¿Cuál es el balance de su etapa al frente de la Cambra?
Enriquecedora, activa, interesante. Estoy orgulloso de haber superado la prueba de la Covid y haber puesto a la institución en una situación de futuro económico brillante. Al llegar, me preguntaban ‘¿Para qué sirve la Cambra?’. Hoy no lo harían; se preocupa por los trabajadores, inversores, ejecutivos... la empresa. Somos la ONG más cualificada, con gusto. En territorio, somos el 12% de Catalunya pero representamos el 2,6% del PIB y esa cifra debe crecer mucho.
¿Y el legado?
Vine a acercar territorio y Cambra. También a crear, y creamos ayudas. Recorrimos los 99 pueblos. Aproximamos al empresariado de Cambrils y Reus. Dimos servicio, era nuestra obligación. No logré que se desdoblara la N-420. Pero sí colaborar con la intermodal. Me enfrenté al anterior equipo de la Generalitat del Tramcamp porque yo decía que debía nacer y morir en la intermodal. Fue mi papel.
¿Le falta liderazgo político al territorio en la reivindicación de inversiones?
No es tanto eso sino que no haya un criterio a largo plazo. Se han intentado pactos, la Boella u otros, con buenas intenciones, pero no tuvieron en cuenta a todos los actores. Si en el área metropolitana no sentamos a todas las entidades y personas de criterio... Los alcaldes tienen que estar, sí, pero quienes pagan los impuestos también, y tener una visión de 360 grados.
¿Cómo ve la Regió Metropolitana?
Debe haberla. Pero la Cambra tiene que luchar porque su trasfondo, las comarcas del interior, no se abandone. Hay que incorporarlas.
¿Beneficiará al empresariado?
De forma impresionante. Evitaremos trabas administrativas, resolveremos problemas. No se trata de crear más cargos, sino de hallar soluciones. Que pongan a un empresario al frente y haya cuenta de explotación. Que la Regió Metropolitana no sea una Diputació 2.
El Aeropuerto afronta el cuarto invierno sin vuelos. ¿Qué soluciones plantea?
Cuando la Cambra buscó a Binter Canarias, alguna institución no nos ayudó. Trabajábamos en un hub en Reus, porque la aerolínea hace Vigo-Canarias y podíamos entrar, pero no ayudaron. Hay que tener vuelos regulares. Y sin la intermodal, no hay Aeropuerto. A quienes llegan a Reus, si quieren ir a Barcelona les dicen ‘coge taxi’. No tenemos servicios. Reclamo un Aeropuerto para la gente y para las empresas, además de turístico.
La R-14 y la R-15 son otra cuenta pendiente en su lista.
Suelo ir por trabajo a Barcelona y lo hago en media distancia. La última vez que me atreví a ello fue en julio. Llegué a Reus con 36 grados en el vagón, sin ventilación, mareado.
¿Por qué pasan los años pero la N-420 no se hace?
Yo sabía que existía el poder político y el judicial, y luego conocí el funcionarial. Impulsamos, con Teruel Existe, la propuesta para hacer un estudio del desdoblamiento de Reus a Alcañiz. Nos apoyaron. Pero hay un alto cargo al que no le dió la gana. Dice que no hace falta. Es así, nos mandan ellos.
¿Teme que el Hard Rock no se acabe desarrollando?
El otro día estuve con un señor muy listo y comentó algo que me encantó: ‘Dicen que el Hard Rock fomentará el vicio del juego. ¿Entonces, estos, por qué hacen bodegas? Hacen vino y hay borrachos que beben vino. ¿Nos ponemos en contra de las bodegas? No, ¿verdad?’. Pues esa es la respuesta. Los gobiernos que deban decidir, adelante. Que hagan el Hard Rock ya, que nos creen puestos de trabajo.
¿Qué ocurre con la Llotja? ¿Por qué sigue recibiendo críticas por los precios?
La Llotja ha realizado un esfuerzo por acercarse a los sectores. Pero somos como notarios, que no suben ni bajan los precios, sino que ponen los que les dicen el comprador y el vendedor. Cumplimos con los parámetros. Sindicatos hicieron notas aclaratorias indicando que la Llotja actúa de buena fe.
¿Se convertirá el Espai Llotja en el escaparate agroalimentario que quería?
Sí. Debemos tener un punto de diferencia que diga quiénes somos. Con nuestra riqueza gastronómica, si pudiésemos generar ese espacio, al llegar un crucerista se lo enseñaríamos. Él podría comprar vino, aceite o avellanas. Y, al probarlos, recordar este sitio y querer volver, más adelante, una semana. Esa sería una plataforma de vender territorio. La aspiración es esa.
¿Qué le ha quedado pendiente?
Mucho. Además del Espai Llotja, seguir con el papel institucional, reclamar una Llei de Cambres... Acabo, pero muchos temas tendrán continuidad.
¿Por qué completó el mandato pese al pacto de relevo con Àgata Girbes?
Llegamos a un pacto de tres años y uno, en el que el 50% del comité ejecutivo era de las dos candidaturas. Cerca de los tres años, Àgata acudió, fuimos al comité y el 100% dijo que yo debía seguir. Ella exigió cumplir el pacto. Luego dijo que había quien la presionaba para que dijese que no. Yo presentaba la dimisión y no se me aceptaba. Se llegó al plenario, me abstuve y se votó que yo siguiera. Ella dimitió. A mí ya me habría ido bien salir. Yo dije que solo estaría un mandato y, si no lo hubiera hecho entero, si quisiera, podría haberme vuelto a presentar.
¿Qué hará cuando deje el cargo?
No jugaré a golf. Haré cosas. Tengo vida profesional. Y si alguien necesita algo, aquí estoy. Defenderé a muerte el territorio de 99 pueblos, pero me gustaría también defender uno un poco más amplio.