Qué embusteros son los optimistas. Sobre todo cuando se meten en política y no saben salir de ella, ya que en otra parte no los admitirían. En el año 2006, si miramos atrás, moderando nuestra ira, nos dijeron que era posible reducir a la mitad la pobreza. Sólo lo han logrado disminuyendo la cantidad de pobres que se han muerto de hambre. Según las estadísticas, que varían según quien las haga, más de mil millones de personas sobreviven, mejor sería decir sobremueren, con menos de un euro al día. Otros ganan diariamente dos euros, o sea, que son el doble de ricos o la mitad de pobres, según se mire. Les dijeron que tuvieran paciencia, porque dentro de unos años esas cifras habrían disminuido, pero lo que ha aumentado es el número de pobres sin contar griegos. Tsipras insiste en echarle un pulso a Europa con el referéndum, pero la señora Merkel no da su brazo a torcer
Nos podemos quedar sin los griegos, pero sería inconcebible quedarnos sin Grecia. Esa orfandad incluiría, con carácter retrospectivo, a los presocráticos, no sólo a los señores ministros que han pedido un voto masivo contra la firma de un acuerdo con los acreedores. Son tantos que no puede atender a todos y menos a los que hacen cola en los cajeros para sacar unas monedas del tesorillo de pobre que era suyo y ahora lo administra Alexis, que es el que todavía manda.
No debemos decir, una vez y otra, que el mundo está mal hecho. Lo que ocurre es que está sin hacer ¿A quién se le ocurre dejarlo en nuestras manos? A estas horas, mientras usted lee el periódico y yo eludo la lectura de mi artículo, para no avergonzarme al comprobar lo que va de lo vivo a lo pintado o a lo que quería pintar, hay millones de personas que ni saben leer ni pintan nada. A esa muchedumbre infinita le llamamos pueblo. En ocasiones obedece a unos pocos y en otras se rebela. Depende de lo que tenga o no tenga. «No es luto».