ué planes haría usted para después de julio si fuera Pedro Sánchez y supiera que las posibilidades de perder la presidencia se han multiplicado por un 1.000%? Porque, seamos serios, por muy impactante (y brillante, ¡qué manera tan alucinante de neutralizar la euforia pepera y ponerse él en el centro del escenario!) que sea el anuncio de adelantarlas a julio, lo más probable es que el castañazo de las generales sea aún más fuerte que el de este domingo. En muchos lugares, como aquí, en Cataluña, mucha gente ha votado PSOE por razones estrictamente locales y regionales. En otros, como Castilla La Mancha, han votado PSOE porque el líder local se opone más o menos claramente a Sánchez. En no pocos sitios ese voto al PSOE no es un verdadero voto para Sánchez y, cuando lleguen las generales, gran parte o se abstendrá o votará a otras opciones. Si a eso se le suma la dinámica puesta en marcha, decir que Feijóo ganará antes de irse de vacaciones no parece, ni mucho menos, una previsión alocada.
Entonces, ¿qué hará Sánchez después de julio, cuando pierda? ¿Se lo imaginan de miembro del Consejo de Estado (o sea, de jubilado de lujo) al estilo Zapatero? ¿De abuelo cebolleta como González? ¿Dedicado a sus negocios como Aznar? ¿De registrador de la propiedad en sus ratos libres como Rajoy? No, ¿verdad? Sánchez es demasiado joven para jubilarse. No tiene profesión conocida previa a la política. Y tampoco parece inclinado a los negocios. Además, y esto es lo fundamental, todo el mundo le odia. Sí, seamos sinceros, todo el mundo odia a Sánchez. Fundamentalmente los suyos, que, como si de senadores romanos se tratara, están esperando los idus de julio mientras afilan sus cuchillos y miran al césar Sánchez con ojos golosos.
Recapitulemos, por más que durante estos dos meses apele a concentrar el voto de la izquierda por miedo a que Vox llegue al poder de la mano del PP, no parece que con eso le llegue para ganar las generales. ¿Qué será de él después de perder? No tiene oficio, ni beneficio para dedicarse al ámbito privado y es demasiado joven para jubilarse, ¿entonces? La única opción lógica que le queda es el extranjero. De aquí a julio venderá hasta las joyas de la abuela para pagar todas las promesas sociales que hará para evitar la debacle y se enfrentará a sus actuales socios para tratar de fagocitarlos y concentrar el voto de la izquierda. Eso provocará que pierda a los pocos que aún le apoyan y que, en su propio partido, viendo la desesperación cada vez más grande, comiencen a tomarle las medidas primero para el apuñalamiento y luego para el ataúd. Nos esperan un par de meses que harán palidecer a la matanza de Texas.
Por ello, cuando pierda, porque perderá y de un modo quizá nunca visto hasta ahora, su única opción será irse fuera de España. ¿Secretario General de la OTAN? ¿Presidente de la Comisión Europea? ¿La Internacional Socialista? Fuera de España se tiene una imagen bastante favorable de Sánchez. Se le ve como un político moderno, que frena a la extrema derecha y modera a la extrema izquierda. Habla inglés y tiene buena planta. Ha jugado bien sus cartas en la Guerra de Ucrania, en la línea de los aliados occidentales, pero sin llamar la atención por un belicismo exagerado. Es bien visto por los EE. UU., a los que no pone problemas para ampliar Rota y satisfacer el resto de sus intereses. Y hasta las repúblicas latinoamericanas, que en el presente tienen mayoritariamente gobiernos de izquierdas, le consideran uno de los suyos. Podría optar hasta a ser Secretario General de la ONU.
Yo, si fuera Sánchez, me iría fuera. Por pura supervivencia. Aquí, en casa, el día siguiente a las elecciones generales, Ferraz será como el videojuego ese antiguo de la pistolita con el que se cazaban patos al vuelo. Con la diferencia de que todos los patos tendrán cara de Sánchez y el cazador tomará cuerpo de Felipe González, de Susana Díaz, de Page, de Lambán, de Fernández Vara y cuidado que no resucite Pablo Iglesias (el original) y le corra a gorrazos. Lo van a escogorciar. O como se diga. Todos los que hace una semana le aplaudían sonrientes y hoy le aplauden (más flojito) cariacontecidos, en julio lo perseguirán cuchillo en mano y ojos inyectados en sangre. Como diría Pedro Piqueras: terrible, apocalíptico. Claro, que todo podría pasar al revés. Quizá Feijóo sea tan imprudente como para pactar coaliciones con Vox, éstos se descontrolen del todo, el votante se asuste y el grito de unidad del voto de izquierdas de Sánchez tenga éxito. Pero no parece probable. La política es un estado de ánimo y la dinámica puesta en marcha es demasiado fuerte como para invertirse. A Sánchez se le ha puesto cara de liebre y las liebres sólo pueden hacer una cosa: correr tan lejos como sean capaces.