Después de unos meses al ralentí a causa de la pandemia, el mercado del alquiler recupera su dinamismo y lo hace con una tendencia alcista en los precios y una demanda más exigente. Así lo ponen de manifiesto los últimos datos recogidos por la Cambra de la Propietat Urbana de Tarragona, según los cuales, el incremento interanual se sitúa en un 1,3%, superando la media española, que es del 1,1%, y un poco por debajo de la media en Catalunya, que es del 1,5%.
«La dificultad de muchos jóvenes para acceder a la vivienda, por culpa de las condiciones laborales, hace que muchos tenga que vivir de alquiler. Si le sumamos que obra nova no hay y que la vivienda de segunda mano tiene unos precios considerables, y que muchas familias tienen dificultades en acceder a la financiación, esto hace que la demanda se incremente», indica Héctor Ruana, gerente de la Cambra de la Propietat Urbana de Tarragona. El sector prácticamente quedó paralizado durante el estado de alarma. El pasado mes de abril, la Cambra de la Propietat registró tan solo quince contrataciones. Una cifra que en julio se situó en 208 y en agosto se mantenía en 122.
«Se está alquilando mucho y los precios están por las nubes», indica el responsable de una inmobiliaria del centro que prefiere mantenerse en el anonimato. Pisos de dos o tres habitaciones que se alquilaban por unos 500 euros han subido ahora a 570. «Si le sumas los gastos de la comunidad y la tasa de la basura, estamos hablando de unos 600 euros», indica. Si uno hace una búsqueda por los portales inmobiliarios comprobará como los precios difícilmente bajan de esta cantidad. «El cliente estándar busca pisos de 500 a 600 euros. No encontrarás nada por 300 euros, ni por 350 ó 400 euros. Ya no hay gangas. Y los pisos más económicos, de 500 euros, es porque no tienen ascensor», afirma Héctor Guasch, vicepresidente del Col·legi Oficial d’Agents de la Propietat Immobiliària (API).
Cien euros más caro
A partir del depósito de las fianzas, la Cambra de la Propietat obtiene datos concretos en función de las zonas y de la cifra de contrataciones. Estos indican que el importe medio en la ciudad de Tarragona durante el tercer trimestre fue de unos 660 euros, siendo los barrios de Bonavista y Torreforta la zona más económica. En el otro extremo de la horquilla se sitúan las urbanizaciones de Llevant y Sant Pere i Sant Pau, donde los precios prácticamente alcanzan los 800 euros. Estos se han disparado en el último año y el incremento mensual de las rentas ha superado los 110 euros en estos doce meses. Los expertos lo atribuyen a varios factores. Por un lado, porque el stock cada vez es más reducido, siendo la demanda superior a la oferta. Y, por el otro, porque el confinamiento ha cambiado los hábitos y, por tanto, las exigencias de muchas personas. «Después de pasarse dos meses en casa, los inquilinos buscan pisos de mejores características, más nuevos y con más luz», indica Ruano. Unas características que también comparten los pisos disponibles en la zona de Joan XXIII (Eixample Sud), que mantiene precios similares a los de la Vall de l’Arrabassada.
Por el contrario, en zonas como los Barris Marítims y la Part Alta los precios han bajado respecto al año pasado. De hecho, en el ámbito portuario junto con los barrios de Ponent encontramos los alquileres más asequibles. «Nadie quiere irse al Barri del Port. Se ha generado una especie de tabú en la zona que hace que incluso gente que viene de fuera te diga que no quiere irse a vivir allí», añade este agente inmobiliario.
La Part Alta ya no está de moda
La tendencia bajista en los precios de Part Alta y Barris Marítims se hace más evidente a partir del segundo trimestre de este año. Coincide con el postconfinamiento, cuando estas zonas empezaron a percibirse menos atractivas, ya que habitualmente son viviendas más viejas, sin las características óptimas que desea la población después de tantos meses de teletrabajo. Los datos de contrataciones lo demuestran. Desde el mes de mayo, se formalizaron 69 en el ámbito del Casc Antic. En cambio, en Joan XXIII esta cifra alcanzó el número de 107 contratos.
Y es que, en el caso del núcleo histórico, hay otro factor que no puede obviarse. Es el caso de la presión que ejerce el mercado de los pisos turísticos, que en los últimos meses se han pasado al alquiler convencional, aunque con precios más elevados y con cláusulas que especifican que tan solo podrá ocuparse la vivienda hasta el mes de junio. «Barca parada no vale nada. Mientras no se estabilice el sector turístico habrá una continuidad, porque los meses pasan y el propietario tiene que asumir una serie de gastos», indica el vicepresidente del Col·legi d’APIs. En los últimos años esta actividad ha supuesto un auténtico boom, lo que ha tensando los precios en la mayor parte de zonas de la ciudad, exceptuando los barrios.
En los últimos días se ha hablado mucho sobre el mercado del alquiler. El Parlament de Catalunya aprobó esta semana la ley que regulará los precios y que ha despertado una gran controversia política y el rechazo de los propietarios. Todo apunta a que algunos puntos de esta ley no tendrán un largo recorrido, ya que el Consell de Garanties Estatutàries ha dicho que eran inconstitucionales. Pese a ello, se abre un periodo de incertidumbre en el que ni propietarios ni inquilinos saben qué va a pasar.
¿Seguirán incrementando los precios en los próximos meses? ¿Tarragona acabará convirtiéndose como Barcelona, que ha expulsado a una parte de sus habitantes por culpa de los alquileres? Es una cuestión que preocupa y ocupa a Sergio Nasarre, director de la Càtedra de l’Habitatge de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y una de las personas que ha estudiado más en profundidad este ámbito.
Tarragona no es Barcelona
Nasarre justifica que Tarragona tiene una serie de «ingredientes que hacen que el mercado funcione al alza». El Port de Tarragona, la industria química y la universidad, junto con las relativas buenas conexiones con Barcelona, hacen que sea una ciudad «dinámica» en la que «la gente quiere venir a vivir». A esto hay que sumarle el impacto del turismo. «No estamos en un momento en el que exista un proceso de turistificación que haya expulsado a la población autóctona, pero si que es un factor a tener en cuenta», añade. «Esto – indica– se ha traducido en un incremento de viviendas rehabilitadas, en las que los propietarios han buscado rentabilidades superiores. Pese a ello, Nasarre defiende que uno de los principales problemas es la falta de vivienda pública o social. «Nadie debería irse de una ciudad porque no puede pagar un alquiler y la administración debería hacer un esfuerzo en este sentido», afirma. Una situación que no se ha dado, debido a la falta de políticas de vivienda. «Tanto los ocupas como los sin techo son un claro ejemplo de este fracaso, con gente excluida del derecho a tener un piso y que también son expulsados del mercado del alquiler», añade.
Nasarre considera que la situación de Barcelona no se dará en Tarragona. «No está a la altura en cuanto a la captación de talento internacional, ni tenemos un 22@ o una Sagrada Familia que atraiga a este perfil de gente que puede pagar unos alquileres más caros», dice. ¿La solución es incrementar el parque de vivienda? «Debe haber un equilibrio entre la nueva construcción y la rehabilitación. Las nuevas promociones no pueden ser la excusa para abandonar el centro, porque después este cae a trozos», concluye.