El parque de PortAventura se inauguró el día uno de mayo de 1995. Hay un antes y un después de esa fecha. Los que vivíamos en Salou en los años setenta y ochenta fuimos testigos de las contantes noticias en la prensa por la expropiación forzosa de fincas en este cuadrado: La Pineda, la petroquímica, Vila-seca y Salou.
Recuerdo también en aquellos años la guerra de segregación entre estos dos pueblos. El 30 de octubre del 1989 una sentencia del Tribunal Supremo concedió la independencia administrativa de Salou después de un proceso de casi diez años. A finales de la década de los 80, cuando se proyectaba construir PortAventura, la Generalitat dictó un Decreto por el que se aprobó la instalación de un Centro Recreativo y Turístico en Vila-seca y Salou.
Se declaraba de interés público este proyecto por la mejora del turismo. Esto conllevaba la expropiación forzosa de una serie de fincas a sus propietarios y se les pagó una indemnización. Los lectores podrán darse cuenta de las dificultades de este proceso por el que aún hoy hay muchos expropietarios pleiteando.
PortAventura no ha parado de crecer desde su inauguración. Empezaba con 5 áreas temáticas: Mediterránea, Polinesia, China, México y Far West. Cada cierto tiempo se introducían nuevas atracciones con las que mejoraban la calidad y servicios del parque. Poco a poco se va extendiendo su perímetro con la construcción de grandes hoteles.
En 2013 se inauguró el parque acuático Caribe Aquatic Park y en 2017 se crea un espacio independiente para el Ferrari Land. De todo el terreno expropiado para el Centro Recreativo y Turístico sólo quedaba por utilizar la zona que va desde la autovía Salou-Tarragona hasta el mar.
Ese espacio ha sido ocupado por tres campos de golf que se complementan a la perfección. Dos de ellos diseñados por la leyenda del golf Greg Norman, con 45 hoyos, entre lagos, bosques de pinos blancos y acantilados con vistas al mar.
Con toda esta introducción sólo pretendo dar a entender a los lectores el poderío total de PortAventura para hacer y deshacer a su antojo, porque tenía todas las bendiciones de la Generalitat. De todos los kilómetros cuadrados que acumuló, sólo se salvó de la expropiación una pequeña isla en el centro: la Urbanización Chalets de Salou y el Club de Tenis Salou.
Desde que yo llegué a Salou en los años setenta, el camino normal que unía el club de tenis y los chalés con el centro de Salou era una senda o cañada por la que la gente transitaba en bicicleta o paseaba con total libertad.
Nos cruzábamos todos cada día por este sendero para hacer deporte, para ir al club o simplemente para pasear. Todos los que utilizábamos este camino durante décadas estábamos convencidos de que esta vereda era nuestra, porque era pública y porque no existía otro camino, ya que la única alternativa era la autopista, muy peligrosa y prohibida para viandantes.
Todo estuvo tranquilo hasta que, a principios de este siglo, PortAventura decide acondicionar el Campo de golf y el primer paso era cerrarlo con una valla metálica. Ninguno de los técnicos del parque pensó en los que cada día utilizábamos aquel caminito, porque en vez de dejar unos metros para que el público siguiera pasando, colocaron la nueva valla metálica al lado de la autopista.
El campo de golf engulló nuestra querida senda. Podéis imaginar nuestro asombro. Nos cerraron la puerta para ir al club de tenis, cerraron la puerta a la urbanización para ir a Salou y, simplemente, cerraron la puerta para pasear.
La guerra estaba declarada. Era una batalla muy desigual, unos pocos mindundi contra PortAventura, «David contra Goliath». Pero es muy difícil vencer a la razón. Empezaron a funcionar los alicates y siempre había un boquete en la valla en cada extremo del camino.
La gente continuaba pasando con normalidad. A veces lo remendaban por el día, pero por la noche volvían a aparecer las brechas en la valla. Todos sabíamos que este rollo tendría que cambiar. Un buen día apareció un guarda jurado.
A partir de aquí sólo contaré mi versión porque desconozco la de los demás. Un día yo iba en bicicleta, el guardia jurado me «echó el alto» y me pidió mi carné. Yo le respondí que no estaba de acuerdo. ¿Por qué razón? Allí el ‘ocupa’ no era yo, sino él. Yo le aseguré que yo no había roto ninguna valla, pero el boquete aparecía cada día.
Por último, yo le enseñaría mi carné si él también me presentaba su documentación. Así lo hicimos y nos despedimos con mucha educación, pero volvimos a encontrarnos tres veces más en la misma semana y él me advirtió que ya tenía una denuncia que recibiría en breve.
Así fue. Me citaban en el Ayuntamiento. Allí me recibió un funcionario del nuevo Salou segregado. Tuvimos una larga conversación en la que le mostré toda una batería de razones y pruebas contra la famosa valla. Acordamos convocar una reunión, en el propio Ayuntamiento, de ocho personas y antes de una semana, cuatro del Ayuntamiento y otras cuatro que yo citaría, dos de la urbanización y dos del club de tenis.
Esto ocurrió hace más de veinte años, pero supongo que aún se conservará algún acta. Porque allí terminó el conflicto. Un mes más tarde se rehízo la valla metálica por la orilla del club de golf y nos dejaron un amplio espacio para la vereda que actualmente disfrutamos. Por cierto, me encanta este camino espacioso y rodeado de sombra, pinos, flores y vegetación... y con la compañía de conejos en cada paseo.
Os lo recomiendo. Son 1.800 m. Va paralelo a la Autovía Salou-Tarragona. Está ubicado desde la Avenida de la Pedrera al Mas de l’Esquerrer, al principio del Camí del Racó.
Así se escribe la historia. Me gustaría terminar con dos reivindicaciones al Ayuntamiento de Salou: la primera y más importante, que cuiden esta cañada con mimo, porque puede llegar a ser el paseo más concurrido de deportistas, amigos de los perros, ciclistas o, simplemente, paseantes.
La segunda reivindicación es que, si algún día se les ocurre poner nombre a este paseo, que tiren de acta y que se acuerden de los que realmente lo conseguimos.