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Convivencia con la masificación al son de las campanas

Plaza del Castell. En un espacio cada vez más protagonizado por los restaurantes y terrazas, negocios centenarios sobreviven por su relación de proximidad con el cliente

17 septiembre 2022 18:59 | Actualizado a 17 septiembre 2022 19:53
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Lo que en su día fuera el patio de entrada al antiguo castillo medieval se ha convertido en una plaza repleta de terrazas con gran bullicio social. Ubicada en el casco antiguo de Reus, la plaza del Castell conserva el Portal Nou, que da acceso a la Prioral de Sant Pere, algunos edificios porticados y parte de las construcciones originales.

Por ello, forma parte del Inventario del Patrimonio Arquitectónica de Catalunya. Además, cuenta con un sello característico del centro: las campanas. «Si soy sincera, a veces ni noto que suenan, pero no fallan nunca», afirma Carme, dependienta de la Cistelleria Maduell.

La cestería es uno de los pocos negocios de toda la vida que siguen en pie como resultado del exponencial aumento de bares, restaurantes y terrazas. Pese a ello, el espacio cuenta con reminiscencias de cómo fue la plaza del Castell. Además de la inscripción en piedra con su nombre y el escudo de la Rosa de Reus, se mantienen los estucados de los muros, los adoquines, los balcones de hierro forjado y las numeraciones tradicionales.

Los locales en la planta baja suben hasta un máximo de tres plantas, en las que banderas, prendas de ropa y algún domàs de la Festa Major recuerdan que la rutina y varias familias habitan esos pisos superiores. En la plaza del Castell confluyen lo clásico y lo moderno, cada fachada tiene su personalidad y todas difieren entre sí en un mismo espacio simétrico.

Antes y después, casi opuestos

La plaza ha cambiado mucho en los últimos años a raíz de la masificación de la restauración. Poco a poco, se han perdido las tiendas más tradicionales: una pastelería, una farmacia, un anticuario, la fábrica de la cerería...; y su centro ha sido reemplazado por terrazas llenas de gente. Desde la Cistelleria Maduell recuerdan que «cuando había cuatro mesas sueltas, las madres venían, se sentaban en los bancos y los niños jugaban; ahora no les dejan ir en bicicleta ni jugar con la pelota, solo corren arriba y abajo». La plaza del Castell ha dejado de ser un espacio lúdico y adecuado para el juego infantil.

«A nosotros, por suerte, nos conocen después de cien años y la gente sabe dónde estamos y quiénes somos», agradece Carme porque, aunque pasan muchos turistas, de proximidad y extranjeros, «parece que lo hayan descubierto ahora», añade. Sin embargo, la fascinación por la moda «rústica» les está beneficiando y confían en su continuidad.

Porque el de cestero es un trabajo que «actualmente está muy mal pagado», lamenta Manel Sanromà, copropietario de la tienda. Él mismo cuenta que «antes había bastantes cesterías en Reus y solo quedan dos, mientras en Barcelona había doce y quedan tres». Además, describe que «la parte más artesanal va desapareciendo y han tenido que diversificar la producción» con sombreros, colgadores, persianas y cortinas o mosquiteras junto a las cestas y reparaciones diarias a domicilio.

Desde sus inicios en 1923 –están a las puertas del centenario–, en la calle de la Mar y posteriormente en la plaza para ampliar el local, materiales como mimbre, esparto o yute han copado su almacén. Como casi no quedan artesanos, «toda la materia prima viene de fuera, ya no se fabrica el producto aquí», explica Carme.

«De momento no vendemos por Internet, pero no sé si todo llegará, porque los hijos ya tienen mejores trabajos y este es muy sacrificado», reflexiona Sanromà. Probablemente, la Cistelleria Maduell cerrará cuando los tres (Joan Carles, Manel y Carme) se jubilen.

Un equilibrio complicado

El futuro de la plaza del Castell pasa por la transformación de los locales en restauración y la convivencia, en el casco antiguo, con el ocio nocturno. En la cestería reusense lamentan que ya no sea punto de encuentro para las fiestas, como antes era escenario para las danzas tradicionales y las representaciones navideñas.

Si se retomará o no este impulso cultural les supone una incógnita y, a su vez, reivindican que la Prioral debería estar siempre abierta al público para aprovechar el turismo que visita la ciudad.

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