Tarragona dio ayer el pistoletazo de salida a la celebración del centenario del Mercat Central con la mirada puesta en el «regreso a casa», según manifestó la presidenta de los vendedores del equipamiento comercial, Maria Virgili. Tanto paradistas como representantes municipales remarcaron que la fiesta de ayer, que concentró a decenas de personas, debe ser sólo la antesala del gran acto que debe servir para conmemorar la inauguración de la reforma del inmueble, y que se espera que pueda llevarse a cabo «entre Sant Magí y Santa Tecla», según manifestó ayer el alcalde Josep Fèlix Ballesteros (PSC).
En plena cuenta atrás para la reapertura del mercado, la ciudad puso ayer la primera piedra del intenso calendario de actividades que servirán para homenajear la instalación que entró en servicio el 19 de diciembre de 1915 y que fue bautizada justo una semana después por el entonces alcalde, Lluís Soler. «Se da la circunstancia de que hace un siglo tardaron dos años en construir el edificio y ahora, en cambio, ya llevamos ocho para reformarlo» criticó ayer el portavoz del grupo municipal de CDC, Albert Abelló, quien también es paradista del espacio.
La verdad sea dicha, ni el más pesimista del lugar podía imaginar en octubre de 2007 –cuando los comerciantes se trasladaron a la carpa que teóricamente debía ser provisional para sólo dos años– que para la celebración del centenario aún estarían en la Plaça Corsini y no en el edificio modernista. Pese a ello, ayer los vendedores rechazaron realizar un discurso victimista y crítico, y enfatizaron el carácter que siempre ha caracterizado a los profesionales del Mercat: «Este espacio se ha convertido en una referencia de Tarragona gracias al esfuerzo y la perseverancia de todos para superar las dificultades», remarcó Maria Virgili.
Críticas de la oposición
La celebración de ayer también contó con la presencia de los otros seis partidos de la oposición. El líder de Ciutadans, Rubén Viñuales, espera que «Ballesteros cumpla ahora el calendario y que el Mercat pueda tener la vida que se merece».
Especialmente crítico con Ballesteros se mostró Pau Ricomà (ERC), quien acusó al alcalde de «defender de una forma muy débil a la ciudad ante la deslealtad del Gobierno Central» un hecho que, a su juicio, «ha provocado que la obra no pueda finalizarse en un tiempo razonable».
Alejandro Fernández (PP) lamentó que los siete años de obras «han comportado un deterioro urbanístico y comercial de la zona» por lo que advierte de que «va a costar un esfuerzo enorme recuperar el papel histórico de nuestro mercado».
La formación que no acudió al acto fue la CUP. Su portavoz, Laia Estrada, critica que «no se cuida a los comerciantes» y teme que «ahora el Consistorio quiere echar a los vendedores de toda la vida para apostar por empresas grandes», por lo advierte de que «podría perderse la esencia».
Arga Sentís (ICV) es otra de las voces más pesimistas, ya que remarca que «este proyecto es un ejemplo sobre como no debe gestionarse una obra pública» que define como «faraónica y sobredimensionada» y que «se empezó sin tener la financiación garantizada».
Josep Maria Prats (Unió) lamenta que «las obras se han topado con lo peor de la crisis» si bien considera que «debe mirarse hacia adelante y pensar que ya estamos en la recta final».
‘Mapping’ por fin de año
Después de casi una década de obras, polémicas y tensiones entre Consistorio y vendedores, ambas partes podrían anunciar en breve un acuerdo para empezar el traslado en febrero. «Estamos muy cerca, ya sólo quedan algunos pequeños detalles» remarcó ayer Josep Fèlix Ballesteros, quien reveló que el reloj Carrillon que se situará en la fachada principal del Mercat «cantará cada día a las doce del mediodía la Amparito Roca» y que contará con un especial protagonismo de los elementos del Seguici Popular de la ciudad. Asimismo, la idea es que la Plaça Corsini pueda acoger un mapping de fin de año.
Pese a ello, no todo fueron buenas palabras. El más crítico fue Abelló, quien expuso que duda que el Mercat pueda abrir este año ya que «hace meses que las actuaciones están paralizadas», un extremo que fue desmentido por parte de Ballesteros, quien reconoció –esto sí– que las obras «van al ralentí porque estamos negociando con los paradistas».
