Sueños imperiales

Artur Mas sueña con una política expansionista como en la Edad Media

19 mayo 2017 21:57 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:32
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La ambición ya sabe que no suele tener límites y para los sueños nunca hay imposibles. El delirio de Artur Mas, que debe de estar durmiendo mal preparándose para presidir una república y codearse de tú a tú con los demás jefes de Estado, discurre ahora por rutas imperiales como decía la marcha de ritmo fascista del franquismo. Cataluña, ya se sabe, es una comunidad geográficamente pequeña para poder ejercer un papel hegemónico en el mundo. Pero esto en las mentes calenturientas de Mas y sus colaboradores más próximos, tiene fácil solución: una política expansionista, como las que se llevaban en la Edad Media, convertirá la futura República de Catalunya en algo más grandioso, en un imperio. Y a Mas en el más moderno de los emperadores después del centroafricano Jean-Bèdel Bokassa cuya coronación en Bangui tanto brillo y esplendor consiguió antes de tener que huir hacia el exilio. El imperio catalán que los delirios de sus promotores tienen in mente es mediterráneo y variado.

Incorporará como provincias, dirigidas por un virrey lógicamente, a la Comunidad Valenciana, a las islas Baleares, a una parte de Aragón -¿y por qué no entero?-, a la ínsula andorrana y ¡un buen trozo de Francia! Así, el imperio de los llamados Países Catalanes, integrado por territorios continentales e islas adyacentes, se convertirá en una gran potencia continental, reclamará un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y competirá con Alemania por el liderazgo europeo.

Como los sueños sueños son -«Sueña el rey que es rey y vive con este engaño mandando.»- no por eso dejan de ser libres, aunque a veces resulten fatuos. Los secesionistas catalanes, con Artur Mar al timón, tienen derecho a soñar. Lo que ya resulta bastante más dudoso es que tengan derecho a ejercer como dueños y señores, como mesías infalible de la sociedad catalana, a la que no reconocen contar también entre sus habitantes con convecinos que en vez de desvariar se mueven con los pies por el suelo y el futuro de su tierra lo contemplan con otros ojos; mejor abiertos, eso sí.

La realidad en versos de Pedro Calderón de la Barca es más realista: «¿Qué hay quién intenta reinar, viendo que ha de despertar, en el sueño de la muerte?».

Parece que sí, del mismo modo que hay quien en tiempos de protección de las especies en extinción aún pretende vender la piel de un oso que no ha cazado y además -aunque a los que propugnan saltarse las leyes eso les preocupa poco-, está prohibido cazarlo. «. en el mundo en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende».

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