Preservar la Memoria Histórica como un bien social muy preciado forma parte de la responsabilidad ciudadana, es un derecho y, a su vez, una fuente de conocimiento y aprendizaje. Uno de los momentos en la historia con más luces y sombras en esa línea es la Segunda Guerra Mundial, junto con el Holocausto y el exterminio nazi. Con la voluntad de conocer quiénes fueron y dónde vivieron aquellas personas que sufrieron el exilio, la represión y el terror de los campos de concentración, se impulsó una iniciativa vinculada al Memorial Democrático que se conoce como Proyecto Stolpersteine.
En 1992, el artista alemán Gunter Demnig colocó la primera stolperstein, el primer adoquín que homenajeaba a los deportados. Estos bloques de cemento cuentan con una placa de latón en la que se graban los datos de un preso y se sitúan frente a su último domicilio conocido. Como apunta la directora del Arxiu Municipal de Reus, Elisenda Cristià, «se trata del último domicilio antes de que el deportado partiese al exilio, su último lugar de libertad».
Este movimiento de concienciación se ha ido extendiendo a nivel mundial e, incluso, varios municipios catalanes se han sumado ya al proyecto, como es el caso de la capital del Baix Camp en este último año. «Es un terreno tan necesario y tan importante como la recuperación de una parte de la historia de nuestra ciudad que desafortunadamente puede haber caído en el olvido», señala la concejala de Urbanisme i Mobilitat, Marina Berasategui (en funciones de Participació, Bon Govern i Serveis Generals).
La historia empieza aquí
La memoria colectiva solo puede conformarse a partir de la suma de memorias individuales y, por ello, incorporarse al Proyecto Stolpersteine es clave porque cada aportación individual, no solo contribuye a la historia local, también es un granito de arena para recordar a todos los presos en campos nazis. Como bien indica Cristià, «la deportación no es un hecho que se viviera de los Pirineos para arriba» y, aunque la gente no se dé cuenta, «su vida y la de sus familias puede ser historia de todos e importante para otras personas», añade la concejala.
En el caso de Reus, la Generalitat concedió una subvención al Ayuntamiento con el objetivo de identificar a los y las reusenses que acabaron en los campos de concentración. Así, desde el consistorio apoyaron el proyecto del Arxiu Municipal, dentro de una acción de justicia social que buscaba reconstruir la trayectoria vital de esas personas mediante la documentación de archivo y los testimonios orales de sus familiares. Elisenda Cristià afirma que «era un tema que la ciudad tenía pendiente» pues se necesitaba una investigación a fondo vinculada a la Memoria Histórica.
También, fue determinante en esos inicios las peticiones de algunas familias que buscaban información en el Arxiu. Y, de la mano del historiador Joan Navais, la iniciativa dio sus primeros pasos hacia un relato humano que, al mismo tiempo, iba a poder describir «cómo vivió la ciudad de Reus en un contexto europeo determinado», especifica Cristià.
Hasta la fecha, han logrado identificar a aproximadamente 35 reusenses, cuyas experiencias en su totalidad se desconocen todavía, pero progresan gratamente gracias a la participación de numerosos familiares que aportan su testimonio oral, sus recuerdos y, en algunos casos, documentación –fotografías, cartas, diarios, carnets de deportados– de la época. Según explica la archivera, «cuando los familiares van a hacer las entrevistas, les llevan las cartas, que guardan como un tesoro, y ellos se encargan de digitalizarlas». Incluso, se han dado donaciones de documentos personales, algo que contribuye al Proyecto Stolpersteine de forma incontestable por su valor patrimonial y de sensibilización hacia el pasado.
Partiendo siempre de la inscripción en el registro civil de cada deportado, de su certificado de nacimiento, intenta seguir el rastro documental a través de otras fuentes como el padrón de habitantes o los archivos de otros países, como los Arolsen Archaif en Alemania o el Archivo de Defensa Francés.
A partir de estas fichas y expedientes puede empezar a reconstruirse la vida de un reusense que por razones políticas o por circunstancias de la vida terminó en una «vivienda» de condiciones pésimas e inhumanas, pues muchos de ellos estuvieron en el Campo de concentración de Mathausen-Gusen, un campo de categoría tres por las características climáticas y porque la exterminación era lenta e indirecta: los presos morían trabajando, agotado y como consecuencia de la hambruna y la violencia extrema.
Justicia y no olvido
Algunos de los deportados volvieron a sus casas, muchos no lo hicieron y la mayoría se establecieron en Francia. Entre esas 35 personas identificadas hay un universo de oficios y personalidades tan grande como valor tienen sus historias para el Memorial Democrático. De hecho, Los deportados reusenses en los campos nazis: memoria, justicia y no olvido es el título que da nombre al proyecto. Y, con él, se incluye una rama esencial para preservar nuestro pasado: el ámbito pedagógico. La directora del Arxiu señala que se trata de «un proyecto pedagógico de forma colaborativa en el que han participado profesores de secundaria y se ha pedido opinión a diferentes especialistas en la materia». Además, han contado con la colaboración de otras entidades locales como l’Associació Cultura i Solidaritat.
Esperan poder aplicarlo próximamente en los institutos reusenses con la intención de concienciar a los adolescentes sobre los peligros del fascismo y las consecuencias del Holocausto nazi para alguien que podría haber sido vecino suyo. Por otro lado, también están barajando hacer una exposición o una publicación que recopile toda la investigación y esta tenga un retorno por parte de la ciudadanía.
Por ahora, siguen a la espera de respuestas para algunas preguntas, nuevos testimonios por escuchar y despejar incógnitas sobre el máximo de deportados reusense posible. Berasategui concluye que consiste en «conocer la historia a partir de la propia experiencia de la ciudad», a lo que Cristià añade que «no tiene precio poder conservarlo para la futura ciudadanía y para que tengamos en el recuerdo que estas cosas no pueden volver a pasar».
Sin embargo, en el contexto actual, con los ataques a Ucrania y, ya desde hace años, la Guerra de Siria, es complicado considerar que se haya aprendido de las situaciones vividas, por lo que seremos, en palabras de la concejala de Urbanisme i Mobilitat, «eternos aprendices de no volver a repetirlo y entender que nuestro deber como servidores públicos es hacer conveniente esta información a través del conocimiento».
Por ello, ambas reivindican el papel de los archivos porque estos son «memoria, pero también garantes de derechos y responsabilidades del ciudadano», afirma Elisenda Cristià, lo que supone una herramienta y un deber del que tiene que concienciarse toda la población.