La crisis del coronavirus cogió por sorpresa a los alumnos que estaban estudiando en el extranjero. Los cierres de fronteras, suspensiones de vuelos y confinamientos decretados por las autoridades en todo el continente sembraron la incertidumbre. ¿Podrían terminar sus estudios? ¿Cuándo podrían volver a casa?
Pese a este futuro lleno de incógnitas, algunos tarraconenses decidieron seguir su formación en otros países y explican como han vivido la situación lejos de su hogar.
Òscar Gil, de Valls, ha continuado cursando su Erasmus en Irlanda. Este joven de 24 años estudia el Grau d’Administració i Direcció d’Empreses en la URV, desde el 24 de enero está viviendo en Cork y tenía previsto terminar su Erasmus a finales de mayo.
En Irlanda cerraron los colegios y las universidades por el coronavirus el 12 de marzo. Òscar asegura que al principio no sabia que hacer: «No sabia si volver o quedarme». Les dieron la opción de seguir cursando el Erasmus desde casa o bien renunciar a él.
«Finalmente decidí quedarme. Si viajas hay más riesgo de contagio y no quería poner en riesgo a mi familia», explica Òscar, que reconoce que durante estos días ha sufrido más por su familia que por él. Y es que en Irlanda sí que pueden salir a caminar y a correr en un radio de dos quilómetros: «Puedo salir, hacer deporte y mi familia está encerrada en casa y aquí en Catalunya hay más casos».
Vive en una residencia de la que ya se han marchado el 70% de los Erasmus. Por suerte, entre sus compañeros, franceses y españoles, han hecho mucha piña.
Estos días la universidad ha creado una especie de supermercado para los alumnos: «Pagamos 10 euros y podemos coger lo más esencial» señala el joven, que asegura que lo que más rabia le ha hecho es perderse la fiesta de Saint Patrick’s Day que tenia que celebrarse el 17 de marzo.
Hace una semana Oscar compró el vuelo de vuelta el 24 de mayo con la esperanza que no lo cancelen y pueda volver a casa.
Marta Compte, de 22 años y de Santa Coloma de Queralt, también estaba de Erasmus cuando estalló la crisis del coronavirus. Llegó a Varsovia, en Polonia, el 10 de febrero y tan solo ha podido vivir esta experiencia con normalidad durante un mes.
Marta estaba estudiando en la Universitat de Lleida (UdL) el Grau de Educació Infantil i Primària. El 10 de marzo cerraron las universidades en Polonia y probablemente ya no volverán a ir de forma presencial este curso. «Desde el principio tenia muy claro que me quería quedar. Tan solo llevaba un mes de Erasmus y si en junio se volvía a la normalidad, quería aprovecharlo», explica.
El coronavirus truncó sus expectativas de viajar por toda Europa durante su Erasmus, pero reconoce que la cuarentena le ha ayudado a centrarse en sus estudios aunque sea de forma online: «Ahora nos han mandado más trabajo que nunca», dice.
Confinamiento preventivo
Hasta el 25 de marzo no se decretó el confinamiento en Polonia, pero según explica Marta, en su residencia ya se confianaron de forma preventiva viendo la situación de España o Italia.
Lo que más echa de menos es su familia, sobretodo sus dos hermanas con las que el confinamiento también habría sido divertido. «Pero lo llevo bien, la verdad es que me adapto bastante». Le cancelaron el vuelo que tenía comprado para volver a casa el 20 de junio y ahora está a la espera de que salgan nuevas fechas.
Inés Ortiz de 24 años también ha seguido su Erasmus en Oporto, en Portugal. Es de Alicante pero hace más de cuatro años que vive en Reus donde estudia Medicina en la URV. Se marchó en septiembre y su intención era terminar en junio pero todo está en el aire.
Su facultad fue de las primeras en cerrar al encontrarse dentro del Hospital São João de Oporto. «En febrero hubo los dos primeros infectados pero aún seguíamos en el Hospital hasta que cerraron las universidades a mediados de marzo», explica Inés. Desde entonces está acabando su Erasmus online a través de videollamadas.
Inés asegura que en Portugal fueron más precavidos y empezaron a tomar medidas antes de que hubiera muchos casos. Allí, al igual que Irlanda también pueden salir a hacer deporte.
Explica que al principio «era todo muy confuso, no sabíamos qué hacer, no sabríamos si habría prácticas, si podríamos volver…fue un poco estresante (…) pero lo que más miedo me daba era no poder terminar el curso».
En su piso eran cuatro españoles y dos extranjeras más que se marcharon antes de que empezaran a cerrarlo todo. A una de las compañeras italianas le tuvieron que hacer la mudanza. Inés tuvo la suerte de poder ir a vivir en el piso de su pareja que ha conocido durante el Erasmus.
Sus padres tenían que ir a visitarla por Semana Santa pero no pudo ser: «Ahora hablo mucho más con ellos. Me siento más cerca ahora que a lo mejor cuando estaba estudiando en Reus.», dice Inés, que se siente afortunada por haber podido vivir al máximo su Erasmus durante más de seis meses y asegura que la cuarentena le ha servido para digerir todo lo vivido. Ahora aprovecha su tiempo libre para leer, dibujar y para cocinar platos que solían hacer en su casa.
La situación de emergencia sanitaria cogió a Sònia Adell, de 22 años y vecina de Riudecols, en Suiza. Está estudiando Bioquímica i Biologia Molecular de la URV. Y ahora estaba en Zurich haciendo las prácticas en un laboratorio. Llegó a Suiza el 7 de febrero y se tenía que quedar hasta el 2 de mayo. Reside en Zumikon, a 20 minutos de Zurich, en una vivienda que ha alquilado a través de la plataforma Airbnb y donde vive con los propietarios de la casa.
Hacía el 16 de marzo se decretó el confinamiento en Suiza y se cerraron universidades y también el laboratorio donde estaba realizando las prácticas. Sonia tenia 245 horas de 280 completadas y desde la URV decidieron convalidárselas. Durante estos días ha seguido con su trabajo de fin de grado que ha tenido que readaptar al no poder terminar los experimentos prácticos.
Su familia le aconsejó que volviera pero según Sònia, en Suiza consideraban que el confinamiento no se alargaría más allá del 14 de abril y tenía la esperanza de poderse reincorporar en el laboratorio y terminar las prácticas. «No pensábamos que se complicaría tanto (…) echo de menos estar en casa pero me he podido centrar mucho en los estudios».
En Suiza el confinamiento no es tan estricto y se permite que la gente salga a pasear. Sònia asegura que «esta situación me ha obligado a ser más versátil y aprender a vivir el día a día».
Le anularon el vuelo que tenía para el 2 de mayo y se lo han aplazado hasta el día 18. Este retraso le supondrá un coste extra de alojamiento que no tenía previsto en esta aventura llena de incertidumbres.