Un café entre dos mujeres feministas

25 noviembre 2020 09:20 | Actualizado a 25 noviembre 2020 09:33
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En un día como hoy, en que la sociedad celebra el Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra la Mujer, he quedado con una mujer emprendedora, para compartir tertulia. Hago el recorrido de varios quilómetros en coche escuchando los mil y un mensajes que, desde las ondas radiofónicas, me taladran el cerebro con cifras de mujeres fallecidas a manos de sus «amantes» parejas que, en muchas ocasiones, las golpean hasta la muerte, o les insertan un cuchillo de hoja afilada entre las carnes, buscando que desaparezcan para siempre.

Llego a mí destino un tanto tristona, dejo el coche bajo un pinar y miro a mí alrededor, con las botas embarradas, los pantalones polvorientos y unas tijeras de podar en las manos, es como encuentro a María que viene a recibirme. Hemos quedado para tomar un café en su casa y ponernos al día de aquello que nos interesa y nos une. La cotidianidad de María es la de una pequeña empresaria que hace frente a las obligaciones mensuales de impuestos y sueldos para sus trabajadores. Al igual como también les sucede a otros propietarios de su entorno, sus empleados son gente del pueblo, con los que comparte el colegio de los hijos, las compras en la tienda de suministros local y la vida en general.

Sin desvelar su intimidad, sí que puedo hacerme eco de las dificultades que ha encontrado por falta de recursos de todo tipo. Unos derivados de la falta de servicios en municipios de la que podríamos llamar, la Cataluña menos poblada, como banda ancha, fibra óptica o informáticos y otros, quizás los más complicados y difíciles de resolver, de ayudas y recursos de las administraciones,

En el campo todo es un poco más complejo, ocuparse a la vez de la explotación agraria, la administración de la finca y la familia, no resulta nada fácil, me dice. Ser mujer en tareas que tradicionalmente han desarrollado los hombres, se les hace un poco extraño a todos, me asocian con las tareas del campo, eso sí, pero les cuesta admitir el liderazgo, el tenerme como dueña, jefa y propietaria les ha sido difícil de digerir, continua.

María se vuelve un poco sombría, mientras evoca todas las dificultades de su trayectoria, el arduo camino que ha recorrido hasta llegar a desarrollar su proyecto vital en el mundo rural. En toda la sociedad, las mujeres deberían dejar de ser invisibles y ocupar el lugar que les corresponde en la toma de decisiones y en la vida económica y social. A día de hoy, tenemos que lamentar que a pesar de que se empieza a tomar conciencia de la gran importancia de la Mujer, todavía queda un largo camino para alcanzar la igualdad real entre mujeres y hombres en general, y del medio rural en particular, nos decimos una a la otra.

Lo que nos molesta, y mucho, tanto a María como a mí, es que en vez de hablar de las dificultades que encuentran las mujeres, en el día a día en general y en su caso, en el mundo rural en particular, la sociedad continúa celebrando, el 25 de noviembre, como Día contra los malos tratos y el 8 de marzo, como Día de la Mujer. Y seguro que eso está bien, que la concienciación de la sociedad para eliminar estas chacras, son imprescindibles, qué no hemos de callar ante las muertes y los golpes, eso nunca. Pero no es eso lo único que necesitamos las mujeres, nosotras queremos normalidad y disfrutar de la igualdad real y efectiva. Que el compromiso de las administraciones, sea tan contundente como el de la sociedad, que desde la convicción y la serenidad, reclama seguir avanzando.

María y yo nos conocemos de las reivindicaciones feministas, que cada una desde su territorio, su modo de vida y su contexto, ha desarrollado desde hace muchos años. Nuestros pasos siempre se han encontrado mirando en la misma dirección, compartiendo opiniones y proyectos en un contexto muy amplio. Hoy la reunión es en su medio ambiente, rodeada de sus quehaceres, su trabajo, su naturaleza, su día a día, hablando de la vida y el trabajo de las mujeres en el ámbito rural de Cataluña.

Se nos va el tiempo a gran velocidad, ya ha pasado un buen rato desde que he llegado, media tarde diría yo, y nos tenemos que despedir. Hemos empezado el encuentro caminando por caminos polvorientos, nos hemos parado de vez en cuando para mirarnos, hemos reído a mandíbula batiente al escucharnos decir alguna ocurrencia recurrente y hemos acabado sentadas en un banco de piedra cerca de la masía, con un café en las manos y un montón de planes en la cabeza y sobre el papel.

Me levanto y me sacudo la ropa en un acto instintivo, mí traje de chaqueta se ha llenado de polvo. María me mira con picardía y sonríe, sus pantalones de faena, tienen la tierra acumulada de la larga jornada de trabajo en el campo, justo desde el amanecer, cuando ha dado de comer a los animales de la granja, antes de dedicarse, junto con los trabajadores, a la recolección de los últimos viñedos de su campo. Somos muy distintas, me dice, pero hablamos de lo mismo, ambas luchamos para conseguir la igualdad para todas y eso nos une.

Invadidas de una gran complicidad, nos miramos con intensidad a los ojos, sonrientes por fuera y con el calor del reencuentro en el corazón. En un último deseo por mí parte, de detener el tiempo a la conversación, al entorno y a la magia del momento, saboreo muy despacio, suavemente, entreteniéndome en lo sensual del placer de saber que, ya no hay más, que esta es la última gota de hoy, de un café entre dos mujeres feministas.

Núria Gómez Granés: Periodista y escritora. Agente social feminista y presidenta de la Confederación de Federaciones y Asociaciones de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER) en Catalunya.

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