia radicalmente. Un trabajo más perdido, pienso», comenta el protagonista.
La estigma le persigue. «Yo no puedo pelearme, ni puedo tener ideas. A la mínima, parece que ya me está dando un brote. Y no siempre es así», explica. Por norma general, la familia es quien más de cerca vive estas situaciones. Quieren proteger tanto a su allegado que acaban por invalidarlo de forma inconsciente. Es una actuación habitual entre el entorno del enfermo mental.
Cid tiene pautada una medicación, aunque asegura estar en contra de tantas pastillas. «A menudo tengo la sensación de que nos dan mucha medicación para tenernos anulados como personas», explica el protagonista, quien también consume Cannabidiol (CBD) para relajarse.
Lo peor, los ingresos
Para Cid, lo peor de su trastorno es, sin duda, los ingresos al Institut Pere Mata. «Le decimos el hotel, pero la verdad es que preferiría otro tipo de tratamiento», dice Cid, quien ha estado hasta cuatro veces ingresado. La última fue hace apenas un mes. El protagonista asegura que fue ingresado contra su voluntad. «Lo único bueno es que conoces a gente y tejes una red con personas en una situación parecida a la tuya», dice.
Tanto es así que Cid ha tirado adelante una asociación con el objetivo de divulgar los trastornos de salud mental y sus consecuencias. Se llama Freeunicorn y, por el momento, ya tiene un stock de merchandising –por ejemplo, la camiseta que luce en la foto–.
La decisión de contarlo
Para los afectados por este trastorno, la situaciones extremas pueden implicar crisis en su estado de ánimo. Cid asegura que uno de los peores momentos fue cuando perdió a su hija. Pero también lo ha sido recientemente, cuando ha vivido una mala experiencia laboral. De hecho, esta vivencia es la que le ha llevado a hacer público su trastorno y a tirar adelante con la entidad.
Ahora Cid está focalizado en volver a empezar de nuevo y a, sobretodo, retomar su faceta de músico, subiendo a los escenarios que se le pongan por delante. «Quiero explicar mi historia para que nadie más sienta vergüenza por sufrir un trastorno bipolar. Somos muchos y somos fuertes», acaba Cid.