La cineasta, historietista y pintora iraní Marjane Satrapi es, desde ayer, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Para mi, sin embargo, es mucho más que eso. Es una puerta. En mi adolescencia, Satrapi me introdujo al mundo de la novela gráfica. El cómic me había acompañado toda mi infancia –y todavía lo hace–, pero fue su Persépolis quién me mostró un universo narrativo y plástico que me ha fascinando desde entonces. La obra de Satrapi me permitió conocer a Joe Sacco, a Guy Delisle, a Paco Roca, a Art Spiegelman... Y el impacto de todos ellos me llevó a escribir la historieta Imbabazi, publicada en la antología Vinyetari (Norma Editorial, 2021) y finalista del Premi ARA de Còmic en català. Pero Satrapi fue también una puerta a Irán. Y, más aún, a la mujer iraní. Su historia personal, llena de dolor, lucha y rebelión contra el régimen de los ayatolás, me abrió los ojos a una realidad que desconocía y me sumió más si cabe en otra de mis obsesiones: Oriente Medio. Finalmente, ayer mismo, Satrapi me sirvió de nuevo de puerta. En su discurso en Oviedo recitó un poema persa que me maravilló. Dice así: «Los seres humanos son parte de un mismo cuerpo, y tienen un mismo origen. Cuando la vida causa dolor a un miembro, los demás no descansan. Tú que eres indiferente al sufrimiento de los demás, no mereces llamarte humano». Gracias, Marjane.
Una puerta llamada Marjane Satrapi
25 octubre 2024 22:25 |
Actualizado a 26 octubre 2024 07:00
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