Las desigualdades y la justicia social y de género son inquietudes que han acompañado a Dolors Comas d’Argemir (Barcelona, 1951) durante toda su trayectoria, tanto académica como en su faceta política.
Dolors Comas es catedrática de antropología social y cultural de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y desde los años 90 se interesa por el cuidado social, «una cuestión cada vez más importante en una sociedad en la que hay un envejecimiento de la población muy fuerte», apunta. ¿Qué es el cuidado social? y, sobre todo, ¿Quién cuida? «Es hacer posible que una persona, ya esté enferma o sea mayor, pueda realizar todas las actividades de la vida diaria, una labor que recae mayoritariamente en las mujeres, de forma desproporcionada», explica.
Tradicionalmente han sido las mujeres las que han tenido este rol, pero las mujeres ya no son solo amas de casa. Estudian y trabajan fuera del hogar por lo que «las familias ya no tienen la capacidad de cuidar que tenían antes y hay poca responsabilidad pública más allá de la Ley de dependencia», comenta. Esta antropóloga pone el acento en la «crisis en el cuidado» que ya se está viviendo y que se agravará porque «en 2050 los mayores de 80 años serán un 15% de la población, un alargamiento de la vida que es un triunfo histórico pero, al mismo tiempo, como sociedad, tenemos que reaccionar», exclama. Una reacción que pasa por implicar a los hombres. Se da la circunstancia de que las mujeres viven más años «y lo más normal es encontrar a mujeres mayores, viudas y solas». Viven más pero también enferman más, por lo que «cuando envejecen en pareja, a medida que pasan los años, hay más hombres que cuidan a sus esposas que al revés», revela.
«Las familias no tienen la capacidad de cuidar que tenían antes y hay poca responsabilidad pública»La investigación que conduce en la Universitat Rovira i Virgili (URV), pionera en el país, aborda esta implicación masculina en el cuidado de personas en situación de dependencia. Dos son los motivos principales que la llevaron a poner en marcha este proyecto, «para dar visibilidad a los que lo hacen y porque los necesitamos. Ya los necesitamos ahora pero en un futuro se tendrán que implicar en el cuidado», manifiesta.
Una cuestión de educación
En el estudio se analizan los casos de hombres que se encargan de cuidar a sus esposas. Y los resultados ponen sobre la mesa que «hay gran cantidad de hombres mayores que lo hacen y destaco que son hombres que no fueron socializados en esto. Al revés, de alguna manera fueron criados en el viejo modelo en el que sus mujeres lo han hecho todo», revela Comas. Por ello insiste en el hecho de que «si ellos lo hacen es que no hay nada natural en estas cosas, no es que las mujeres tengan más instinto sino que nos han educado para que lo hagamos».
«Se debe dar visibilidad a los hombres que cuidan porque los necesitamos, ahora y en un futuro»Otras realidades son los casos de los hijos que se encargan de cuidar a sus progenitores, «donde encontramos frecuentemente que asumen la responsabilidad, pero no tanto el cuidado directo», manifiesta. Y en último término, «muy excepcionalmente», hombres que se ocupan de un hijo adulto con algún trastorno mental o discapacidad.
Que la mujer se implique preferencialmente en el cuidado social Comas lo señala como un «elemento que explica las desigualdades. No es anecdótico ya que hace que las mujeres tengan más problemas en la vida laboral», un aspecto que ya detectó a principios de los 90 a raíz de unos estudios encargados por los ayuntamientos de Tarragona y de Reus, preocupados por las dificultades de las mujeres en encontrar trabajo. «Constatamos que toda su vida laboral estaba atravesada por el cuidado, el de los hijos, de los padres, de los suegros...». Y es una asignatura pendiente, desde el punto de vista social y político.
«Yo viví la situación en el franquismo por la que para abrir una cuenta corriente me tenía que autorizar mi padre o mi marido»A pesar de todo, Dolors Comas destaca el camino que se ha recorrido hasta el momento. Y con una mirada retrospectiva recuerda cómo «durante el franquismo, para abrir una cuenta corriente me tenía que autorizar mi padre o mi marido». Ahora resalta el #MeToo, las multitudinarias manifestaciones reivindicativas y las reacciones al caso ‘La Manada’, así como un feminismo transformador que socava el poder patriarcal. «Hemos avanzado pero no podemos bajar la guardia porque no hay igualdad real de oportunidades. Hay mujeres muy vulnerables, una feminización de la pobreza evidente».