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Protégeme, Dios mío, de mis amigos

02 septiembre 2023 20:08 | Actualizado a 03 septiembre 2023 06:00
Dánel Arzamendi
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Hace aproximadamente un lustro, la llegada de Alejandro Fernández a la presidencia de PP catalán ilusionó a sus bases por su discurso sólido, vehemente y bien estructurado, pese a no tratarse de una figura especialmente conocida fuera de nuestra provincia. Creo que no me dejo arrastrar por la amistad que nos une al afirmar que probablemente nos encontramos ante el orador más brillante del Parlament, al margen de que se esté de acuerdo o no con las tesis que defiende. De hecho, certifico que esta opinión es compartida por muchos dirigentes de otras formaciones, aunque sólo lo reconozcan en la intimidad.

El llamado alejandrismo, internamente omnipotente a nivel local, tuvo cierta continuidad a escala autonómica durante un tiempo. Sin embargo, esta última primavera pudimos constatar que la vieja guardia de los populares catalanes comenzaba a recuperar terreno con el beneplácito de Génova.

Feijóo es hoy un personaje mucho más débil que hace dos meses, y son muchos los que le señalan directamente como responsable de haber fracasado en el asalto conservador a la Moncloa

La confección de las listas electorales para los comicios municipales de mayo fue la piedra de toque que confirmó un cambio de rumbo evidente. En el caso concreto de Tarragona, el sector más abiertamente alineado con Alejandro Fernández quedó barrido de las papeletas, siendo sustituido por la candidatura liderada por Maria Mercè Martorell.

Este brusco volantazo produjo un desconcierto patente en gran parte de las bases de la formación conservadora, que según diversos medios desembocó en una devolución de cuotas de afiliación ciertamente significativa.

Desde entonces, el sector purgado ha visibilizado su decepción y enfado de forma más o menos pública, dependiendo de la necesidad de vivir de la política del sujeto en cuestión. Quienes todavía suspiran por cobrar un sueldo público han sido discretos a la hora de mostrar su disconformidad, mientras quienes siempre entendieron su paso por las instituciones como un paréntesis en su propia carrera profesional han explicitado sus críticas de forma más contundente.

Una de las voces que atronó con mayor estruendo fue la de Inma Rodríguez Moranta, concejal popular de Turismo de nuestra capital entre 2016 y 2019. En un artículo publicado en estas mismas páginas, bajo el poco ambiguo título «El PP no se presenta en Tarragona», no dudó en escribir que «el proyecto del Partido Popular de Feijóo en Tarragona era convertirla en el punto de lanza de lo peor de la partitocracia: las vendettas personales, la mediocridad, la ambición desmedida, la ausencia de mérito. Feijoo no comprende Catalunya».

Frente a las previsiones de quienes esperaban un batacazo histórico, la candidatura de Martorell logró un buen resultado en las municipales, ayudada por los vientos favorables a nivel estatal, que produjo (me consta) una profunda decepción entre algunos populares que deseaban verla fracasar con estrépito. Pero entonces llegó Pedro Sánchez y convocó elecciones generales para julio. Todo sabemos cómo acabó este órdago: el PP ganó, efectivamente, pero sin posibilidad de gobernar.

Como en los concursos de televisión, has quedado eliminado pero te llevas este fuerte aplauso del público. Y este hecho puede haberlo cambiado todo. En efecto, el sector afín a Alejandro comienza a interiorizar que ya no se enfrenta internamente a una mole inamovible.

De hecho, Feijóo es hoy un personaje mucho más débil que hace dos meses, y son muchos los que le señalan directamente como responsable de haber fracasado en el asalto conservador a la Moncloa, con una serie de errores patentes y no forzados durante el último tramo de la campaña electoral: ambigüedad sobre su sintonía con Vox, mentiras contrastables en el debate contra Sánchez, encontronazo absurdo con Silvia Intxaurrondo, etc.

Los últimos días hemos asistido a un auténtico choque de trenes entre la cúpula de Génova y los dirigentes del PP catalán, esta vez a tumba abierta, con motivo de la ronda de conversaciones que Feijóo ha iniciado para su investidura imposible. Tras el encargo real de intentar formar gobierno, el líder gallego sólo excluyó a Bildu de esta tanda de encuentros, una decisión incomprendida por quienes cuestionaban la procedencia de sentarse con los representantes de Carles Puigdemont.

Para salir al paso, el presidente popular objetó que Junts era un grupo de «centroderecha» al que iba a «ofrecer» un encuentro para escuchar «sus reivindicaciones», añadiendo que esta formación no era «un rival político e ideológico» del PP.

Los últimos días hemos asistido a un auténtico choque de trenes entre la cúpula de Génova y los dirigentes del PP catalán, esta vez a tumba abierta

Frente a este desconcertante posicionamiento, el propio Alejandro Fernández respondió a sangre y fuego por Twitter el pasado domingo: «JUNTS sí es mi RIVAL, un partido cuya tesis esencial es que España es una dictadura dirigida por un Rey fascista, con el que se niegan a hablar. Que alguien me diga de qué hay que hablar con ellos...».

Caben interpretaciones para todos los gustos sobre la verdadera causa que subyace a la decisión de Alejandro de enfrentarse brutalmente con el presidente de su partido. En efecto, este último episodio puede analizarse en clave épica (es una cuestión de principios, aunque le cueste el puesto), pero también desde una perspectiva estratégica (sabiendo que está de salida, Alejandro ha conseguido arrogarse el papel de guardián de las esencias y esperar mejores tiempos para volver a lo grande: de perdidos, al río). En cualquier caso, la tensión interna parece ya insostenible y lo más razonable es que veamos cambios en breve. ¿Dolors Montserrat?

Suele ser frecuente caer abatido por el fuego amigo en la actividad política. Lo ratifican insignes personajes históricos que dedicaron su vida a estos menesteres. Por ejemplo, Giulio Andreotti afirmaba que tenía «amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales... y compañeros de partido». Algo parecido sostenía Winston Churchill: «Nuestros adversarios están enfrente, nuestros enemigos detrás». Incluso Voltaire refrendó esta tesis: «Protégeme, Dios mío, de mis amigos, que de mis enemigos ya me ocupo yo». Madre mía.

Colaborador de Opinió del ‘Diari’ desde hace más de una década, ha publicado numerosos artículos en diversos medios, colabora como tertuliano en Onda Cero Tarragona, y es autor de la novela ‘A la luz de la noche’.

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