Del estupor y el desconcierto inicial, a la expectación del momento en el que se hizo el levantamiento del cadáver, pasando por la rabia, el miedo y la resignación. El episodio vivido ayer por la mañana en Campclar volvía a poner en el centro de la diana un barrio que lucha por dejar atrás un estigma y un pasado turbio, que se resiste a desaparecer.
«Llevo siete años aquí y cada vez es peor, desde la pandemia esto ha ido de mal en peor», asegura un restaurador que trabaja a escasos metros del lugar de los hechos. Fue una de las personas que llamó al 112 después que un cliente subió corriendo en busca de sus hijas y se resguardaron en el bar, después de escuchar un ruido que le pareció que era de unos disparos.
«Antes la Rambla era un sitio tranquilo, pero ha cambiado bastante. La parte de arriba aún, pero abajo hay gente que ha puesto la casa en venta y quiere irse. Yo también me iré. Aguantaré un poco más, pero no me gusta lo que estoy viendo», añadía.
Este asegura que uno de los principales problemas es la droga. «Sales y te los encuentras pinchándose en la esquina o están todo el día en la calle fumando porros. No había visto nunca algo así», asegura. Una situación que, en paralelo, ha está comportando una oleada de delincuencia y pequeños hurtos, que los que viven y trabajan en la zona atribuyen principalmente a colectivos de jóvenes de menos de veinte años, que se pasan el día en la calle consumiendo e increpando a la gente.
«Antes nos conocíamos todos y sabías quiénes eran, pero ahora ha llegado mucha gente de fuera y los chicos no salen por miedo»
«La semana pasada me entraron a robar y el día antes también habían ido a la farmacia. Ya es la segunda vez que lo intentan», decía otra restauradora de un bar de tapas de la zona.
Los vecinos de toda la vida aseguran que la situación de inseguridad que se está generando recuerda los peores años que vivió este barrio a partir de la década de los ochenta. «Cada dos por tres pasa alguna cosa. Los chicos no pueden salir solos por la noche porque a la mínima les quitan el móvil», decía Raúl.
Este asegura que «antes nos conocíamos todos y sabías quiénes eran, pero ahora ha llegado mucha gente de fuera y los chicos no salen por miedo». Después de este episodio, considera que la única solución es que haya más vigilancia de paisano que controle qué está pasando. «Si patrullan los ven desde lejos y antes de que llegue la policía ya han escapado. No sirve para nada», añadía.
El amplio dispositivo policial y las ambulancias alteraron por completo la normalidad de un barrio que despertó con la emoción de una nueva jornada lúdica y deportiva alrededor del Cros dels Àngels, y que al mediodía volvía a empeñarse por un nuevo episodio turbio, de trágicas consecuencias. «No tenemos ni idea de lo que ha pasado, pero tampoco nos extraña. Cada día hay más inseguridad y saben quienes son, pero los cogen y tras unas horas vuelven a estar en la calle», decían dos vecinos de Bonavista.