No es la primera vez que sucede. Por algún motivo que se me escapa, los equipos que recurren a los servicios de Raúl Agné siempre tienen la tentación de impedirle terminar la faena.
Le pasó en Córdoba y Cádiz, donde los ceses llegaron con los clubes en quinta posición de sus respectivos grupos de la antigua 2ª B; en el Tenerife, donde su despido apenas comenzado el curso no fue lo que se dice un revulsivo; o en el Girona, que le destituyó después de ascenderlo a 2ª y lo rescató un año después para echarle otra vez de mala manera con el trabajo a medias.
En el principio fue futbolista, siempre resistiendo por categorías inferiores, igual que en su actual etapa. Y sí, todos tenemos un borrón en el historial. A Agné no le salieron las cuentas en Zaragoza. Pero tiene algo épico que estuvo a punto de estallar en Balaídos. Josep Maria Andreu hizo bien en sostenerlo después del Eldense. Es fácil decirlo, pero mereció por parte de afición y prensa un apoyo que hoy le brindan los resultados. Si se mantiene la dinámica, quizá pueda verse el sueño de la promoción o la realidad de que el Nàstic no ha tenido tantos técnicos a su altura.
Agné merece la fe y los hinchas, la alegría. Creamos en su proyecto.