Nos pasamos la vida debatiendo nuestras ideas políticas y, con frecuencia, creencias religiosas. Algunas veces las opiniones nos enfrentan y hasta dividen a la sociedad, que respeta mal las convicciones ajenas. Y cuando llega el momento votamos en función de nuestros criterios. Así acaban formándose los gobiernos y sus oposiciones políticas que con frecuencia nos dejan desilusionados por sus composiciones.
Pero nos olvidamos, a veces quizás por desconocimiento, que en muy buena medida quienes realmente eligen y manejan el poder que la democracia nos hace creer que está en nuestras manos son las organizaciones secretas.
Es la tesis que se concluye de la lectura, densa pero muy bien documentada y argumentada, de Las sociedades secretas, un excelente trabajo de investigación del intelectual norteamericano Jim Marrs. Las organizaciones secretas se remontan a muchos años, siempre han sido objeto de argumentos misteriosos y a menudo implicados con la religión y sus misterios, pero siempre parten de la realidad de que procuran y detentan el poder y muchas de sus ramificaciones.
Una de las más conocidas y supervivientes son la mafia siciliana o la más universal y ajena a objetivos delictivos, la franmasonería y sus variantes nacionales. Las sociedades secretas es un libro denso, cargado de datos –poco recomendable para lectura de evasión estival–, excelente en su contenido bien documentado y muy ilustrativo de algunos aspectos de nuestra sociedad y el afán por controlarla de esas organizaciones, a menudo multinacionales, cuyos detalles e integrantes apenas conocemos.
Ha habido y hay muchas organizaciones secretas que han hecho historia y continúan existiendo y ejerciendo influencia decisiva en la política y en la economía actual. Una característica común es sin duda el secretismo, más o menos riguroso, que mantienen, que las integran y con el que actúan bajo compromiso de secreto y en el que fundamentan sus objetivos.
Otra característica de estas organizaciones son los resultados ignorados que al final acaban consiguiendo. De ellas surgen muchas decisiones públicas importantes. La más conocida e influyente en la actualidad quizás sea la Trilateral. Pero existen otras no menos decisivas como el CFR (Cauncil on Foreing Relations), el Club Bildeberg y un largo etcétera como los iluminati o los rosacruz.
Donde más proliferan es en Estados Unidos, donde una buena parte de los presidentes más recientes, desde Jimmy Carter pasando por Ronald Reagan o Bill Cliton, pertenecieron a alguna sociedad secreta, decisiva en su elección, y cuyos equipos estaban integrados, para que no existan dudas, por miembros de la misma organización.
Algunas tienen objetivos prioritarios en la economía y especialmente la actividad financiera. Movimientos frecuentes e inexplicables de Wall Street tienen como trasfondo a sociedades secretas. Otras, como la propia Trilateral, ambicionan metas más amplias, como la creación mundial de naciones que trabajen conjuntamente por la paz y la prosperidad de todos. Su éxito, como se ve, es limitado.